'O nos pagan el viaje a Serbia o no tendrán un año tranquilo'. Ciudad Deportiva de Majadahonda. Son las 13.40 horas del lunes 27 de agosto. Los jugadores del Atlético de Madrid han finalizado el entrenamiento. El equipo había perdido el día anterior frente al Real Madrid, en el debut liguero, y divisaba el intrascendental partido de UEFA ante la Vojvodina serbia. Apenas quedan ya jugadores y algún que otro operario del club madrileño recoge los bártulos. A lo lejos, se acerca un grupo de personas. Es un grupo de ultras del Atlético. Son ellos, no hay duda. 'O nos pagan el viaje a Serbia o no tendrán un año tranquilo'. El impuesto ultra se cobra en el fútbol.
No estaban de paseo por Majadahonda. Iban a señalar a sus víctimas y ya las tenían escogidas. Esta vez sus objetivos son Javier Aguirre, entrenador del Atlético, y los futbolistas Maniche, Pernía y Reyes. La temporada comenzaba, y ellos, disgustados con la imagen dada por el equipo, tenían claro a quiénes le iban a pedir responsabilidades.
Si colaboraban, a cambio se les prometía pasar una temporada tranquila. Para que no hubiera malos entendidos y el contacto sea lo más directo posible, incluso uno de los capitanes del Atlético, obligado por la situación, hace las veces de intermediario. Los ultras exigen al portavoz de la plantilla que los elegidos colaboren con la causa.
Subvención
La expedición atlética viajaba el miércoles de esa misma semana a Serbia y ellos no querían perderse la cita. Por supuesto, con una subvención de la plantilla para viajar a Novi Sad por la patilla y con entradas garantizadas. En definitiva: pretendían que técnico y jugadores colaborasen con los ultras.
Los afectados conocieron sus demandas y su disposición a colaborar en este impuesto obligatorio fue nula, pues sencillamente les pareció intolerable. '¿Por qué voy a tener que pagar yo a éstos nada?', exclamó asombrado uno de los afectados. El impuesto ultra fue demandado ese mismo día y en persona a uno de los señalados, siendo la respuesta la misma que obtuvieron de uno de los capitanes. Uno a uno fueron desestimando la propuesta.
Al día siguiente, a un día vista del viaje a Novi Sad, los ultras insistieron de nuevo. Esta vez le tocó el turno al míster, muy tocado de moral tras la turbulenta semana vivida por el no traspaso de Riquelme al Atlético. Querían que Aguirre les costease el viaje, a lo que el técnico no accedió. 'No estoy dispuesto a pagar nada a nadie', indicó el mexicano con un tono enrabietado a su interlocutor. La pregunta era ya obligada: ¿Qué medidas tomaría el grupo radical ante la negativa de los elegidos a colaborar con lo que ellos denominan causa Atlética?
No hubo mucho tiempo para conocer la respuesta. Al día siguiente de regresar de Serbia, el grupo tenía preparada una sorpresa. Era viernes 31 de agosto y los ultras llevaban varios días planeando una visita a Majadahonda.
Como hace dos años
Lo tenían todo preparado. Iban megáfono en mano para señalar a sus culpables. Tenían pensado hacer una visita similar a la ocurrida hace algo más de dos años cuando César Ferrando era el entrenador. Aquella imagen vergonzosa del grupo ultra saltando al campo de entrenamiento atormentó tanto al club que en el Calderón hicieron todo lo posible por calmar a los exaltados seguidores.
Habían avisado que Aguirre, Pernía y Maniche serían los objetivos donde descargar su incontinencia verbal. Pero ahí no acabaría el asunto, por el momento...
Llegó el primer partido del Atlético en el Manzanares. El 2 de septiembre, el equipo de Aguirre recibía al Mallorca. Ese día el Atlético jugó un partido malo, y el fondo sur la tomó desde el primer tiempo con Maniche, Pernía y Aguirre. Maniche y Pernía fueron pitados por el fondo sur del Calderón cada vez que tocaban el balón. Aguirre fue increpado cuando realizó los cambios. Por el contrario, ese día dejaron de pitar, al menos desde el fondo sur, al ex madridista José Antonio Reyes.
El club entra en acción
La siguiente semana, del 3 al 9 de septiembre, se presentaba más tranquila. La mayoría del plantel estaba con sus selecciones. Sin embargo, según fuentes autorizadas del club, 'la semana fue muy caliente'. La razón, que las presiones se realizaron a diario. Por parte del club se intentó remediar esta situación, pero los ultras no estaban por la labor. El lunes día 10, volvieron a personarse en Majadahonda. El entrenamiento era vespertino y eso aseguraba más posibilidades de pasar inadvertidos. Mostraron su disconformidad con los resultados del equipo y reclamaron hablar con uno de los capitanes. Pidieron nuevamente el impuesto ultra.
En esa misma reunión, el susodicho capitán pidió algo de paciencia con la plantilla. El equipo viajaba al siguiente fin de semana a Murcia y el ambiente no era el más propicio. Se siguió negociando toda la semana con los ultras. Se quería aislar al vestuario de estas presiones. El equipo jugó mal y empató en la Nueva Condomina. Más motivos para cargar contra la plantilla. ¿Cómo podría afrontar el vestuario los próximos partidos como local en un ambiente tan hostil en tan sólo tres días?
¿Casualidades?
Ya no sucedió nada. La grada, pero curiosamente no el fondo sur, la tomó con alguno de los señalados en el partido frente al Kayseri Erciyesspor turco. Sin embargo, el fondo sur del Calderón fue una balsa de aceite. En el partido ante el Racing la gente comenzaba con el run-run previo a la pitada. Mientras, los ultras sacaban fuego a sus manos de tanto aplaudir. Incluso, cuando Javier Aguirre sustituyó a Reyes, marcado por su pasado madridista, en el Calderón hubo una ovación atronadora.
¿Demasiadas casualidades? Basta con recordar lo que le sucedió a Kiko para no creer en ellas. ¿O no recuerdan el famoso ‘Kiko, cojo, muérete'?
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