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Muito Obrigado, Brasil

DAVID MIRANDA

El Mundial de Brasil 2014 echó el cierre, pero aún resuenan los ecos de un torneo que ha dejado infinidad de matices y que ha echado por tierra antiguos mitos para encumbrar a otros. No ganó la anfitriona, ni la vigente campeona, ni una selección americana. Ganó la mejor, y por eso Alemania bordó su cuarta estrella sobre su escudo, haciendo añicos el dato que revelaba que ningún combinado europeo había logrado aún alzar la Copa del Mundo al otro lado del Atlántico. Los de Joachim Löw han desterrado ese tópico esgrimiendo un fútbol de toque, un oasis en un Mundial donde han predominado las defensas blindadas -muchos equipos han optado por alinear a tres centrales- y los vertiginosos contragolpes. La semifinal frente a Brasil fue el culmen de un proyecto que comenzó a fraguarse allá por el año 2006, cuando Löw apostó por dar una nueva identidad a la ‘Mannschaft'.

El vapuleo a la pentacampeona, aparte de dejar en estado de shock al país organizador por infligirles en casa la mayor derrota de su historia en este torneo, supuso una humillación sin paliativos y un primer paso para que la generación de los Kroos, Müller y compañía entrasen a formar parte de la Historia. Otro que alcanzó la gloria y su nombre estará ligado al de los mundiales será el de Miroslav Klose, quien se despidió de competición como su máximo goleador de todos los tiempos. Con sus dos tantos en esta edición, el ariete germano alcanzó la cifra de 16 dianas, superando las 15 de Ronaldo y situándose al frente de esta clasificación.

Si bien es cierto que se quedaron lejos de disputar la final, hubo otras selecciones que también dejaron un buen sabor de boca en Brasil. Colombia y Costa Rica hicieron historia en sus respectivos países al alcanzar por primera vez los cuartos de final. El combinado cafetero, pese a no contar con su estrella, Radamel Falcao, ofreció un juego alegre que le sirvió para clasificarse como primera de su grupo y, tras vencer a Uruguay en octavos, poner contra las cuerdas a la anfitriona. José Pékerman armó un gran combinado y James Rodríguez se destapó como una de las sensaciones del torneo y, con sus seis goles, se alzó con la bota de oro del Mundial y escribió su nombre en la lista de numerosos clubes, deseosos por hacerse con los servicios de la joven perla colombiana.

Los ticos, por su parte, sorprendieron a propios y extraños desde su debut. Encuadrados en el grupo de la muerte, con Uruguay, Italia e Inglaterra como rivales, los hombres de Jorge Luis Pinto se clasificaron como líderes sin perder ninguno de sus encuentros. Así, tras deshacerse en la tanda de penaltis de Grecia, se plantó en los cuartos de final, donde maniató a la, hasta ayer, subcampeona del mundo. Sin embargo, en la lotería de los once metros les salió cruz y Costa Rica hincó la rodilla ante Holanda. Algo que no evitó que Keylor Navas, Campbell y el resto de la expedición costarricense fuesen recibidos como auténticos héroes en su país. Especialmente reseñable fue el Mundial protagonizado por el hasta ahora portero del Levante.

África vio por primera vez como dos de sus selecciones alcanzacan los octavos de final

En un torneo donde los porteros han realizado actuaciones memorables, convirtiéndose en ocasiones en las estrellas del encuentro, Navas demostró ser uno de los mejores guardametas del momento ofreciendo un auténtico recital bajo los palos. Más allá de los combinados sudamericanos, África hizo historia al ver cómo, por primera vez, dos de sus países alcanzaban los octavos de final de una Copa del Mundo, aunque con resultado similar. Nigeria y Argelia no consiguieron doblegar a Francia y Alemania, respectivamente, aunque sí ponerlas en severos apuros. Especialmente el combinado argelino, que tuvo contra las cuerdas a los teutones durante varias fases del encuentro, hasta que finalmente cedieron en la prórroga al poderío del, a la postre, tetracampeón.

