Marzo de 1979. Se celebran las primeras elecciones generales en España tras la aprobación de la Constitución en 1978. La Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez consigue 168 escaños, el PSOE de Felipe González, 121, y el PCE de Santiago Carrillo, 23. La cuarta fuerza política es Alianza Popular de Manuel Fraga, que se presenta bajo el nombre de Coalición Democrática y logra diez escaños. También es la primera vez que un partido de extrema derecha como Unión Nacional consigue un diputado: Blas Piñar. Este es el resultado de la Transición, del famoso café para todos y de la salida a trancas y barrancas de una década en la que aún quedaban flecos del franquismo.
Fábula, la novela de Xavier Alcalá (1947), publicada por primera vez en 1980 en gallego y que consiguió el Premio Nacional de la Crítica, refleja el ambiente electoral de marzo de 1979 en una ciudad costera de Galicia y un país, en el que, como dice uno de los personajes, 'la democracia era imposible porque sus habitantes eran unos bárbaros, católicos, fetichistas, sanguinarios'. Más de 30 años después, seis ediciones y 45.000 ejemplares vendidos, el libro acaba de ver su versión en castellano la traducción es de Carmen Pereiro publicada por Pulp Books. Y, para el autor, el momento no puede ser mejor, ya que, como señala a Público, ahora, a escasas horas de las undécimas elecciones generales, 'estamos viviendo lo mismo'. 'Marianito es lo mismo que la UCD de aquella época: tíos que habían estado colaborando con el franquismo, que no eran muy brutos, que se disfrazaron de demócratas y armaron la Transición en falso que vivimos', añade.
'Estamos viviendo lo mismo. El PP es esa UCD que se disfrazó de demócrata'
La analogía entre aquellos comicios y los de hoy contemplada en esta fábula se refleja incluso en sus personajes: la vieja sardinocracia y los obreros que se nutren del nacionalismo se disputan los votos para entrar en el parlamento. Darío Quintán es el viejo cacique, vencedor de la Guerra Civil, casado con una mujer de misa de ocho, rodeado de rosarios y curas y con algún secreto que guardar del conflicto sangriento. César Regueira es su antagonista: operario, emparejado con Celia, a la que llama compañera, defensor de la colectividad y del bando de los perdedores.
'En la realidad, entonces teníamos a Gerardo Hardinguey, de la UCD, y ahora tenemos a otro gallego. El paralelismo es total porque en la UCD había demócratas, pero también tipos muy peligrosos. Como en el PP. Y ahora sobre la mesa están los mismos problemas que en 1979: hay un silencio preocupante acerca de cuál es el modelo de España que queremos. Rajoy se va a negar a hablar gallego por principios. Es increíble, pero hasta Fraga tenía un pensamiento galleguista que no tiene hoy la derecha españoleira, como la llamamos nosotros. Y luego está el silencio sobre la monarquía', apunta Alcalá.
El libro abrió el camino de la memoria histórica al reflejar las tensiones de la guerra
La historia de la novela se apoya en un acontecimiento acaecido en la Guerra Civil. Xavier Alcalá, que en 1979 tenía 32 años, la escribió a partir de un suceso real que le contó 'un señor mayor'. 'Pero debía esperar a que él se muriera. Por suerte, vio morir a Franco. Por otro lado, en ese tiempo yo viajaba mucho a Múnich por trabajo y me parecía que el nazismo aún estaba vivo en Alemania', resume.
Fábula se adentra así en el terreno de la memoria histórica con las mismas tensiones que hoy siguen latentes: en 1936 un convento es incendiado y dos intelectuales de izquierdas, probablemente homosexuales, son asesinados. Una banda de matones adherida a los principios de Franco tiene todas las papeletas para ser la mano ejecutora. Junto a ellos estaba entonces el cacique Quintán, apenas un veinteañero. Años después de los homicidios, la hija del cacique es secuestrada. Nadie sabe quién es el culpable. Hay venganza: 'Para que sepas en carne propia lo que es perder a un ser querido', dice una nota. Eso sí, la derecha no quiere remover nada. Es volver al pasado, dicen.
'El problema persiste porque hay miedo a aceptar nuestro pasado fascista'
'La novela abrió entonces este camino de la memoria histórica. En 2011 continuamos con este problema porque el horror es muy grande. Los curas no quieren mostrar las fotografías en las que salen con el yugo y la flecha y levantando el brazo. En España hay miedo a aceptar nuestro pasado fascista. Zapatero sí ha hablado mucho de su abuelo fusilado, pero ¿por qué Rajoy no habla de su abuelo galleguista redactor del Estatuto de Autonomía de Galicia? Se trata de saber el horror del que escapamos para que nunca más haya horror y se reivindique la dignidad de las personas que fueron injustamente vituperadas', reconoce Alcalá.
Fábula también es una historia sobre el periodismo de finales de los setenta. El escritor trabajaba entonces en El Ideal Gallego y conocía bien esa prensa que se llenaba de jóvenes dispuestos a levantar de sus tronos a los dinosaurios del franquismo. En la novela, el reportero Gabriel Santamariña comienza a desvelar los trapos sucios del cacique Quintán. Uno de sus artículos es censurado y la revista para la que trabaja, secuestrada. Para Alcalá, no obstante, esta situación hoy es raro que se repita. 'Una información de este calibre sólo se puede publicar en la web. En estos momentos, veo demasiado medio de comunicación evitando tratar de sacarle los hilillos al señor de los hilillos [Mariano Rajoy], porque sabe que se puede quedar sin publicidad cuando gane. La situación de los medios está muy fea', sostiene el autor gallego.
La novela termina con el resultado de las elecciones legislativas. El escritor se mantuvo fiel a la Historia. Ganan 'los de siempre', como reza la pancarta de los obreros que se manifiestan ante la derecha caciquil y vencedora, que no tiene otro argumento con que responderles que llamándoles rencorosos. 'Si se pierde en el 79, es porque ese César, jefe de obreros y nacionalista, se va a la mierda. Él anima, pero la tropa no lo sigue. Y, sin embargo, Don Darío, la sardinocracia, que siempre fue franquista, acude a votar en masa', sostiene Alcalá, para quien el problema de la izquierda es que se sigue criticando entre sí. 'Y esto es algo que dice un personaje de la novela ya en el 36: para ganar, hay que poner un poco de fuerza y no vale sólo el razonamiento. No matando, claro, pero hay que ser recio, y si metes al enemigo en la cancha, es para batirte con él. Pero la izquierda en España no lo hace', añade.
Treinta años después de aquellos comicios generales de 1979, no estamos en una situación 'tan cutre y miserable', según Alcalá, pero el posicionamiento de las fuerzas políticas se mantiene sin mayores cambios. 'La fuerza que va a triunfar engloba a gente con pensamiento demócrata, pero también fascista y centralista; una fuerza de izquierda que es pactista, como el PSOE, y unos nacionalistas que son unos idealistas. Es lo mismo que entonces', insiste. Eso sí, quizá con una diferencia: en tres décadas, el virus de la corrupción se ha inoculado por todas partes. En la novela, de César, el obrero, nadie piensa que pueda aprovecharse al entraren política. Aún quedaba esa inge-nuidad. 'En 1979, no había nadie de izquierdas que estuviera haciendo negocio. Pero años de democracia han hecho que a gente de izquierdas también se le vea el plumero. Ahora, el apasionamiento político se divide en dos partes: los que siguen queriendo dar idea y los que están intentado quitarse de encimalas malas compañías que conducen a la duda', remata Xavier Alcalá.
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