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¿A qué juega el Barça?

El equipo, en la mayor de las indefiniciones, ha renunciado a la mayoría de aspectos que hicieron que su fútbol fuera envidiado en todo el mundo

EDUARDO ORTEGA

Primero fue una rotunda negativa colectiva; después algunos 'disidentes' admitieron lo que en realidad era una evidencia. Se pasó en la ciudad condal de afirmar que 'el método no se cuestiona' a reconocer que existen 'variaciones'. Un estilo alternativo, en definitiva, preconizaba Alves a principios de noviembre.  Lo cierto es que la idiosincrasia de juego del Barcelona ha cambiado desde que hace cinco años se implantara una filosofía admirada en todo el mundo. Verdad es que también tiene mucho que ver la actitud de los jugadores, que, en su mayoría, no acompañan en esta época de transición, algo que denunció buena parte del vestuario tras la horrorosa derrota en Ámsterdam.

El esperpento protagonizado ante el Ajax el martes en la cuna del estilo contemporáneo culé no pudo ser más simbólico. 'El Barça tiene que preguntarse por qué las cosas que antes salían bien, ahora no. Es el debate de siempre', proclamaba Cruyff, el mito que se encargó de erigir el actual modelo azulgrana. La respuesta, desde la lejanía, parece sencilla: los jugadores han perdido el hambre y han abandonado los principios de juego más recientes.

Y es justo eso lo que ha llevado a que el equipo pierda la esencia con la que consiguió desplegar el mejor fútbol visto en décadas. Tito heredó la obra de Guardiola, pero la enfermedad le impidió continuarla. Y en ese tiempo de autogestión los jugadores, pese a la liga de cien puntos, se perdieron. El Tata Martino intenta ahora adivinar la mejor manera de seguir ganando sin traicionar del todo el pasado más reciente, en medio de la mayor de las indefiniciones. 'No sabía cuándo apretar arriba o cuando cerrar abajo', decía el tras el partido del martes Puyol. De momento, todo eso pasa por cosas que hasta hace bien poco eran incuestionables.

En lo que llevamos de temporada, Valdés ha sido mucho más protagonista que Xavi, pilar indiscutible del engranaje y los títulos de los últimos años. Es una comparación que ejemplifica de manera clara lo que sucede ahora en la ciudad condal. La pelota transcurre este año de forma mucho más directa desde la defensa a la delantera, y en ese cambio radical los azulgranas no sólo han perdido a Xavi, Iniesta y Busquets, sino también la posesión dañina, el control y, por ende, su filosofía.

Con ese fútbol directo, el equipo aprovecha los espacios para generar ocasiones al contraataque. Pero las vergüenzas se han destapado cuando le toca atacar en estático. En el momento en que el Barça se encuentra a un rival bien cerrado en su área, los azulgranas se diluyen. Se vio a finales de la temporada pasada y se ha vuelto a comprobar en lo que llevamos de ésta. Con Guardiola, 'agredía con la pelota', como decía el de Sampedor. El contrario sabía que pese a que se encerrara seguramente acabaría hincando la rodilla y, en el peor de los casos, goleado. Esa chispa que los culés tenían entonces para superar equipos con el autobús apenas ha aparecido esta temporada, ni con espacios ni sin ellos. Con Messi tremendamente oscurecido por su lesión, sólo Neymar y un sorprendente Alexis han logrado mantener el nivel mínimo de exigencia en ataque.  

Hace tiempo también que se fue para no volver la velocidad en el toque y la extrema precisión. Una de las señas de la excelencia de la formación que construyó Guardiola desapareció en favor de ese juego más directo que ahora busca el Tata, que afirma que, para él, el fútbol puede ser igualmente bonito con tres o con treinta pases.

Los pocos -ocho- goles encajados no hablan bien de una defensa en sus horas más bajas, sino de un Valdés espectacular

Ha renunciado, asimismo, el Barça a comenzar a defender desde la presión asfixiante. Con la marcha de Guardiola se perdió -ya en sus últimos coletazos había síntomas- y sólo regresó de manera episódica en el estreno liguero ante el Levante. Ni rastro después. En el partido del martes, la indolencia y pasividad del ataque fue máxima, igual que en el resto de partidos.

El juego más directo también repercute en la retaguardia, que se ve notablemente expuesta en la mayoría de encuentros. Los pocos -ocho- goles encajados no hablan bien de una defensa en sus horas más bajas, sino de un Valdés espectacular que ha salvado al equipo en más de un choque. Piqué hace tiempo que perdió la forma y Mascherano ya no es el mismo desde su lesión. Puyol regresa tras siete meses en el dique seco y Alves tuvo mejores momentos. Sólo la obligada y de rebote irrupción de Bartra parece dar aire a la defensa, a la espera de la vuelta de Jordi Alba.

Ante el criticado trabajo desarrollado por el director deportivo, Andoni Zubizarreta, para revolucionar y dotar de sangre a un equipo que ahora carece de ella, a Martino no le ha quedado otra que usar las armas que le han dejado. Soluciones de emergencia que de momento dan sus frutos. Una dimisión del estilo, que hace un par de meses era innegociable. 

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