Ni era un centro, ni era un chut. Era un melonazo azaroso lo que Sergio Ramos propuso desde la derecha. Pero por allí pasaba Raúl. Una vez más su cerebro en el corazón del área. Elucubrando el momento del zarpazo silencioso. Mandó el balón a la esquina baja de la portería amortiguándolo con el pie abierto y un ligero saltito. Un gol de oficio. De toda una vida en el área jugando a ser el más pillo.
Así marca, Raúl. Cruzando y procesando datos y señales en fracciones de segundo que el sabe cómo descifrar para encontrar los caminos del gol. Toda una carrera interpretando el juego más rápido que nadie. Y siempre para decidir los partidos. No tiene la estética que le demandan sus detractores. Pero sí una eficacia supina para derribar sistemas defensivos y acallar estadios hostiles. 309 goles le amparan. Dos más que Di Stéfano, al que en Gijón también trató de emular ejerciendo de todocampista. Se agrandó. Participó del juego entre líneas y también de jornalero en su propia área. El cuarto gol también fue muy suyo. Un despeje tibio de Lafuente lo picoteó como las palomas que había en el campo se aviaban las semillas.
Huele Raúl los escenarios que tienen pedigrí y El Molinón lo posee. Había nostalgia en Gijón del viejo rival de su época más gloriosa –allí nació en 1979 el famoso “así, asi, así gana el Madrid”–. Se tiñó de rojiblanco y las gargantas de sus aficionados compusieron una escenografía muy inglesa, muy futbolera. Esos tics encienden a Raúl como a nadie, que hizo el partido suyo. Regó el campo con su sudor como dicen que hacía Di Stéfano.
Su impacto empequeñeció al Sporting, superado por su propio escenario y hecho guirlachas por la superioridad física de Lass y Gago. El francés le ha dado un plus de argamasa al equipo que con Schuster no existía. Está causando el mismo efecto que Davids en el Barça en la primera temporada de Rijkaard. Ramos ya no teme descolgarse, porque Lass tiene muy presentes las coberturas. De todos los futbolistas industriales que ha fichado el Madrid (Conceiçao, Gravesen, Emerson y Diarra) para reemplazar a Makelele, éste es el que más se le aproxima. Un reloj táctico y un minotauro para batallar las segundas jugadas.
La de hoy ha sido la mejor puesta en escena del Madrid desde que Juande Ramos se hizo cargo del equipo. Por primera vez redujo a un rival a la nada. No se dejó maltratar y se adueñó del balón y de las posiciones. Parece que hay vida sin Robben, o al menos con rivales tan blandos como el Sporting que se vio ayer.
La ausencia del holandés era un reto para Juande y para el vestuario. Una prueba para medir el potencial futbolístico y anímico del grupo a dos semanas del test de la temporada ante el Liverpool. Marcelo ocupó el puesto del holandés. Empezó nervioso, enredado con la pelota y estrellando un mano a mano en el pecho de Lafuente, pero se enderezo. No tenía que preocuparse de su espalda, que suele ser lo que le mata y le cuestiona. Pudo dedicarse a atacar porque Heinze le resguardaba.
También para el argentino es un alivio tener a alguien con fútbol afilado por delante. No tiene suficiente fútbol para monopolizar toda la banda, así que Marcelo le vino como tuerca a tornillo. El brasileño, libre de responsabilidad defensiva, liberó su ADN de lateral criado en la escuela canarinha. Culminó su partido con un toque suave por encima de Lafuente, que salió maldiciendo el achique de espacios que se tragó su defensa. Para Sastre y para Luis Morán fue una tortura.
También tuvo Huntelaar su momento para la gloria y enseñar que tiene gol. Aún le supera el peso de la camiseta y el sentirse examinado, pero se tranquilizó con el viento a favor. Cazó un mal despeje de Iván Hernández de cabeza en la frontal del área. El central rompió con la ortodoxia al golpear blando la pelota hacia atrás. Allí, entre su espalda y Lafuente apareció Huntelaar para clavar el balón entre las piernas al guardameta. Otro regalo más del Sporting, que no se presentó en todo el partido. No estuvo a la altura del ambiente que le creó su hinchada y se arrugó. Todo lo contrario que Raúl, al que le va hacerse respetar cuando huele a fútbol.
0 - Sporting: Lafuente; Sastre, Gerard, Iván Hernández, Canella; Michel (Kike Mateo, m.60), Camacho, Luis Morán (Bilic, m.46), Carmelo; Diego Castro (Matabuena, m.60) y Barral.
4 - Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos (Parejo, m.79), Cannavaro, Pepe, Heinze (Torres, m.61); Gago (Javi García, m.70), Lass, Higuaín, Marcelo; Raúl y Huntelaar.
Goles: 0-1, m.15: Raúl; 0-2, m.37: Huntelaar; 0-3, m.50: Marcelo; 0-4, m.77: Raúl.
Árbitro: Mateu Lahoz, del Comité Valenciano. Mostró tarjeta amarilla a Michel (m.25) y a Marcelo (m.50)
Incidencias: Encuentro correspondiente a la vigésima tercera jornada de Liga de Primera División, disputado en el estadio de El Molinón ante unos 24.000 espectadores. Antes del inicio del encuentro se guardó un minuto de silencio en honor a 'Tati' Valdés, ex jugador del Sporting de Gijón fallecido esta semana.
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