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Cuando ZeroZeroZero fue presentada en el pasado Festival de Venecia con la proyección de los dos primeros episodios, Roberto Saviano se mostró convencido de que de tener una bolsa de cocaína allí mismo esta sería mucho más fácil de colocar que una con diamantes. Fue su manera, muy gráfica por otra parte, de resumir el valor de esta sustancia en el mercado y de cómo es, a su juicio, uno de los motores de la economía mundial.
La novela del autor de Gomorra ha sido convertida ahora en serie por Stefano Sollima, que ha contado con los guiones de Leonardo Fasoli, Mauricio Katz y Stefano Bises. Él, Sollima, dirige los dos capítulos vistos antes del estreno de mañana en Amazon Prime Video.
Los otros seis, a razón de tres por cabeza, han contado tras la cámara con Janus Metz y Pablo Trapero. Decía este último en las entrevistas promocionales concedidas en aquel festival que no ha sido una adaptación sencilla y que lo que se ha hecho ha sido mantener el alma de la misma y convertirla en un relato audiovisual.
El resultado es el de una serie sobre la cocaína que, como ya hiciera antes Narcos, se centra en quienes mueven el negocio y no en quienes la consumen y el daño que esta genera en el último peldaño de la cadena. Sin embargo, a diferencia de la de Chris Brancato y como en Gomorra, los personajes de Saviano son ficticios, aunque como ellos haya muchos con nombres y apellidos en el mundo real.
Además, no se queda en la producción, en el origen sudamericano del cultivo, sino que se adentra en todo el imperio económico más allá de la base. ZeroZeroZero, que toma su nombre del nombre que se le da a la coca más pura, plantea un relato de proporciones internacionales en tres estadios: compradores, vendedores y distribuidores.
La historia arranca con los primeros, los compradores, en Calabria (Italia). Allí, el patriarca de la familia dedicada al negocio de la droga se esconde en un búnker en la montaña para no ser encontrado ni siquiera por sus más allegados. La suya es la trama de la lucha de poderes y ego entre el abuelo caído en desgracia y el nieto que no comparte la visión empresarial de otra generación. Stefano La Piana (Giuseppe De Domenico) y Don Mino (Adriano Chiaramida) encarnan dos formas de ver ese mundo. Pasado y futuro cara a cara.
ZeroZeroZero versa sobre el poder, el que da estar en la parte más alta de la pirámide económica y de ser intocable.
Los vendedores se encuentran en Monterrey (México), donde una familia, principalmente, lo controla todo mientras los agentes intentan acorralarles. En la trama mexicana es en la que se ve la lucha de las autoridades por cercar a quienes comercian con la cocaína y lo infructuoso de su esfuerzo.
Son tantos los intereses en juego y tal el nivel de corrupción dentro de quienes deben llevar a cabo las detenciones que ‘cazar’ a los responsables se torna imposible. Y en su territorio es donde se dan las escenas de acción de ZeroZeroZero, las persecuciones en coche y a pie de los soldados y ese tiroteo con cuyo final se compone la primera escena.
La serie de Sky y Amazon abre con Gabriel Byrne tirado en el suelo, herido, entre cristales rotos y casquillos de bala, mirando al cielo y con una voz en off que lanza un discurso sobre ser valioso, sobre lo que se tiene que ofrecer, el respeto… y, sobre todo, el poder. Porque al final, como bien decía Saviano, ZeroZeroZero versa sobre el poder, el que da estar en la parte más alta de la pirámide económica y con la certeza de ser intocable.
Desde ahí arriba se mira a los demás con superioridad, porque se está (o se cree estar) por encima de la ley y se es consciente de que, en el fondo, no interesa acabar con un negocio que mueve más de lo que se ve a simple vista.
Hay una frase del personaje de Byrne, quien da vida a Edward Lynwood, que define muy bien su función como distribuidor de cocaína. "Somos ingenieros de la economía mundial", sentencia. Una definición certera de lo que supone su parte del pastel al frente de una naviera que se encarga de transportar, desde su sede en Nueva Orleans (Estados Unidos), la droga vendida en México y comprada en Italia.
Son el enlace, el eslabón necesario para que la cadena funcione y el que, en teoría, menos se ensucia las manos. Al frente del clan Lynwood, el patriarca y su hija Emma (Andrea Riseborough), personaje que sirve para reflejar el machismo intrínseco de este mundo. Ese en el que, pese a las reticencias de su padre, acabará entrando su hijo menor y enfermo, Chris (Dane DeHaan).
Estos tres son los puntos de los que parte una serie que ha sido rodada en localizaciones de México, Italia, Senegal, Marruecos y Estados Unidos para alcanzar la visión global que buscaba. El primer episodio está destinado a presentar a todos sus protagonistas poniendo en valor cuál es su papel en la cadena de comercio y las luchas internas que existen en cada escalón, ya sean estas dentro de la misma familia o contra quienes intentan tumbar el negocio.
El segundo está más centrado en hacer arrancar la trama que recorrerá el resto de los episodios. Así, la mayor parte de su metraje transcurre en México hasta que pone en marcha ese barco cargado de coca al que seguirá de aquí en adelante para dar una idea del funcionamiento de una organización comercial bien engrasada en la que se mueven millones de euros.
Fasoli y Katz han explicado que para adaptar la obra de Saviano no se han limitado solo al material existente entre sus páginas, sino que también mantuvieron durante dos años entrevistas con multitud de fuentes relacionadas con este mundo. El objetivo de esta serie, como lo fue el del libro, es hacer un retrato desde la ficción del mundo de la cocaína y su comercialización. Lo que se ve de entrada es todo eso que se presupone que hay dentro y que se ha visto y leído ya antes: violencia, luchas, traiciones, sobornos, corrupción, dinero… No aporta nada nuevo al género, pero está bien armada como serie en su inicio.
Y, eso sí, que nadie espere aquí un ‘bueno’, un ‘héroe’. Para los personajes de ZeroZeroZero no hay salvación posible por mucho que algunos de ellos se den golpes en el pecho en misa y sean, o digan ser, creyentes. El único que no está cubierto de la mugre propia del tráfico de drogas es el personaje de Chris, pero, visto el camino que decide tomar y que, por otra parte, ansiaba tomar desde hace tiempo, nada hace augurar que acabe bien.
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