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Ya está aquí la fiebre del pincho

Los cactus se han convertido en las estrellas de las terrazas españolas

PAULA CORROTO

Ni orquídeas ni potos. Es la hora de los cactus. De esas plantas, diminutas y enormes, con espinas y rellenas de agua a las que tan al pelo les viene ese nombre científico de ‘suculentas’. Crasas, raras, y que no dejan indiferente.

El furor que causa esta planta originaria del continente americano lo conocen bien en la tienda Cacto-cacto, regentada por Tina Rubio desde hace cinco años (Fernando VI, Madrid). “Hay mucho interés. Nos llega gente de todas las edades que las buscan con fines decorativos. Prefieren sobre todo los cactus más grandes, los que pueden llegar a medir hasta metro y medio”, afirma la dueña.

La misma opinión tiene Joaquín Lozano, del vivero Aztekia, en Castellón: “En el último año hemos tenido que ampliar la superficie del vivero un 13% porque no dejan de pedirnos cactus”.  

Fiebre en Internet 

Y si se le echa un vistazo a Internet, las proporciones que alcanza esta espinosa fiebre casi se salen del tiesto. En eBay se encuentran cientos de cactus a partir de dos dólares, aunque pueden llegar hasta los 600.

En España son muchos también los que han desarrollado una web para la compra y venta de semillas ‘suculentas’. Eso sí, aquí se está empezando, pero en países como Alemania y Suecia, el cactus se ha vuelto una planta cuasitotémica.

Una planta para el que no puede tener plantas 

¿A qué se debe esta jubilación del geranio por el tallo espinoso?  “A nuestra vida actual. No tenemos tiempo para nada y el cactus es una planta que apenas necesita cuidados. No hay casi que regarla y aguanta todas las temperaturas”, explica Joaquín Lozano. Eso sí, avisa del peligro de las heladas: “Si hay mucha humedad no hay que dejarla en la terraza”.

Por último, se habla de su capacidad para expulsar de nosotros las malas vibraciones. Sea cierto o no, lo que es seguro es que el español urbanita ha encontrado en el cactus lo que sus madres vieron en la orquídea. Y con ventajas añadidas: casi no hay que hacerle ni caso y te puede acompañar toda la vida.

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