A la vista de la cima se volvió a asustar. Como hace dos años, el Sevilla se quedó en el campamento base de los octavos. Ahí murió su expedición. Otra vez una ocasión desperdiciada después de un resultado prometedor. Todo apunta a que esta eliminación tendrá consecuencias a medio plazo. La grada señaló otra vez a su culpable: Manolo Jiménez.
Dos maestros de ajedrez con 11 fichas en el tablero, dos estrategas con sus fichas alineadas en cada casillero. Ni Sevilla ni CSKA acertaron con la apertura que le diera eso que para los maestros del milenario juego de mesa resulta tan trascendente: la iniciativa. Y es que los rusos planificaron el partido sin prisas ni riesgos mientras que los andaluces se echaron en los brazos de la velocidad de sus tres extremos.
Los moscovitas se agarraron a la calidad del nipón y del gigante Necid
Partida de tablas porque Renato y lo hombres de arriba originaron un desierto de 20 metros entre campo y campo. El equipo moscovita también quedó retratado en la construcción del juego. Al puñado de buenos jugadores de ataque por cada bando se le negó el balón. Demasiados semáforos rojos, mucho guardia de tráfico cortando el paso. En noches así el que mejor encuentra su sitio es Zokora. El africano recogió en su cesta todas esas pelotas insípidas que no iban a ninguna parte.
Honda se presentó a la media hora de partido como el primer contestatario a este viaje a ninguna parte. Ni de lejos ha tenido la publicidad que otros futbolistas japoneses, pero en la distancia corta gana respecto a casi todos sus compatriotas. Si en Moscú ya dejó una buena colección de disparos a puerta, ayer en Sevilla se apoderó del título de emperador de la eliminatoria. Su control orientado con el pecho envenenó un inofensivo saque de banda. Necid completó la maniobra con un magnífico regate y un mejor disparo.
La sacudida tuvo replica inmediata en una carrera generosa de Navas al saque de Palop. El niño no regala balones. Le buscó el fallo al defensa hasta que encontró el pase a Perotti. Fue el segundo tiro a puerta del Sevilla en toda la noche.
Un error de Palop en una falta lanzada por el japonés resultó decisivo
Honda redondeó su noche con una falta que dejó en carne vida a la grada. Aunque la pelota parecía inocente, Palop hizo una maniobra extraña. Su engendro de despeje de puños y agarre acabó en la portería.
Había tiempo. Media hora en el Pizjuán acostumbraba a ser toda una vida. La pesadilla a los rusos le resultó un sueño demasiado plácido. Esa marcha extra ya ha desaparecido, no existe nada de eso. La noche grande de Champions terminó el retrato. Le dio los últimos toques al cuadro de delanteros con el gatillo atascado. Estaban para partidos como este, para presumir de pegada. Ni una gota de los tres litros de cicuta. Ni la más mínima aparición de Negredo, Kanouté o Luis Fabiano, ni con los tres en el campo.
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