Ayer era uno de esos días para que descansara Pau. Para que Rudy Fernández jugase unos minutos sin la necesidad de tener que reivindicar un liderazgo. Para repartir minutos desde la anécdota. Porque jugar ante Gran Bretaña siempre ha sido una especie de bálsamo. Una transición hacia otros estadios en los que nunca ha aparecido un acento de las Islas. Un compadreo de vestuario con el que fijar la diferencia final en el marcador.
Sin embargo, en esta realidad antinatura en la que está instalada España, el triunfo ante Gran Bretaña se convirtió en el imperativo para evitar la debacle, la ruina y el ridículo. El miedo apareció, a falta de seis minutos, cuando un triple de Sullivan negoció la primera ventaja para Gran Bretaña (66-68) de todo el partido. Fue el momento de olvidarse de todo. De esa excelencia que pregona España pero que cada día que pasa le es más difícil mantener. Un intangible que parece haber huido de un grupo enfadado con sus virtudes. Sólo entonces, cuando la mejor generación de la historia coqueteaba con el terror, asomó la intensidad. Una canasta de Rudy y un triple de Pau recondujeron la situación (74-73, min. 37) cuando las continuas rotaciones de Scariolo habían agotado la pólvora.
Fueron tres minutos de un sufrimiento inusual para un grupo que parece estar trasmutando sus roles. Una selección que no se encuentra, que no transmite y que parece necesitar algo más que una victoria para abandonar esa travesía por el desierto en la que está asumida.
El sufrimiento final fue la moraleja de un partido que apenas atisbó síntomas de mejoría en el primer cuarto. Por instantes, la intensidad defensiva es la que se presupone a este equipo. La zona incomodaba a una Gran Bretaña (12-2, min. 4) que se acomodaba bajo la batuta de Mensah-Bonsupara intentar ofrecer su mejor versión. Sin embargo, no lo conseguían porque España, guiado por Pau, se empeñaba en la catarsis. Poco duró la reivindicación de los de Scariolo.Pronto cayeron en ese ritmo mortecino de imprecisiones, de no saber qué hacer con el balón cuando llega a la zona contraria que tanto está desdibujando la imagen de España.
Con Navarro anulado para los tiros, Claver, Felipe y Pau se encargaron de no alimentar las esperanzas británicas en el segundo cuarto. Sin embargo, el grupo seguía sin sensaciones. El recurso al cambio continuo de bases no alteró el mal funcionamiento de la circulación española. Una circunstancia que pudo acabar en tragedia.
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