La Copa necesita noches como la de ayer en El Sardinero para revitalizarse. Épica a mansalva, una prórroga e incertidumbre hasta la agonía.Tanta, que Alcaraz, técnico del Córdoba, muletas incluidas, pretendió corretear para abrazarse a Luque, que ejecutó el penalti que clasificó a los andaluces. En la angustia de Alcaraz, cuando se veía eliminado, y en su carrera imposible, cuando se supo clasificado, se encierra el espíritu de la Copa. Los octavos se cobraron la primera sorpresa. Un Segunda se cargó a un Primera.

Corría el minuto 119 y el Córdoba lo tenía todo perdido. El Racing había sido el primero en apelar a la épica para remontar el 2-0 en contra que cosechó en la ida. Tenía la eliminatoria en el bolsillo con el 3-0 y aguardaba ansioso e intranquilo el final del partido. El Córdoba agotaba su última carga de fe. Un córner que remató Javi Flores. Se cruzaron las manos de Cristian y Delgado señaló el penalti, el adiós del Racing.

Hasta entonces, el débil pareció estar en Santander de turismo. El Córdoba renunció de inicio a la victoria y se dedicó a esperar el final del partido encomendándose al desatino local. Por su parte, el Racing salió enchufado al choque y demostró con su actitud que de verdad quería seguir en la competición. Primero Iván Bolado, en un gol a base de corazón, y más tarde Kennedy y Edu Bedia, este en la prórroga, hicieron parecer que al final se impondría la ley del más fuerte.

Sin embargo, esta vez el destino tenía un desenlace dramático para el Racing, que encajó el gol de la eliminación sin tiempo de reacción. El fútbol no fue justo con el más grande ayer.