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Kike Sola impone su ley

El Osasuna derrota al Racing 3-1

ALFREDO VARONA

 

Ganó el futbolista industrial: Kike Sola. Volvió sin úlceras en el estómago y con la rapidez que le hace feliz. En los dos primeros goles declaró la trascendencia de los viejos delanteros, de los que sólo viven para una cosa. En el primero se le pedía estar ahí y estuvo. En el segundo sacó las tripas a Christian y provocó el penalti. Fue su última contribución a una causa que luego perteneció a Cejudo y Camuñas, dos futbolistas que no se cansan nunca de girar los tobillos. Su vida empieza en el suelo y termina en los demás. En su huida hacia adelante son como los niños. Sólo necesitan de una firma de su tutor, que en el tercer gol fue la de Soriano. Camuñas le entregó tan buenas notas que no había manera de que fallase.

El partido duró el tiempo que tardó Kike Sola en pegar el silbato. Fue poco, o muy poco, el Racing, incapaz de picar piedra. Jugó con más pereza que valentía y sólo llegó al área debido a insufribles errores de Osasuna. El primero fue un despiste de Nelson que aproximó a Ariel a la orilla del gol. El segundo se quedó sin perdón. A Nekouman le pasó lo que casi nunca les pasa a los de su clase. A la salida del banco, perdió una pelota que llegó a Rosenberg que, por alguna extraña razón, parecía esperarlo y, desde la frontal, se comportó como una fiera. Sacó un disparo que le animó a él, pero no al Racing.

Tuvo más de media hora para contestar a Osasuna, pero no fue posible. El partido no cambió de parecer. Kike Sola ya había impuesto su ley.

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