La segunda toma resultó la perfecta. Los personajes reflejaron en sus rostros toda la emotividad del momento. Abrazos, besos, lágrimas, confesiones al oído. La franquicia de Los Ángeles celebró la victoria sobre Boston Celtics en el definitivo séptimo partido de la final de la NBA con más sentimiento que la de hace un año en Orlando. Esta vez la fiesta fue en casa, en el encuentro definitivo, ante el rival que más placer produce ganar y después de un partido a cara de perro. Dos deudas quedan resueltas al fin. Una, la de la final de 2008 con esa derrota por 39 puntos en el sexto partido; y esa, todavía más hiriente, de fracasos en las cuatro ocasiones en que la final ante Boston alcanzó el último encuentro.
Pau Gasol consigue su segundo anillo de campeón en su tercera final consecutiva. Su botín de los últimos cuatro años sitúa la carrera del ala-pívot a la altura de los grandes: oro y MVP de un Mundial, plata, oro y MVP en Eurobaskets, plata olímpica y dos campeonatos de la NBA. El de Sant-Boi cumplirá en 17 días los 30 años en plena madurez física y competitiva. Desde el llanto en Japón, tras disfrutar desde el banquillo del triunfo de sus compañeros ante Grecia, en 2006, Pau había encajado con sobriedad las siguientes gestas. El jueves por la noche en el Staples Center volvió a tener un momento de flaqueza.
Fue la justa reacción a una de las noches más intensas de su trayectoria. Como cabía esperar, la suprema trascendencia de la cita taló cualquier brote de brillantez. El partido bailó entre emboscadas y colisiones. Las muñecas se agarrotaron para cualquier lanzamiento más allá de cuatro metros del aro. Cada canasta llegó después de circenses arabescos para sortear la defensa del contrario. Se alcanzaron los 93 tiros entre ambos equipos como respuesta lógica a esta dinámica tan errática.
Kobe Bryant sufrió ante esta atmósfera tan empalagosa. La defensa de los Celtics se programó con el objetivo de cercenar una de esas veladas heroicas de la estrella. En cuanto el 24 dejaba de botar saltaba el clic: ayuda desde el lado de balón. Jamás sintió un milímetro de libertad para armar con holgura su mecanismo de tiro. El escolta celebró su quinto título inmerso en una de sus peores noches en el lanzamiento. Aun así, fue coronado MVP de la final como premio a su rendimiento a lo largo de la serie.
Boston disfrutó de este baloncesto tan viscoso. De la mano de Rondo, y con los puntos de Garnett y Pierce, controlaron el partido hasta el último tramo del tercer periodo. En los Lakers sólo hay un jugador con habilidades para un partido con tantos grumos. Ron Artest usó sus manos rápidas para convertirse en el rey entre tanta jugada alborotada. Fue el trilero que mantuvo al equipo con vida en los peores momentos. Hasta entonces, la única buena noticia de los californianos era el rebote ofensivo.
Al inicio del tercer cuarto, la ventaja de los verdes era de 13 puntos. Phil Jackson, ya con 11 anillos en su carrera, obvió por un día sus técnicas de grupo y psicoanálisis. Con sólo tres minutos de juego después del descanso paró el partido con un tiempo muerto. Ahí comenzó a virar el rumbo de la final.
Lamar Odom atribuló a la defensa de Boston con su versatilidad. Gasol se aplicó en defensa y Fisher acertó con un triple capital que empató el partido (61-61) Los Celtics se apagaron en ataque en el tramo definitivo. Un movimiento académico de Pau en el poste y un triple de Artest colocaron el anillo muy cerca de los dedos de los amarillos
No hubo rendición de la otra parte, esta rivalidad no permite tal concesión por mucho que la suerte esté echada. Los Lakers ya podían celebrar su título perfecto.
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