El Valencia tiene en su mano cumplir el objetivo con el que arrancó la temporada: volver a la Liga de Campeones sin pasar por el filtro de esa previa tan traicionera en agosto. Mal se tienen que dar las cosas en estas cuatro jornadas que le faltan para perder la cuarta posición. El Deportivo, pensando en el bañador y en el chiringuito desde hace semanas, no hizo ruido en su visita a Mestalla. Era su última oportunidad de reengancharse a la lucha por una plaza europea, pero optó nuevamente por desertar. Ya no está en esta Liga.
Emery ha conseguido que los brotes de revolución en el vestuario valencianista no invadan el campo. Otra cosa será lo que ocurra una vez que acabe la temporada, vista la mala sintonía de algunos jugadores con el técnico. Todo eso se ha escondido debajo de la alfombra hasta que no se amarre el regreso a la máxima competición europea.
El equipo juega de memoria. Con hacer llegar el balón a algunos de los bajitos, ya hay mucho ganado. A esta pandilla de malabaristas presentó ayer su solicitud de reincorporación Vicente, que lleva unos partidos ilusionantes. Cada cicatriz de su tobillo retrata un frenazo a la carrera de ese talentoso extremo, temor de laterales. Otra vez vuelve a salir del taller con la intención de que sea la definitiva.
El goleador Villa no se toma día de descanso. A la que el balón empieza rodar, su intención es llevarlo hasta la red. Más allá de su acierto cara a puerta, resulta llamativa su extraordinaria participación en el juego. Ni por asomo es el delantero que aparece una vez y resuelve. Es un currante. Lo suyo es un estrés continuo en busca de aumentar su cuenta. Al medio minuto, tenía a Aranzubía por los suelos en busca de unos de sus remates.
El equipo de Lotina tuvo muy poca fricción con el encuentro. La ventaja mínima del Valencia fue el único asa a la que se agarró la incertidumbre del resultado. Ni siquiera se atrevió a catar a la llamativa pareja de laterales que tuvo que improvisar Emery ante tantos defensores de baja. Jordi Alba, que empieza a ser un habitual en el puesto, y Pablo Hernández tuvieron una noche de lo más cómoda. Partieron diez metros más atrás que de costumbre, pero su intención fue siempre la de atacar. Los delanteros gallegos apenas si les dieron ocupación.
El único que anduvo ocupado fue Aranzubía. La entrada de Lassad le dio un poco de más mala leche al Depor, aunque tampoco gozó de ocasiones claras. El Valencia siguió jugando al toque y a la contra. Y Silva cerró el partido con un tiro al poste..
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