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'La zona de interés', una película devastadora y terriblemente oportuna sobre la capacidad del mal

Jonathan Glazer firma esta adaptación libre de la novela de Martin Amis. Gran Premio del Jurado en Cannes, la película sirve de espejo para descubrir cuánta maldad y capacidad de violencia hay en el interior de cada ser humano. El filme estuvo presente en el Festival de San Sebastián.

La actriz Sandra Hüller en una escena de la película 'La zona de interés', Jonathan Glazer.
La actriz Sandra Hüller en una escena de la película 'La zona de interés', Jonathan Glazer.

El Holocausto no fue una anomalía y los nazis eran personas normales que se convirtieron en asesinos en masa. La certeza de tal convicción provoca un malestar casi físico, mucho dolor y una profunda angustia. La zona de interés, de Jonathan Glazer, Gran Premio del Jurado en Cannes, es devastadora y una de las películas de ficción más terriblemente oportunas de los últimos decenios. Desgraciadamente, el genocidio en Gaza hoy lo corrobora.

La pregunta nunca debió ser cómo esas personas pudieron hacer algo tan espantoso. La verdadera cuestión es ¿cuánto cada uno de nosotros nos parecemos a ellos? Glazer, en esta adaptación libre de la novela de Martin Amis, retrata la maldad extrema del ser humano, su disposición para la violencia y, sobre todo, la capacidad de disociación de los crímenes cometidos.

El comandante del campo de concentración de Auschwitz, Rudolf Höss, y su mujer, Hedwig, viven en una casa separada del horror solo por un muro. Allí trabajan para construir un hogar ideal para ellos y sus hijos. No hay una sola imagen del campo, ni sangre, la violencia no existe para los ojos del espectador, pero ahí está el sonido de la monstruosidad, una atrocidad que casi puede olerse.

Representar el infierno

"No había ningún deseo por mi parte de recrear ningún tipo de atrocidad o recrear la atrocidad visualmente con extras y actores. Tenemos esas imágenes en nuestra mente, no necesitamos recrearlas, así que el diseño de sonido (obra de Johnnie Burn y Tarn Willers) tenía que ser realmente bueno, necesitaba representar el infierno, todo el tipo de horrores que uno esperaría escuchar si estuviera en ese jardín separado de aquello solo con un muro", afirmó Glazer en una rueda de prensa internacional. El sonido de La zona de interés ha ganado el Premio del Cine Europeo (Johnnie Burn, Tarn Willers).

"Todo lo que se escucha en la película es real, pero está reapropiado. Es tan riguroso y minucioso como la edición de la imagen". Son grabaciones realizadas durante meses en calles alemanas por el equipo de sonido, "gente en apuros, alguien gritando, podría ser alguien gritando, pidiendo un taxi a las tres de la mañana… pero el sonido, la calidad de ese sonido, reapropiada en este paisaje sonoro se vuelve, real".

Tan real como la luz de la película, en la que no existe luz artificial. "Hay una imagen roja de la luz de la chimenea de un crematorio que brilla en el dormitorio de la suegra de Hedwig Höss, esa es la única toma en la que se utilizó una luz de película", confirma el cineasta, que añade: "Ello era para servir a la autenticidad de lo que estábamos haciendo, para evitar el tipo de convenciones cinematográficas y el fetichismo o glamour que puede traer eso a los personajes".

La sacralización del Holocausto

"La película, creo, es una fuerte advertencia", dice la actriz Sandra Hüller, coprotagonista de la película junto a Christian Friedel. Dos intérpretes que, cuando recibieron la oferta, se mostraron reacios a encarnar a estos nazis.

"Creo que fue porque les habían pedido muchas veces antes que retrataran a los nazis y ambos tenían una antipatía real, con razón, y pensaban que cuando alguien se pone un uniforme de las SS, se produce un sentimiento de empoderamiento", explicó el cineasta. "Entendieron que no habría fetichismo en ello, todo lo contrario, cuando les expliqué el objetivo de la película".

"La película tenía que servir como una lente del siglo XXI para hablar de la capacidad humana de violencia y de la que tenemos como especie, y también la familiaridad de estos perpetradores".

La zona de interés es un impresionante trabajo hecho para liquidar lo que la filósofa británica Gilliam Rose calificó como "la sacralización del Holocausto".

"Cuando se convierte en el reino del mito o cuando se cuenta como una especie de mal que descendió del cielo, sabes que, en última instancia, es una forma de sellarlo, es una forma políticamente conservadora de pensarlo y esperábamos que al vestirlo de esta manera podríamos ver un espejo de nosotros mismos en él", declara el productor James Wilson, que ha trabajado mano a mano con Glazer en este proyecto durante años.

Indiferencia y complicidad

El Holocausto no terminó con la II Guerra Mundial, continúa hoy en otras formas. Eso lo que defendió el filósofo Günther Anders y lo que apoya esta película.

"Hay una urgencia en una esperanza tanto como una advertencia", dice Glazer. "Intentamos ver a estas personas como si fueran nuestros vecinos, no son más misteriosos o inusuales que nuestros vecinos, se trata de nuestra capacidad de violencia, nuestra indiferencia, nuestra complicidad, nuestra disociación a los horrores del mundo para proteger nuestro propio estado de ánimo, nuestra propia seguridad y nuestro lujo, y lo que elegimos para permitirnos ese lujo".

"Esas son las preguntas que esperábamos que la película le hiciera a su público y hablar de nuestra relación con la violencia, la opresión y la injusticia que les sucede a otras personas ", añade el productor.

"Se trata de hacerse la pregunta de cómo curamos este mundo, no a nivel familiar y de amigos, sino socialmente, políticamente. ¿Qué es la empatía selectiva? ¿Hay alguien como grupo, socialmente, políticamente excluido de tu empatía?".

"La película no quiere preguntar si somos como los nazis, no se trata de equivalencia moral o ética, eso sería reduccionista. A los personajes de la película sí les importan las cosas, se preocupan por su familia, tienen un sueño, tienen una vida interior, cuidan a sus hijos. Y luego Rudolf Höss se pone a trabajar y asesina familias, las destruye, las separa. Ellos son un ejemplo de extremistas de empatía selectiva, pero la empatía selectiva está en todas partes a nuestro alrededor ahora y antes. Creo que tendemos a mirarnos como víctimas y miramos a los demás como perpetradores, y eso no nos lleva a ninguna parte", concluye James Wilson.

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