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El Atlético hace terapia

Los rojiblancos encuentran en el Celtic al mejor psicólogo para convertirse en un equipo maduro y valiente. Un gol de Arda Turan clasifica a los de Manzano para los dieciseisavos

ALFREDO VARONA

El Atlético fue al psicólogo en Glasgow. Fue una cita gratuita. De repente, se convirtió en un equipo maduro y valiente. Ganó lejos del Calderón tres meses después. Lo hizo sin historia en un escenario mítico, donde Arda Turan casi rompió la pelota. Lo hizo en el gol, un derechazo de cuatro rombos. No le importó que hubiese niños o ancianos en la grada. En Turquía los partidos se ganan así, sin permiso de nadie. Por eso pegó a la pelota como si fuese el fin del mundo. Mandó el balón a las fuerzas aéreas y casi rompió la cabeza de Kayal. El defensa, sin embargo, salió ileso del accidente.

Antes de pensar en el equipo, lo hizo en sí mismo. O tal vez en las gruesas manos de su portero y por eso se agachó. El caso es que el daño fue irreparable. El portero no hizo de héroe. Luego, sí compensó errores y añadió meritorias paradas a su biografía. Kayal ni siquiera eso. Siguió tratando al balón como una piedra, incapaz de retener toda su energía. Nada nuevo bajo la lluvia de Glasgow. Hace siglos que esa hinchada se acostumbró a gente de este tipo. Por eso anoche se pensaron que Salvio era un extraño, un pariente de Maradona, si acaso.O un africano con eso de que tiene la piel tan morenita.

Los escoceses fueron un tren de mercancías, sin materia prima

La realidad es que Salvio no hizo gran cosa. Pero cada vez que tocaba el balón en su pierna derecha fue el sumo, un viaje a las universidades, un saludo cortés. Loca academia de policía. Y, por lo tanto, barrió de su lado a esos prehistóricos defensas del Celtic que, antes de pensar, meten el pie e infringen las leyes del ridículo. Salvio, sin embargo, no es así. Para él, el cielo puede esperar. Primero está lo que pasa en la hierba. Por eso antes de buscar el regate, prepara la jugada con el cerebro.

Así que dio igual que le siguiese Mulgrew, Ledley o cualquier muchacho escocés de una taberna escocesa. La mayoría serán más altos que él, tendrán los pelos más rubios, las pieles más blancas y quizá más calorías en el estómago. Pero eso no garantiza nada. Son carne de cañón. Talento no tienen, y al fútbol se juega con talento. Y fue esa la diferencia que se delató en Celtic Park.

El de Glasgow fue un partido entre dos mundos, norte y sur, ayer y hoy

Fueron dos mundos, norte y sur, ayer y hoy. Fue el Celtic un tren de mercancías, un equipo sin materia prima. Excepto Samaras o Ki, el resto son futbolistas industriales. O están rapados o tienen una abundante melena, no existe término medio. En sus botas habita la Edad de Piedra, un fútbol que se dejó de jugar en los años veinte. Sus espaldas son portentosas y al balón le pegan durísimo. Pero eso no concursa.

Así que el partido tuvo el misterio que consintió el Atlético, que no fue mucho. Quizá la primera media hora en la que Courtois se hizo de respetar. El resto perteneció al Atlético, que no jugó en territorio hostil. Al contrario. Tuvo tierra para correr y futbolistas misteriosos. Algo que apenas se conoce en Glasgow.

Celtic: Forster; Matthews, Majstorovic, Ledley (Mulgrew, m. 37), Loovens; Ki Sung, Kayal, Wanyama (Hooper, m. 46), Samaras; Stokes (Brown, m. 75) y Forrest.

Atlético: Courtois; Perea, Godín, Miranda, Filipe; Mario Suárez, Gabi (Assunçao, m. 90); Salvio, Diego, Arda Turan (Juanfran, m. 79); y Adrián (Falcao, m. 67).

Gol: 0-1 M. 29. Arda, con un derechazo lejano.

Árbitro: Braamhaar (HOL). Amonestó a Majstorovic, Ki Sung, Gabi, Miranda y Perea.

Celtic Park: 35.000 espectadores.

 

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