madrid
"Aquí se entra por la puerta, pero se sale por la chimenea", le dijeron los nazis a Sarah Lichtsztejn-Montard en cuanto entró en el campo de concentración de Auschwitz. Era una adolescente, había pasado dos años escondida, pero finalmente la descubrieron y su madre y ella fueron deportadas de París en 1944. Un día vio en la puerta de uno de los barracones a Anna Frank, "nos sonreímos". Sarah sobrevivió, Anna murió de tifus en el campo.
Es uno de los estremecedores testimonios de supervivientes de los campos que vivieron aquella atrocidad en su infancia y adolescencia y que ahora lo cuenta ante la cámara de Sabina Fedeli y Anna Migotto, directoras de Descubriendo a Anna Frank. Historias paralelas. La película, en la que la actriz británica Helen Mirren lee con poderoso sentimiento fragmentos del Diario de Anna Frank, se estrena online en salavirtualdecine.com y en plataformas digitales (Movistar+, Vodafone, Rakuten TV, Apple TV, Google Play y Orange).
El 5 de abril de 1944, Anna Frank, desde su escondite en Ámsterdam, escribió en su diario a su amiga imaginaria Kitty: "Quiero seguir viviendo, incluso después de morir". Lo consiguió. Hoy es uno de los más grandes símbolos contra el Holocausto. En esta película, además de mantener viva su memoria, se alzan las voces de aquellos niños y adolescentes que consiguieron sobrevivir de entre el 1,5 millón de ellos que desaparecieron. Los nazis deportaron a Auschwitz a 230.000 niños y adolescentes. Cuando llegaron los soviéticos, el 27 de enero de 1945, solo hallaron con vida a 700.
El primer beso
Sarah Lichtsztejn-Montard, Arianna Szörévnyi, Helga Weiss, Andrea Bucci y su hermana Tatiana, Fanny Hochbaum y Doris Grozdanovicova, protagonistas de la película, son los últimos testigos de la Shoa. "Nos hacían recoger los cadáveres. Pero cuatro niñas no tenían la fuerza suficiente, entonces arrastrábamos los cadáveres", recuerda Arianna Szörévnyi, una mujer que sobrevivió a cuatro campos de concentración.
Helga Weiss también escribió un diario, El diario de Helga (Testimonio de una niña en un campo de concentración). En él hay ilustraciones que dejan imborrables las imágenes del terror. "Mi padre me dijo: pinta lo que ves". Y, también como Anna Frank, en esa adolescencia vivió su primer amor, "en Terezín tuve mi primer amor. Sé que él estuvo en Dachau y que murió unos días después de la liberación".
El de Anna fue un amor apasionado con un chico que vivía escondido con ellos. "¿No es un día importante para todas las chicas el del primer beso? Fue maravilloso, casi no podía hablar por la intensidad del placer (...)", escribió. Doce días después fue ella la que le dio "un beso de verdad".
"Vengadnos"
Descubriendo a Anna Frank. Historias paralelas da voz también a las hermanas Andrea y Tatiana Bucci, que probablemente consiguieron vivir porque pensaron que eran gemelas y podían servir para los experimentos del diabólico doctor Josef Mengele. "Los colores que veo si cierro los ojos son el blanco de la nieve y el blanco de los cadáveres", dice Andrea, que vio cómo desaparecía su hermano en Auschwitz.
En la película Doris Grozdanovicova recuerda los terrores del campo de Terezín, al que aún hoy peregrina todas las semanas. La memoria de Arianna Szörévnyi, detenida cuando tenía once años, viaja hasta Auschwitz. Todavía en sus noches de pesadilla ve "cómo se abren las verjas de par en par (...) y las filas de personas incontables que entraban a ducharse y luego no salían".
Además de sus testimonios y los de algunos de sus familiares, la película de Sabina Fedeli y Anna Migotto recoge las explicaciones de historiadores y responsables de museos e instituciones, quienes se detienen de forma especial en un delicado asunto, el de la carga que supone para los supervivientes la petición de sus muertos. "Los muertos de la Shoa dicen: vengadnos", afirma la etnopsicóloga Nathalie Zajde. "Es un trauma que hemos transmitido, que yo he transmitido a mis hijas", confiesa Alain Granat, director de la página web jewpop.com dedicada a la memoria.
Marca de vida
Más de once millones de personas murieron a manos de los salvajes nazis –seis millones eran judíos– y, sin embargo, hoy crece en Europa el antisemitismo en un clima que permite y alienta el odio. El historiador Michael Berenbaum, especializado en estudios sobre el Holocausto, subraya hoy la importancia de no perder de vista un dato importante: "La que perpetró ese genocidio fue la sociedad más avanzada de la civilización occidental". El profesor añade: "Cuando llegabas a Auschwitz era casi imposible comprender aquello". Tanto como comprender hoy los ecos de los que quieren revivir el espanto.
Sarah Lichtsztejn-Montard resistió en Auschwitz cantando y jugando con otras niñas y niños con lo único que tenían, los piojos. "Odio a los nazis –afirma–. Jamás se lo perdonaré. Mis hijos son mi venganza contra los nazis, y mis nietos y mis bisnietos son mi última burla contra los nazis". Y muestra el número que la tatuaron en la piel. "7.142, de momento es mi marca, mi marca de vida y me quedo con ella".
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