MADRID.- Su corazón se aproxima a lo ilegal, a las 200 pulsaciones por minuto. Una tarde más, la sesión ha sido brutal y él, Carlos Mayo, se lo recuerda a Toni Abadía, ilustre compañero de entreno en la pista de Zaragoza. “Toni, ¿te das cuenta de que esto ya no es sano o de que esto es enfermizo?” Pero ya no hay posibilidad de volver atrás ni de prometerse que esta será la última vez, “porque no lo va a ser, este sufrimiento nos encanta. Nos abre la puerta a mejorar o a ganar nuestra propia guerra”, explica Carlos Mayo, un joven de 20 años, de reputación paciente y expediente envidiable.
Acaba de terminar el tercer curso de Medicina, con una media superior a 7, y hoy viaja con la selección española al Europeo de Amsterdam, donde competirá en los 5.000 metros “con la idea de quedar entre los diez primeros”. Pero el deseo de esta conversación no es el de explicar una medalla, sino una vida, la que une a atleta y estudiante de una carrera como Medicina en la que él, sin embargo, va a curso por año. El tiempo no sirve de excusa. “Nunca suspendí una asignatura para septiembre”.
"Yo nunca me quedé una noche en vela estudiando. Para la última hora de la tarde, cuando empiezo la segunda sesión de entrenamiento, ya lo he de tener todo aprendido"
Al fondo asoma una vida que parece invadida por el sacrificio. “En época de exámenes, es verdad que voy agobiado a todas partes, pero ¿hasta qué punto eso es sacrificio?”, se pregunta él. “La clave está en la organización, en no dejar las cosas para el último día. Si se quiere, se puede. Yo nunca me quedé una noche en vela estudiando. Para la última hora de la tarde, cuando empiezo la segunda sesión de entrenamiento, ya lo he de tener todo aprendido, porque, en realidad, se trata de administrar el tiempo a tu favor”.
Hijo de farmacéuticos por padre y madre, que trabajan en el hospital militar de Zaragoza, Mayo, ocho veces campeón de España, no retrata una excepción. “La excepción, en todo caso, sería que soy muy sufridor. Uno de esos tipos raros a los que le gusta sufrir. Me gusta vivir con el tiempo justo, salir corriendo desde el portal de casa. A veces, cuando tengo la tarde libre, yo mismo me doy cuenta. De forma inconsciente veo que lo dejo todo para el final”. Así que es mejor ser fiel a uno mismo o a las 200 pulsaciones de tu corazón que, además, radiografían tu vida. “He hecho deporte desde que nací, hasta equitación”, añade él, que apunta a traumatólogo en el futuro.
Mareca, el hombre prudente
Hoy, en un deporte tan limitado en el horizonte como el atletismo español, Mayo explica su razón de ser. “No estoy aquí pensando en el dinero. Si llega, lo aceptaré: una cosa es el romanticismo; otra, la tontería. Si llega, además, significará que lo he merecido y que todo el mundo tiene derecho a recoger lo que merece. Pero ahora me conformo con ser feliz, con estar aquí. Por eso no se trata de establecer prioridades, sino de hacer lo que me gusta”, insiste reforzado por algo que no tiene precio, la juventud.
"No estoy aquí pensando en el dinero. Si llega, lo aceptaré: una cosa es el romanticismo; otra, la tontería"
Esa juventud en la que lo democratiza todo, hasta las páginas de los libros de Medicina. “No me dedico a memorizar, sino a comprender. Prefiero saber cómo funciona el cuerpo humano a explicarlo como una máquina, porque es lo que luego me piden en los exámenes, que son tipo test. Aquellos tiempos, en los que me mandaban aprender todo de carrerilla, ya se acabaron en Selectividad”.
En realidad, son los nuevos tiempos en los que tal vez sea mejor pensar que obedecer. “No lo sé, pero sí sé que el atletismo me ha enseñado a escuchar a mi cuerpo. Formo parte de un grupo de gente en el que nuestro entrenador, José Luis Mareca, prefiere a los hombres prudentes. Si un día hay que pisar el freno, no pasa nada: el cuerpo te lo agradecerá. El cuerpo, en realidad, no se equivoca nunca. Yo mismo este año tuve una lesión en una tibia, una periostitis, pero ¿cómo no te va a pasar nada con la de miles de kilómetros que uno hace al año?”
"Si dejase de correr para estudiar, no sería como soy. Nada, imposible. Crecí corriendo. Estoy madurando corriendo"
Pese a todo, el médico, en el que se va a convertir Carlos Mayo, sigue sin oponerse a nada. “Si dejase de correr para estudiar, no sería como soy. Nada, imposible. Crecí corriendo. Estoy madurando corriendo. Fue la vida que he elegido y ya no puedo ni quiero tener otra. A veces, me doy cuenta cuando estoy en la universidad y me pregunto, ‘Carlos, ¿acaso tú estás disfrutando realmente de la vida universitaria? Esto es más que aprobar unos exámenes, ir a clase o sacar un título”.
La respuesta, que entonces él se da a sí mismo, es que no. “No, porque no puede ser; aquí la gente come lo que le apetece, sale de fiesta cuando terminan los exámenes, pasa tiempo en la cafetería, va a la piscina en verano y yo, sin embargo, voy a entrenar y cuando termino de entrenar a descansar porque, si ha sido muy duro, las piernas están ultraagarrotadas, pero ¿qué voy a hacer? ¿voy a quejarme por eso? No, al contrario, hay sueños de mi vida que están muy unidos a vivir así. Quise ser atleta y lo soy; quise ir a un gran campeonato internacional y voy a ir y, aunque ahora no vaya a ser medallista, ¿quién me dice que no pueda hacer algo grande? ¿Quién se lo iba a decir a Gales en la Eurocopa?”. Una pregunta que, en realidad, tiene todas las respuestas posibles como le dice Toni Abadía, campeón de España de cross, al joven Carlos Mayo cuando nadie les escucha en Zaragoza. “El atletismo es la mejor forma de vida que conocemos”.
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