Iciar Bollaín (Madrid, 1967) continúa su gira internacionalista. Tras viajar a la Bolivia de la guerra del agua en También la lluvia, aterriza en el Himalaya en Katmandú. Un espejo en el cielo, la historia de una maestra catalana (interpretada por Verónica Echegui, nominada al Goya, e inspirada en la cooperante y pedagoga Victoria Subirana) empeñada en abrir una escuela en Nepal, contra viento (castas y prejuicios sociales) y marea (burocracia corrupta), para los niños intocables enterrados por la miseria. La película se estrena hoy.

'Representa una cosa que está muy bien, que es reinventarse. Hay ocasiones en que la familia te hace un mapa, pero te vas al otro lado del mundo, te reinventas y eres lo que tú quieras ser', cuenta Bollaín. 'Quería narrar el proceso de aprendizaje de una mujer, su viaje por otra cultura, cómo llega con prepotencia, choca contra esta nueva sociedad, pero finalmente aprende a entenderla y respetarla en lugar de prejuzgarla'.

La directora, por su parte, también ha aprendido una lección tras su paso por Katmandú: 'Por contraste, ahora valoro más nuestros logros sociales, nuestra sanidad y educación públicas, de cuyo mantenimiento depende que no se amplíe aún más la brecha de las desigualdades. Tenemos que defender la calidad de la educación y la sanidad gratuitas... y su existencia. Si, además de estar en paro, pierdes también el derecho a eso...'.

'Sin educación no hay progreso', dice Bollaín aludiendo al filme, a una realidad aparentemente tercermundista, pero también al ataque a gran escala que están sufriendo los servicios públicos en nuestro país: 'Esta crisis es muy honda. Sólo veo una salida y pasa por un cambio de mentalidad: que lo importante sea la redistribución de la riqueza y no la obtención de beneficios. Salvar un modelo económico que deja fuera a tanta gente tiene que dejar de ser prioritario. Algo de lo que ahora ya se puede hablar gracias, entre otras cosas, al 15-M', zanja.