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El futbolista que Jordi Évole no lleva dentro

ALFREDO VARONA

Quiso ser futbolista. Pero Jordi Evolé (Cornellá, 1974) no pudo ser futbolista. Lo intentó en el la Unió Esportiva Cornellà, el equipo que esta noche se enfrenta al Real Madrid en Copa del Rey (20.00 horas). Pero antes de que fuese tarde descubrió, en este mítico equipo del 'cinturón rojo' de Barcelona, que no valía ('era muy malo') y que esos sueños suyos del colegio, en los que tantas veces imitó ese penalti narrado por Joaquim María Puyal y parado por Urruti que dio la Liga 84-85 al Barça, se quedaban sin coartada. Fue entonces cuando Évole constató que la intuición de su madre, granadina de nacimiento, era algo más que eso. '¿Por qué preguntas tanto, niño?', le decía ella entonces y hoy el hijo que, además, ya es padre, le responde: '¿Ves cómo era para algo?'

No prosperó el futbolista, pero nació el reportero. Quizá porque, en realidad, uno no puede vivir de lo que no es. Además, no hay tantas vinculaciones entre un futbolista de masas y un reportero de masas. Hay algunas como pueden ser el número de seguidores en Twitter y hasta las audiencias, que en el caso de Évole han llegado a alcanzar casi los cinco millones de espectadores. No sólo eso, sino que él, el hijo de una charcutera y de un representante de muebles, piensa, como los futbolistas piensan del fútbol, que 'el periodismo tiene que ser incómodo, no puedes dejarte abducir'. Pero, a partir de ahí, hay enormes diferencias entre ese niño, que luchaba en los campos de Cornellà por ser como Laudrup o Stoichkov, y el hombre de hoy, el periodista que no usa gomina, no tiene miedo a la vanidad y se niega a pensar que 'con un programa de televisión pueda cambiar el mundo'.

Así es Jordi Évole. Un tipo exitoso que, en su manera de ser, se aleja totalmente del futbolista de éxito que pretendió ser. Le gusta comer de menú y tampoco es un tipo que entre al choque. Es su paciencia la que exaspera a sus contrincantes. No pasa tantas horas en la peluquería como los nuevos mitos del fútbol. Al contrario. Sale en televisión sin maquillaje y en la entrevista que lo hicieron en la revista Rolling Stone lo bautizaron como 'un Quijote que no mide más que un Sancho Panza' y le recriminaron, incluso, que 'su excesiva pinta de tipo normal le haga parecer inofensivo a primera vista'. Pero así es Évole, el chaval que populariza Cornellá con más fuerza que nadie, incluso que los Estopa o Jordi Alba, el lateral izquierdo titular de la selección. Ahora mismo, aparece Évole por encima de ellos, detallado a los ojos del mundo como un héroe sin capa y con camisa de cuadros al que sus entrevistados, a veces, le piden lo que ningún defensa debería atreverse a pedir a Messi: 'No me des mucha caña, me piden antes de grabar'. Pero una cosa es la frialdad de un plató y otra la calentura de una cancha.

Hay otros héroes aparte de los futbolistas en el mundo actual e, incluso, en una sociedad como la de hoy en la que Jorge Valdano ha dejado dicho que 'no hay más héroes que los deportistas'. La diferencia es Jordi Évole a través del humor y a través de esas preguntas en las que parte de una idea que no negocia: 'Es mejor pedir perdón que pedir permiso'. Tampoco le acompañan grandes deseos de riqueza. Ha dejado dicho que 'acumular dinero y cosas es de gilipollas' y, a diferencia de su admirado Messi, su pelota de fútbol es la palabra. Una palabra con la que defiende que 'un país más educado es un país menos corrupto' y no se defiende: 'No podría estar en ningún partido político. Me echarían por indisciplinado'. Otra diferencia más entre Évole y los equipos de fútbol, en los que los entrenadores ordenan tanta disciplina. Pero él es como Buenafuente. 'Jamás le vi echar una bronca'. Y, si hay que fiarse, es mejor hacerlo de lo que pasaba en su casa. 'Allí, el Telediario de las tres era sagrado'.

Así que hoy Jordi Évole no es la consecuencia del muchacho que jugaba en el Cornellà, sino del niño que nació para preguntar, para inventar con la palabra y para dejar su sello allá donde va. Incluso, en esa Unió Esportiva Cornellà, en la que la Sala de Prensa se llama 'Jordi Évole' como recuerdo de un tiempo que, naturalmente, existió y en el que él mismo descubrió cosas que ahora le pasan cara al público: 'En televisión, por mucho que te apliques y estudies, ¡jamás tienes garantía de aprobar el examen!'. Pero en el césped era de otra manera. En el césped imitaba los goles del Barça. Ahora, como periodista maduro y exitoso, asegura lo mismo que le dijo Ansón: 'Si pudiera entrevistar a Bin Laden, lo haría'. Algo que, por ejemplo, no hubiera podido decir si hubiera valido para futbolista y que demuestra que es preferible que uno viva de lo que, en realidad, es.


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