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Cuando no hay rival, tampoco existe partido

Gonzalo Cabeza

Once marionetas venidas de Suecia se plantaron en el campo del Villarreal para ver como el equipo amarillo se pasaba constantemente el balón

Tres minutos hicieron falta para que el partido terminase, un gol de Tomasson a pase de Nihat y, a partir de ahí, fútbol contemplativo. Pases, control del esférico y muchas llegadas de peligro limitado, porque tampoco el Villarreal hacía mucho por darle ritmo al partido.

Los suecos parecían los asistentes a un campamento de verano, aunque las lecciones del Villarreal tampoco fuesen magistrales. Si les hubiesen dado libretas hubiesen apuntado toque a toque lo que pasaba por delante de sus ojos, probablemente al final hubiesen corrido a coger los autógrafos de sus rivales.

Sólo al final de la primera parte el Elfsborg mostró algo de sangre por sus venas con buen tiro desde fuera del área de Avdic y un par de córners seguidos. Falsa alarma, seguían siendo igual de malos y con pocas ganas de jugar al fútbol.

En la segunda parte el mismo guión, gol tempranero del Villarreal y abulia colectiva sueca.

En el partido no hubo faltas, ni tarjetas, ni intensidad, no hubo fútbol, ni mucha gente en la grada, no hubo nada.

Al final todos contentos. El Villarreal por haber conseguido la victoria y el liderato del grupo. Los suecos por haber podido hacer una agradable visita a Castellón.

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