Desde que debutara en Liga en el Camp Nou, Juande Ramos no manejaba una noticia tan desangeladora: Robben es baja por una contractura en la cadera. También Sneijder por dolencias en el bíceps femoral, y Guti, que no ha completado su recuperación.

Pero lo de Robben es todo una prueba. Para Juande y para los que salten a El Molinón. Existe en la conciencia colectiva que rodea al Madrid que sólo Robben abrillanta el fútbol metálico que practica su equipo. Que sólo desde sus culebreos el equipo tiene ataque y ese punto de vistosidad de más que se le exige.

El extremo holandés ha heredado el rol de Robinho como único jugador desequilibrante en el uno contra uno. Habrá expectación para ver cómo resuelve Juande ese damero sin su pieza clave. Robben es el escudo de su bandera futbolística en ataque: bandas y a toda mecha. No ha querido forzarle, incluso arriésgandose a su primera derrota después de siete victorias consecutivas y grises. Juande siempre ha mirado a la Liga de Campeones como su salvoconducto para seguir en el banquillo.

La lógica le dijo a Juande que la Liga estaba muy lejos en puntos y en fútbol. La cadena de victorias no le ha acercado al Barça como podía esperar, pero le ha permitido obtener un colchón suficiente sobre sus perseguidores para no tener que discutir demasiado una futura plaza en la Liga de Campeones. Robben se prepara para el Liverpool, la eliminatoria que puede cortar de raíz la continuidad de su entrenador o alimentarla hasta los cuartos de final. Ese es el día a día de Juande, tan voraz como el de la entidad y tan agarrado a la ligereza de los simples resultados.

Para el vestuario, también la ausencia de Robben es un reto como colectivo. Todos los méritos recaen sobre él. Tampoco han hecho mucho. Sólo Casillas, Ramos, Pepe, Gago, Higuaín y Raúl han dado un rendimiento aceptable, aunque discontinuo.

No se pueden nombrar más jugadores a la hora de contabilizar a los que están a la altura de un equipo que aspira a ganar un título. Esa es la realidad del Madrid. Con Robben o sin Robben. Gracias a la baja de Robben, su paisano Huntelaar encontrará al fin un hueco en el once inicial.