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Actualizado:La ciudad, Sevilla, cambia en Semana Santa. Se palpa en el ambiente. Los días previos hay cada vez más horas de luz, los relojes han ajustado ya sus agujas al llamado horario de verano, las flores lucen en algunos balcones, el azahar y su aroma coronan los naranjos. Los cofrades se aprestan a planchar las camisas, a perfeccionar el nudo de corbata; la ciudad, Sevilla, se emperifolla. Miles de nazarenos, previo pago de la papeleta de sitio, despliegan el capirote.
Hay resistencias, también, escasas, pero haberlas, las hay, por supuesto. Gente que vive de espaldas a las hermandades y fuera de ellas. La playa está también muy a mano para quien se lo puede permitir, claro.
Sin embargo, en la ciudad, Sevilla, no hay manera de evitar la Semana Santa: las trompetas llevadas al paroxismo –que Califato 3/4 ha abrillantado, actualizado– salen de los televisores y se extienden por las ventanas; basta una persona dura de oído para que una comunidad entera de vecinos escuche la fanfarria.
"La semana santa es una manifestación social y simbólica rica, compleja, diversa y polisémica. Su importancia radica en ser referente identitario para los grupos humanos que la celebran. La diversidad tanto en las formas como en los significados es enorme. En todos los casos, en Andalucía, la Semana Santa es una celebración de la primavera. Aún se rige por el calendario astronómico del equinoccio de la primavera, tan importante para las sociedades agrarias mediterráneas", afirma a Público Gema Carrera, antropóloga y presidenta de Asana, Asociación Andaluza de Antropología.
"Esa eclosión de la naturaleza se celebra a través del ritual festivo de una forma sensorial y comunicativa, estructurando el orden vital, laboral y social de los colectivos que la celebran. Largas horas y jornadas de preparativos, juegos, símbolos, cantos, músicas, escenificaciones, olores, códigos culturales y simbólicos son compartidos cada primavera. A través de la participación en esta celebración colectiva, se produce en los participantes un sentimiento de pertenencia que la sociedad de consumo, individualista y homogeneizadora en la que se enmarca, no puede cubrir. Es si se me apura, una forma de resistencia social a la globalización y a la homogeneización social", añade Carrera.
"Es una manifestación social y simbólica rica, compleja, diversa y polisémica. Un referente identitario"
La antropóloga reconoce el magisterio de Isidoro Moreno, catedrático emérito de la Universidad de Sevilla, el primero en estudiar desde Andalucía, fuera de tópicos, con espíritu científico la Semana Santa. "La he comparado, la de las grandes ciudades con un caleidoscopio, ese pequeño juego de entretenimiento de la era predigital. Si mirabas por el agujero veías un dibujo, la verdad del dibujo, pero si le dabas vueltas veías dibujos varios, sin meter ni sacar ningún elemento. Esto es una metáfora: si no se gira el cilindro alguien juraría que la Semana Santa es tal o cual cosa y que todo lo demás es artificial", afirma el catedrático en conversación con Público.
"Para entender –prosigue Moreno– la Semana Santa, no como celebración litúrgica, apostólica y romana, sino a la manera andaluza, con la calle y las cofradías en la calle, lo fundamental es estar abierto a que existen varias realidades, múltiples dimensiones. Considerar que el único eje es el religioso es aceptar el monopolio del ámbito eclesiástico, que está muy interesado en afirmar su derecho a interpretar en exclusiva lo que ocurre y sus ramificaciones".
Moreno agrega: "Una de las múltiples dimensiones de la Semana Santa es la identitaria, incluso por encima de los contenidos explícitos, que son escenas de al muerte y pasión de Cristo. Lo fundamental para vivir dentro de las cofradías es que da varias oportunidades de reproducir la identidad personal en el ámbito de la familia, del barrio o de la nostalgia del barrio, hoy gentrificado".
"El nivel identitario –remacha Moreno– es el central, evidentemente con referentes religiosos, eso nadie lo duda. Otra cosa que explica el auge de la Semana Santa en Andalucía y otro tipo de acontecimientos es la misma época actual, en que la tendencia es a la globalización. ¿Qué cosa es esto?: Homogeneización, desenclave de lo identitario, supuestamente es un progreso y significa debilitamiento de ls identidades colectivas. Globalización significa desarraigo y este tipo de fiestas son ocasiones de reidentificación, de ver comer, oler cosas diferentes. Es algo hegemónico. En la Semana Santa se reafirman identidades colectivas, que en la cotidianeidad no existen o están muy rotas, lo identitario funciona para mucha gente por encima de los contenidos explícitos de la propia Semana Santa".
"Globalización significa desarraigo y este tipo de fiestas sirven para ver, comer, oler cosas diferentes".
