Jon Garaño y José Mari Goenaga aspiran a la Concha de Oro con Loreak, una película rodada en euskera y con la que indagan en el 'eterno conflicto entre el olvido y el recuerdo'. Itziar Aizpuru, Nagore Aramburu e Itziar Ituño son las protagonistas de esta historia de mujeres, donde las flores adquieren significados muy diferentes y en la que todos los personajes viven encerrados en universos emocionales bastante herméticos. 'Hay que hacer un esfuerzo por recordar, sobre todo las cosas malas, para que muchos no olviden lo que pasó', dice la pareja de cineastas.
Segundo largo en su carrera tras 80 egunean, Garaño y Goenaga han arriesgado especialmente en la estructura de esta película, que comienza con un personaje principal, que va dejando su espacio protagonista, poco a poco, a otro. 'Es una especie de juego de espejos, por eso hay un traspaso de protagonismo'. Una mujer recibe cada semana flores y no sabe quién las envía. Otra mujer ve un ramo de flores cada semana en la curva donde su marido se mató con el coche y no sabe quién las pone allí. Entre ellas hay un vínculo, un hombre muerto.
Al parecer la imagen que puso en marcha este proyecto fue la de las flores que se ven en los sitios en los que ha habido accidentes en las carreteras.
Sí. Ese fue el primer punto de partida. De ahí nació una primera versión del guion. Las flores son un elemento que tiene mucha fuerza porque las dotamos de significado, en el caso de las de la carretera, presuponemos el drama que hay detrás. Pero en la película hay dos tramas diferenciadas, y la otra tenía un origen distinto, aquella canción de Cecilia, Un ramito de violetas. En cada una cambia el significado de las flores, se reflejan las frustraciones, los deseos... también las flores representan algo de una persona por no olvidar. Y eso da pie a hablar del eterno conflicto entre el olvido y el recuerdo. Ambos siguen su cauce por mucho que nos esforcemos en la permanencia.
En el guion había referencias a la memoria histórica que no están finalmente en la película, ¿por qué?
Era una referencia lejana, una subtrama. Nos dimos cuenta de que una historia intimista como ésta puede servir de metáfora social. Es, de nuevo, el conflicto entre recuerdo y olvido.
¿Ese era el tema que querían tratar con Loreak?
'Algunas personas, aunque quieran recordar, acaban olvidando, mientras que a otras les pasa lo contrario'Con la primera versión del guion nos preguntamos cuál era el tema que trataba la historia, porque nosotros le damos mucha importancia a eso, aunque luego no sea tan importante para el espectador. Y, sí, es ese conflicto y también cómo se pueden generar recuerdos aunque no se hayan vivido. Al final, algunas personas, aunque quieran recordar, acaban olvidando, mientras que a otras les pasa lo contrario.
Y en ese reflejo en la sociedad del que hablaban antes, ¿creen que pasa igual, hay sociedades que olvidan y otras que recuerdan?
Son distintas actitudes. Tristemente el olvido se impone a veces y nosotros preferimos reivindicar la memoria, aunque tenemos la sensación de que ambos siguen un cauce concreto. Si no hiciéramos un esfuerzo por recordar... Hay que hacer un esfuerzo por recordar, sobre todo las cosas malas, para que muchos no olviden lo que pasó. Nosotros terminamos la película con un personaje que ha intentado enterrar algo y en el que al final se ha impuesto la memoria.
No es habitual que dos hombres cuenten historias de mujeres, pero en su anterior película ustedes lo hacían y ahora repiten ¿por qué?
La anterior fue una idea basada en una historia cercana, en la historia de una amiga, la referencia era clara. En ésta, no lo planteamos como tal. Es verdad que pensamos que si los personajes fueran mujeres tendrían unos matices diferentes, pero no nos lo habíamos planteado antes.
Loreak comienza con una mujer a la que el médico le dice que tiene síntomas de menopausia, después vemos que está en crisis. ¿No es un poco una provocación?
Puede ser. Necesitábamos algo para centrarnos en lo que queríamos contar, siempre tiendes a buscar recursos que puedan poner a los personajes en una tesitura. Esta es una mujer con una crisis y necesitábamos el detonante para poder entender que esta mujer estuviese de esa forma, pero es solo un código, no todas las mujeres con la menopausia están así.
Es la primera protagonista, pero en su historia, de pronto, cambian a ésta por otra. ¿No era demasiado arriesgado?
'La intención de la estructura de la película era que todo se moviese en el terreno de lo sugerente'La primera parte la protagonista es Ane, una mujer que recibe flores semanalmente. La estructura aquí es más de puzle. Y la intención era que todo se moviese en el terreno de lo sugerente. La otra parte tiene una estructura más clásica y es otra mujer, Lourdes, la protagonista, aunque, en cierto modo, es la misma realidad. Queríamos establecer un juego de espejos, en el que se repetían ciertos elementos. En las dos hay flores misteriosas, en las dos hay personas que no saben de dónde proceden esas flores y que las sienten como una amenaza... La película nos funcionaba así.
Es la primera película rodada completamente en euskera que aspira a la Concha de Oro (en 1989 fue a competición Ke arteko egunak, pero se había doblado al euskera parte de lo rodado). ¿Qué significa para ustedes y para el cine vasco?
'Nosotros somos casi una creación de este festival, como espectadores, jurado joven... aquí es donde hemos descubierto un cine diferente'Significa mucho en lo personal y en lo profesional. Nosotros somos casi una creación de este festival, como espectadores, jurado joven... aquí es donde hemos descubierto un cine diferente. Y en lo profesional es importante porque nosotros no tenemos presupuesto para grandes campañas y el festival es un escaparate muy grande del que nos tenemos que aprovechar.
Y ¿el cine vasco?
'No te puedes quitar la sensación de precariedad continua'Existe un cine vasco, es una industria pequeña, con dos o tres películas en euskera al año y otras tantas en castellano. Este año hay dos de ellas en la sección oficial del festival y eso es muy importante porque más gente hablará del cine vasco. Es un acicate para los productores y para todos los que hacemos cine. Creo que nosotros no vivimos las cosas como se viven en Madrid. Aquí la cosa está mal, pero tenemos un pequeño nicho que es el cine en euskera, que se intenta apoyar. La situación de todos modos es muy precaria, de vértigo total. No te puedes quitar la sensación de precariedad continua. Pero esto pasa en todos los ámbitos de la sociedad, el cine es uno más.
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