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El universo de Stephen King ha sido abordado en infinidad de ocasiones tanto por el cine como por la televisión con desigual resultado y como un pozo inagotable de material de partida sobre el que edificar un guion. En su ficha de la popular base de datos audiovisual IMDB la lista de proyectos anunciados, en preproducción o rodándose supera de largo la docena. The Stand, la que ahora estrena Starzplay en España, solo es una más que llega tras el éxito de El visitante con un combo de ingredientes similar pero sin que en este caso se haya dado con la tecla correcta para hacerla funcionar.
El problema de la adaptación de Josh Boone, que ha contado con Benjamin Cavell como showrunner, es que la mezcla de elementos de la marca Stephen King no funciona la mayor parte del tiempo. Eso y que el momento en el que se estrena quizá no sea el más propicio. Una serie en la que se juega con el gore, salpicaduras de humor y lo onírico tras una terrible pandemia ficticia no parece una opción apetecible hoy en día tras casi un año de pandemia real.
El punto de partida de The Stand es ese, el de un virus terriblemente contagioso y letal que hace que los infectados no paren de generar mocos y se les inflame la garganta hasta ahogarles. La mayoría de la población sucumbe a él y solo una pequeña parte, inmune sin que se sepa o explore el porqué, se reúne en una especie de comuna montada en Boulder, Colorado, en torno a la figura de la madre Abigail (Whoopi Goldberg). Ella es una anciana de 108 años con rastas canosas con la costumbre de aparecerse en sueños a los llamados a su lado en una competición por reclutar al máximo número posible de seres humanos para el lado de la luz que simboliza. Una lucha entre el bien y el mal que tiene en el personaje de Randall Flagg (Alexander Skarsgård) su contrapartida maléfica.
Con la población mundial mermada considerablemente –aunque la acción se centra exclusivamente en territorio estadounidense– la trama va recogiendo a una serie de personajes tan dispares y desiguales en su construcción como en la actuación de quienes les dan vida. Allí, a Boulder, llegan el apocado e inquietante Harold Lauder (Owen Teague), obsesionado con su niñera embarazada, Fran Goldsmith (Odessa Young), y celoso del buenazo texano, Stu Redman (James Marsden). En su camino o ya en destino los tres se van cruzando con el profesor de sociología Glen Bateman (Greg Kinnear), el músico Larry Underwood (Jovan Adepo), el joven sordo portavoz de la madre Abigail Nick Andros (Henry Zaga) y la enigmática Nadine (Amber Heard).
Cada capítulo, de los cuatro facilitados por CBS All Access y Starzplay antes del estreno, se centra en uno o varios de los mencionados personajes y en cuál ha sido su camino hasta reunirse con el resto. Para ninguno fue fácil y su pasado se cuenta a través de viajes a modo de flashback que en ocasiones resultan algo confusos. Se va tanto hacía atrás en el tiempo que, sumado eso a los pasajes oníricos, a veces dificulta ubicarse en qué momento temporal se encuentra el guion. No lleva mucho colocarse en situación, pero sí da la impresión de ser en ocasiones una narración un tanto anárquica.
Y ahí es donde más falla The Stand, en la forma en la que se orquesta la suma de personalidades diversos, un evento apocalíptico, la presencia maligna, el toque de ciencia ficción y el juego con los tiempos. Por separado son ingredientes potentes, interesantes. Sin embargo, a la hora de mezclarlos la masa no termina de ligar y queda algo deslavazada. Con cuatro capítulos vistos, el interés empieza a llegar a partir del tercero, cuando se ha superado el impacto y se empieza a conocer algo más a los protagonistas.
En especial a Stu, que encarna al tipo común que piensa en el bien mayor, y al cínico profesor interpretado por Kinnear, uno de los mejores personajes de la serie, sin duda, junto con el de Underwood y su forma de afrontar la ceguera de los demás hacia la discapacidad. Chirría un poco en esa casi primera mitad de la serie el poco recorrido de los personajes femeninos. Cuando la acción se centra en ese reducto comunitario y en sus problemas de convivencia, el interés crece. No tanto cuando la pandemia lo acapara todo. Las apariciones secundarias como la de J.K. Simmons suman en la casilla de ‘a favor’.
En la parte más de ciencia ficción, The Stand se lo juega todo a las cartas de Goldberg y Skarsgård y a su capacidad de encarnar dos fuerzas poderosas en colisión. Porque al final esta historia va, como lo iba la novela y la adaptación anterior realizada en 1994 con Gary Sinise y Rob Lowe, de la lucha entre el bien y el mal y el uso de los humanos como peones en una partida de ajedrez en la que Stephen King, que ha escrito un final distinto ex profeso para la serie de CBS, incluye su toque personal.
Como curiosidad, y más allá del paralelismo más que evidente entre el mundo irreal de The Stand –la novela se publicó en 1978– y el de los últimos meses, el guion suma también un poco de conspiración supuestamente gubernamental y alguna que otra mención a personas reales como Tom Cruise y La Roca.
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