Pero no sólo los guardametas han brillado. El de Brasil ha sido, junto al de Francia 98, el Mundial en el que más goles se han visto. Hasta en 171 ocasiones los arqueros tuvieron que recoger el balón del fondo de las mallas. Además del anteriormente mencionado James Rodríguez, Müller, Messi, Neymar y Robben demostraron su olfato goleador en tierra sudamericana. Todos ellos fueron los baluartes ofensivos de sus respectivas selecciones y a quienes se aferraron cuando el partido se complicaba, pero el rendimiento de unos y otros difirió y sus selecciones lo notaron.

Si esas fueron las caras, las cruces fueron para Brasil y España, entre otras. La pentacampeona protagonizó la mayor hecatombe de una anfitriona en la historia de la Copa del Mundo. La principal favorita del torneo llegaba a las semifinales frente a Alemania sin dos de sus jugadores claves: Neymar y Thiago Silva. Se podía perder, sí, pero no de la forma que se hizo. No encajando cinco goles en la primera mitad, tres de ellos en apenas cinco minutos, para acabar el partido con un sonrojante 1-7. La canarinha se diluyó no se había llegado aún a la media hora de encuentro en Mineirao y no volvió. Holanda lo aprovechó y le endosó un 0-3 en el partido por el tercer y cuarto puesto, terminando su mundial con dos goleadas consecutivas y un penoso registro de goles encajados, el peor de un país organizador: catorce. El ‘Mineirazo' casi ha pasado a ser un asunto de Estado en tierras brasileñas, que tardarán años en olvidar esta afrenta a su honor. Además, Scolari tuvo el gesto feo de ordenar a sus hombres marcharse a los vestuarios cuando el combinado orange recibía la medalla de bronce.

Otros fracasos, aunque mucho más comedidos, los protagonizaron selecciones que se despidieron del Mundial a las primeras de cambio. Una de ellas fue la vigente campeona y la primera en quedarse eliminada: España. Por primera vez en su historia, La Roja llegaba a este campeonato como la defensora del título. Algo que solo le duró dos partidos. O 45 minutos, a tenor de lo visto en el partido inaugural ante Holanda. Los de Vicente del Bosque se estrenaron en Brasil con un aparatoso 1-5 que daba al traste con una generación de futbolistas que en los seis años anteriores lo habían ganado todo. No salió bien el experimento de Diego Costa como delantero, así como llevar a varios futbolistas más por sus logros pasados que por su rendimiento a lo largo de la temporada. España no ofreció, ni de lejos, el nivel que acostumbraba y en la segunda jornada ya habían dicho adiós al torneo.

También se apearon antes de tiempo, y contra todo pronóstico, Inglaterra e Italia, quienes se vieron sorprendidos por el arrojo de Costa Rica, la que a priori era la cenicienta del grupo D, y se marcharon sin alcanzar la ronda eliminatoria, al igual que Portugal, que hizo las maletas antes de tiempo después de ofrecer una imagen muy pobre durante todo el torneo. Con Cristiano Ronaldo mermado por sus problemas físicos, los lusos no lograron encontrar alternativas a un ataque que estaba basado en su principal estrella, que para nada resultó determinante.

Si bien no fue el Mundial de Cristiano, tampoco lo fue el de Messi, que desperdició una oportunidad única para encumbrarse al Olimpo del fútbol. El jugador argentino fue de más a menos durante el torneo, siendo determinante en varios partidos de la fase de grupos, pero pasando inadvertido a medida que Argentina iba superando rondas. Se le esperaba en la final, donde los grandes siempre tienen algo que decir, pero no apareció, pese a que la FIFA quisiese ‘consolarle' ofreciéndole el Balón de oro del torneo, ante el desconcierto del propio jugador y de todo el mundo. Su chispa que a lo largo de su carrera le han hecho acreedor de infinidad de títulos no prendió frente al cuadro alemán y la albiceleste, sostenida por Mascherano, Di María -hasta su lesión- y Romero, no pudo alcanzar la que hubiese sido el remate a la pesadilla de Brasil: alzar la Copa del Mundo en Maracaná. Ahora, quedan cuatro años por delante para que de nuevo se alce el telón y empiece el torneo más importante del planeta fútbol. Será en Rusia en 2018. Que llegue pronto...

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