El gesto adusto y la sonrisa tenue. Casi imperceptible. Así se muestra a los ojos de la periodista Anne Wiazemsky (París, 1947), la que fuera mujer de Jean Luc Godard y musa de directores como Pier Paolo Pasolini y André Techiné. Sin siquiera abrir la boca, la expresión de Wiazemsky deja claro que no está aquí para hablar de cine, y por supuesto, mucho menos de ella, sino de su nueva novela, La joven (El Aleph).
Ahora bien, este libro reúne estas tres cuestiones, ya que se trata de un relato que parte de una realidad: el rodaje de Al azar de Baltasar, con el que ella entraría en la industria cinematográfica de la mano de Robert Bresson, allá por 1965. Sin embargo, mientras que en las páginas del librose desnuda, ante las preguntas, un traje esconde todos los poros de su piel.
¿Por qué escribir sobre lo que sucedió en aquel rodaje 40 años después?
A veces hay que dejar pasar el tiempo para que ciertas cosas se puedan contar libremente, sin ataduras... De todas formas, nunca había pensado en contar esta historia hasta hace cinco años, después de la muerte de Bresson. Entonces pensé que podría contar lo que pasó.
¿Quién era usted en aquel rodaje? ¿Cómo lo vivió?
En aquel rodaje lo que brilló en mí fue la ingenuidad. Todo era nuevo, distinto. Pero en ese momento no era actriz. Luego, en los otros rodajes en los que he participado ya no ha primado la ingenuidad, sino el oficio.
¿Quién era el cineasta Robert Bresson para usted en aquel rodaje?
Bueno, yo no soy una persona que me suela sentir a gusto; sin embargo, en Bresson se podía confiar. A él se le podía contar todo y llevaba las riendas de todo.
¿Usted se lo dijo alguna vez?
No, nunca hablé con él de este rodaje.
Pero a usted, este rodaje le cambió como persona. Sin olvidar que estaba conviviendo con los creadores dela Nouvelle Vague...
En cierto modo no. Siempre me dicen lo mismo, pero yo soy 10 años más joven. Yo soy postnouvelle vague.
Ya, pero intelectualmente eso le debió marcar como actriz.
Por un lado, no soy lo suficiente intelectual, y creo que no puedo disertar sobre lo que fue y cómo marcó la Nouvelle Vague.
De cualquier manera, aquella época le debió marcar. ¿Cómo se ve usted con respecto a aquella joven actriz de la películade Bresson?
Desde luego he cambiado mucho. Los años me han servido, entre otras cosas, para abrirme. Ahora soy bastante más abierta.
La joven es también un relato de iniciación como los de muchos grandes literatos ¿están estos autores entre preferidos?
No. No me paro a pensar en lo que hicieron los grandes maestros. No podría escribir con eso, porque además lo que a mí me preocupa principalmente es la escritura, es decir, cómo contar una historia, y no tanto el qué.
¿Está satisfecha de lo que ha escrito?
Sí, estoy totalmente satisfecha. Y sí, era una actividad de riesgo, pero por eso también es una novela, que juega totalmente con lo que es ficción y lo que es verdad.
Así que se puso un escudo.
Sí, pero eso no evitó que incluso durante el proceso de escritura me partiera un brazo. Aquella señal me pareció muy inquietante.
Aun así como hablábamos al principio, no se ha cortado en retratar el carácter tiránico y autoritario de Bresson...
Yo quería vivir aquel rodaje, estaba disfrutando y no me importaba nada el carácter tiránico de Bresson. Además, tampoco era tan sádico.
Hizo que uno de sus compañeros le diera una bofetada sin fingirla.
Si hubiera sido sádico hubiera repetido varias veces la escena. No lo hizo.
Usted fue una actriz importante, ¿por qué se lanzó a la literatura?
Por dos razones. La primera fue mi deseo de escribir. La segunda es que el cine se alejó de mí.
¿Cómo que el cine se alejó de usted?
El cine siempre quiere carne fresca. A partir de los 30 años puedes estar acabada.
Bueno, ahí continúan compañeras de generación como Isabelle Huppert, Nathalie Baye...
Umm, sí... Y la verdad es que cuando voy al cine voy a verlas a ellas. Veo mucho cine interpretado por mujeres.
Por cierto, ¿ser nieta de Francois Mauriac no le daba reparo para escribir?
La verdad es que fue al revés. Por ser nieta de Mauriac tenía que llevar una vida con un cierto bagaje antes de ponerme a escribir. Y al ser actriz antes, eso ya lo tenía. De hecho, cuando escribo yo siempre pienso antes en imágenes que en el texto.
¿Qué recuerdos le quedan del cine?
Desde el primer al último rodaje ha habido una cosa muy importante para mí: el equipo. Para sacar una película adelante hay que trabajar en equipo, y yo siempre me he sentido una obrera más.
Por cierto, ¿qué cree que Bresson vio en usted para ofrecerle un papel protagonista sin tener ninguna experiencia en el cine?
No lo sabré nunca, porque nunca me lo dijo.
¿Qué tenía que no tuvieran otros directores?
Que fue el primero.
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