madrid
Actualizado:El escritor y periodista Víctor Parkas (Sant Boi de Llobregat, 1990) se despide matizando: "No soy un especialista en género, quiero dejar esto claro, no es mi intención sentar cátedra ni capitalizar nada, sólo soy un humilde narrador". En efecto, Parkas es un "humilde narrador", que no es poco en los tiempos que corren, un plumilla que se ha sacado de la manga un libro necesario. Game boy (Caballo de Troya) indaga en "las masculinidades tóxicas" y lo hace a través de un puñado de relatos irreverentes y lúcidos a partes iguales, una mirada pop con la autoficción por bandera que se lee en un suspiro y te inquiere sin moralinas.
¿Por qué cree que los hombres han escrito o reflexionado tan poco –al menos en nuestro país– sobre esta nueva ola feminista?, ¿es miedo, pudor, nada que decir? Entiendo que ser hombre y ser feminista pasa inevitablemente por reconocernos como opresores…
Creo que los hombres no deberían percibir el feminismo desde una posición principal o propositiva, es una lucha que deben articular las mujeres. Resulta obvio que hay un vacío importante en cuanto a hombres heteros reflexionando sobre este tipo de cuestiones, no sé si por pudor o por una delegación de funciones en los colectivos LGTBI. En todo caso, sí es cierto que la perspectiva de género no es algo habitual en los narradores heterosexuales.
Lo hace además desde el yo, ¿por qué elige lo confesional?
Es una cuestión de educación sentimental. Mis lecturas siempre se encaminaron hacia la autoficción, gente como Robert Crumb o Julie Doucet han sido muy importantes en mi formación como lector. De todos modos lo he subtitulado Un libro de ficción, ensayo y privilegio porque tiene mucho de ficción también; hay secuestros y sexo en festivales de música, algo que yo jamás he experimentado, pero en cambio meto otras aventuras que sí he podido vivir.
¿Qué lugar cree que debe ocupar el hombre dentro del feminismo?, ¿dónde situarse?, ¿desde dónde ayudar o acompañar?
El feminismo, al final, es una perspectiva o al menos así lo entiendo yo, como una manera de ver las cosas. Si hablamos de activismo feminista, creo que a nivel logístico el hombre debe quedar detrás, ayudando desde las cosas grises y aburridas; las no visibles dentro del activismo. Me refiero, por ejemplo, a los cuidados –ya sea de niños o de mayores–, para que así nuestra compañera pueda alargarse en una asamblea o irse a una manifestación. Por otro lado, creo que es muy importante no delegar en las feministas la pedagogía sobre cómo proceder. No creo que en su deber esté hacer pedagogía personalizada y responsabilizarlas de una suerte de atención al cliente del feminismo.
Yo creo que el hombre feminista o el hombre que se dice feminista –figura a la que este libro pone en entredicho– lo que debe hacer es leer mucho, hacerse muchas preguntas y no dejar de hacer ninguna de las dos cosas. A nadie se le entrega un carnet de aliado feminista, como a nadie se le entrega ningún tipo de galón para erigirse como tal, se trata de una mirada en constante evaluación.
¿Cómo ha recibido este libro el machirulo medio?
Ha habido algo de ruido en contra. Para mí, en cualquier caso, es importante guardar el mismo respeto por una persona que ha reaccionado de forma airada tras leer apenas un párrafo de mi libro, que aquella que se lo ha leído entero y le ha gustado. Soy muy consciente de que cuando escribes algo pones una serie de ideas en circulación y que esas ideas tienen que dialogar libremente con cada persona. Dicho de otro modo; yo no me voy a poner paternalista con nadie diciéndole que no han entendido esto o aquello.
Pero siempre se puede tergiversar lo que uno trata de decir...
Creo que cuando hablamos de teorías o de lo que atañe a lo ideológico lo importante no es tanto si es verdad o mentira lo que uno dice, sino la idea que tratas de transmitir te abre frentes de libertad, te abre distintos caminos para articular cosas diferentes. En todo caso, este libro no es un programa político ni pretende serlo, este libro es un híbrido entre el ensayo y el relato, creo que en cierto modo pone en duda la figura del columnista en el Estado español, parece que siempre tiene que sentar cátedra y si no lo entiendes es que eres imbécil. Yo defiendo que si mis ideas te violentan o si el libro te violenta, y de alguna manera das tus razones, he de asumir esa crítica.
¿Cómo se enfrenta o dialoga con sus referentes culturales cuando los revisita después de esta ola feminista?
No es una extirpación que me haya dolido mucho porque mi lógica de revisitación no es por placer, sino que lo hago por trabajo, es decir, cuando tengo que escribir un texto sobre un contenido específico que he de volver a ver, leer o escuchar. En todo caso, creo que es muy interesante acercarte a las cosas que te han gustado localizando los problemas que ahora consigues percibir y antes no. Esto es algo que les pasa mucho a los padres cuando vuelven a ver pelis de Disney o de animación clásica. Si estás interesado en temas de género, por ejemplo, pronto te das cuenta de hasta qué determinados planteamientos te chirrían mucho. No le podemos pedir a una peli de John Ford que pase el Test de Bechdel, pero podemos centrarnos en otros aspectos que nos llamen la atención a nivel técnico. Todo el arte tiene derecho a ser expresado, pero no todo el arte es inocuo o viene de posiciones inocuas o progresistas por el simple hecho de ser arte.
¿Dónde se sitúa en ese debate –a veces ardiente– sobre los que consideran que las políticas de la identidad son el principal enemigo de la izquierda y los que, al contrario, las reivindican?
Te doy dos datos. Cuando entra Vox en el Parlamento andaluz con 12 escaños, hubo parte de la izquierda que se lamentaba de cómo era posible que sólo Vox hubiera hecho campaña electoral en barrios depauperados de Andalucía como las 3000 viviendas, barrios por los que la izquierda no apareció. Cuando se constituye la Cámara andaluza la manifestación más frontal y multitudinaria viene del feminismo. Creo que en este caso la respuesta en la calle la ha dado el feminismo, no la izquierda tradicional. Si esta izquierda se queja de los cauces más identitarios pero no consigue articular una respuesta callejera que plante cara a la ultraderecha, se estaría quedando en el plano de las ideas y del columnismo un poco cómodo.
Es importante ver lo que pasa en la calle y no tanto lo que nos imaginamos que debería pasar en la calle. Al final, lo que está ocurriendo es que es obvio que el capitalismo está instrumentalizando ciertas luchas y ciertas ideas, pero como ha rentabilizado el rostro del Che Guevara.
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