Como un tango arrabalero, Madrid se fue de Buenos Aires con el rostro triste y el paso cansado. Ni a la cuarta fue la vencida. Lo que parecía un sueño al alcance de la mano, se tornó de nuevo en pesadilla. La capital de España seguirá esperando para poder organizar unos Juegos Olímpicos. Cayó en la primera ronda en el desempate ante Estambul. La cita de 2020 volará a Tokio, que arrasó con 60 votos.
El proyecto japonés ha convencido al COI y temores como las fugas radiactivas de Fukushima no han lastrado sus opciones. Con un proyecto muy serio, compacto y con una economía solvente como respaldo, Tokio volverá a organizar unos Juegos, tras los de 1964, y muestra la fortaleza de un pueblo capaz de levantarse tras una gran catástrofe como fue el tsunami de 2011.
En la otra cada de la moneda, el varapalo para la delegación española desplazada a la capital argentina fue mayúsculo. Nadie se esperaba precipitarse tan pronto. Cuando más alto vuelas, más duro es el impacto. Y eso pasó con Madrid, que había partido como la favorita en todos los pronósticos, y terminó saliendo por la puerta de atrás.
La clave estuvo en el empate a 26 votos que se produjo en la primera votación con Estambul. Madrid no alcanzaba ni siquiera los 32 votos de otras intentonas. La sorpresa saltaba en la asamblea del COI y la tensión se elevaba al máximo. Tokio accedía a la final mientras las otras dos deberían enfrentarse en un desempate. Tras unos largos minutos, se repetía la votación y ahí Jacques Rogge anunció la sentencia madrileña. El COI no contaba con ella. El COI volvía a dejar en la estacada a Madrid, que había obtenido 45 votos por los 49 de Estambul.
El apagón televisivo que había sufrido la exposición final terminó convirtiéndose en un mal presagio. Bajo la lluvia intensa que no cesó durante toda la jornada, la delegación española se vio empapada de pesadumbre y decepción. Las lágrimas corrieron por más de una mejilla con muchas preguntas en la cabeza y ninguna palabra de consuelo en la boca.
El chaparrón fue descomunal. Ocho años después de Singapur y cuatro después de Copenhague la historia se repetía. Las maletas regresaban a España vacías. Barcelona 1992 todavía en el retrovisor y al girar la cabeza ningún horizonte olímpico al que mirar. Madrid seguirá siendo la única gran capital europea que seguirá sin organizar unos Juegos Olímpicos.
Los deportistas, políticos y personal de la delegación que cogían el autobús desde el hotel Hilton hacia el NH City lo hacían cabizbajos. Algunos como el taekwondista Joel González se preguntaban en voz alta si el fiasco no supondría un revés definitivo para las ayudas a los deportitas. La paralímpica Teresa Perales encontraba pocas respuestas a lo sucedido: 'No ha podido ser, ha sido un momento muy difícil de explicar porque todavía no sabemos lo que ha podido pasar', comentaba. Y la jugadora de baloncesto Amaya Valdemoro se refería a la tristeza sentida y se sentía 'orgullosa de la candidatura que teníamos porque era la mejor de largo, sin embargo los miembros del COI no lo han estimado así y se nos ha quedado una cara como la que tenemos ahora'.
Las reacciones políticas tampoco tardaban en llegar. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, aseguraba que la decepción olímpica no tenía que afectar al ánimo del país mientras que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, reconocía que había sido un resultado 'completamente inesperado' porque 'nadie preveía este escenario' y el titular de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, tachaba la decisión de 'decepción gorda'.
Lo cierto es que pese a la presentación seria, profesional y coherente de la candiatura, pese a contar con el presupuesto más bajo de todas las competidoras, pese al apoyo popular, pese al proyecto realista y pese al respaldo de instituciones, deportistas y personalidades, a Madrid se le siguen atragantando los Juegos.
La derrota hay que atribuirla a muchos factores, pero la decisión sigue siendo demasiado personal. Pudieron ser los temores del COI al dopaje o simplemente la aparición de la mala suerte al empatar con la candidata más débil. El siguiente paso será el de la reflexión. 2024 está ahí. Pero los responsables políticos deberán evaluar si con la cuarta decepción ha sido suficiente. A lo mejor los Juegos deberán guardarse en un cajón. A España, a día de hoy, todavía le quedan muchos problemas que resolver.
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