Si dudas, estás muerto. El Barça puso en práctica esta premisa durante 50 minutos, pero se olvidó de ella al final. Arrancó el partido con decisión, mirando de frente y lanzando a puerta cada vez que veía un hueco franco. Los azulgrana pronto disfrutaron de dos goles de ventaja (4-2, minuto 4) y jamás perdieron la supremacía en el marcador en toda la primera parte. Su mayor diferencia llegaría en la segunda mitad (25-19, minuto 42), una renta de seis goles que hacía pensar en una retirada de oro para David Barrufet. Durante la mayor parte de la final, los alemanes se mostraron más flojos que en la semifinal del sábado. Chocaban una y otra vez con una defensa bien armada, concentrada y sin fisuras. Incluso el checo Filip Jicha, un jugador monumental, encontró ayer muchos problemas. Más tarde remataría el partido. Anotó 11 goles.
El Barça marcaba el ritmo del partido. La potencia de Rutenka y la precisión de Juanín García eran letales. El Kiel se veía obligado a alimentarse de las jugadas a balón parado. Incluso se planteó el cambio de portero. Pero enmendaron el error. Sentaron a Omeyer y tuvieron que rescatarlo con urgencia. El Barça no tenía ese problema. Barrufet estuvo acertadísimo en su acto final. Pero también Saric, el hombre que se adueña de la portería del Barça desde hoy.
Precisamente la reacción del Kiel estuvo apuntalada en su portero, Thierry Omeyer, un alsaciano que cuajó en el Montpellier y ha madurado en tierras alemanas. Ya ganó en 2007 la Liga de Campeones con el Kiel, pero en su palmarés brilla más otro trofeo. Es el actual campeón olímpico. Sin embargo, Barrufet criticaría a Omeyer por sus 'feos gestos' hacia sus rivales. 'Es un gran portero, pero uno de los peores deportistas que he conocido', dijo el español. El francés terminó en una gresca con los azulgrana.
Omeyer protagonizó cuatro paradas consecutivas a nueve minutos del final. El Barça pasó de ganar 28-26 a perder 30-29. Y empezó a titubear, a dudar antes de disparar. Así perdió el partido, por no creer en los impulsos, en la visión del hueco. Jugar al balonmano es como lanzar jabalina. Hay que creer en el trallazo del hombro.
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