Jesús Pascual, director de la película Dolores, Guapa, en la que reflexiona sobre identidades queer en la Semana Santa de Sevilla, profundiza para Público en estas ideas: "La Semana Santa se lee desde fuera muchas veces como una fiesta católica, donde la gente que va son creyentes y van los domingos a misa, pero esto es falso. La Semana Santa de Sevilla es principalmente una fiesta de la primavera en la que se celebra un sentimiento de pertenencia a la ciudad, al barrio, a los amigos, a la familia, de conexión con tus padres, con tus abuelos".
"Es verdad –continúa Pascual– que no se puede separar 100% de la religión y muchas veces las hermandades funcionan como un brazo ejecutor de la iglesia y evangeliza según la doctrina católica. Pero no es simplemente eso: la gran mayoría de personas tiene espiritualidad y un sentido de lo trascendente, pero desde luego, alejado de lo que dicta El Vaticano. Sí que entiende la fe y la devoción, palabras que parece que significan lo mismo en todas partes, pero pero estoy seguro de que significan cosas diferentes en Sevilla y fuera de Sevilla".
"La Semana Santa –analiza Pascual– tiene que ver con el despliegue de la calle. Se te inculca desde pequeño de manera muy lúdica. Se vive como un niño vive la navidad. Y aunque es un ejemplo bruto, el de la navidad, no del todo afinado, sí sirve para entender algunas cosas. Es decir, todo el mundo entra de pequeño en la navidad cuando es un niño. Y la navidad siendo católica, pero ha trascendido al componente católico, solo que la navidad ha trascendido a un sitio mucho más capitalista y neoliberal y la Semana Santa de momento parece que no tanto. Se asimila como parte de tu vida y no tiene tanto que ver con la religión, como con el sentirte ciudadano de Sevilla. Se celebra la primavera y el ser sevillano".
Hecho social total y la izquierda
Para la antropóloga Carrera, "la Semana Santa constituye un hecho social total –un concepto de la antropología–, cuyos significados trascienden al meramente religioso. Para comprenderla, tienen que aceptarse todas las dimensiones que tiene. Hay una parte religiosa, otra menos, hay una parte emocional, estética, artística. Precisamente por ser un hecho social total, las formas de participación, las ideologías, las posiciones sociales que se ocupan tanto dentro como fuera del ritual, multiplican las perspectivas con las que puedes enfocarla y en las que puedes participar".
"En Andalucía son muchas las semanas santas. Los ritos varían en cada pueblo. Dentro de Sevilla hay varias Semanas Santas, la vivencia de la tradición es muy personal. La navidad es una fiesta y entendemos que hay muchas navidades, cada persona entiende la fe y la devoción de una manera y se relaciona con todo lo que pasa en la ciudad en estas fechas como puede y cómo le han enseñado", afirma el cineasta Pascual.
"Lo que se ve no es una conmemoración sino una fiesta, desgajada de compromisos sociales. Hay un sector que está en las cofradías y otro sector que no. No hay correlación ideológica respectó de la religión, ni tampoco relación mecánica política en la actitud que se tiene al respecto. Esto explica mucho que una parte de la gente que se considera de izquierdas se emocione y la viva de manera especial. En el año 82 publiqué un librito como antropólogo, y hay quien hoy me para y me dice: tengo una deuda con usted, me quitó el complejo de ser de izquierdas y gustarme la Semana Santa", afirma el catedrático Moreno.
"Los barrios de extramuros conquistan cada año el centro neurálgico de la ciudad. Eso es también una forma de resistencia a otros poderes fácticos. Y en el propio centro, desde barrios, históricamente obreros, como ha sido el barrio de la Macarena, donde había una concentración importante de colectivos anarquistas, se vivía con intensidad este fenómeno de la Semana Santa. ¿Es esto contradictorio? Y cómo conviven estos contrastes que en Sevilla somos capaces de explicar, en Andalucía en general, que nos hacen de alguna manera ser capaces de relativizar mejor lo que otros consideran solo, desde una perspectiva, como verdades incuestionables. Poder convivir en el mismo fenómeno una persona atea con otra que tiene un sentimiento religioso de cualquier tipo, es lo interesante, no excluir", reflexiona Carrera.
"En la Macarena, donde había una concentración de anarquistas, se vivía con intensidad la Semana Santa"
"Hay una parte –prosigue la antropóloga– de la izquierda, que desde un cierto fundamentalismo laicista, es incapaz de apreciar estos significados múltiples, que no son los meramente religiosos. Pero porque no la han vivido. Algunas, si lo hemos hecho. Algunos la ven únicamente como una forma de perpetuar el poder político, religioso o económico. Evidentemente, ese intento de control de una manifestación como esta, tan fuera de cualquier control, ha sido una constante, pero afirmar que eso es la Semana Santa y reducirla a esos significados es permitir que efectivamente se convierta en eso, se reduzcan sus significados y deje de ser tan heterodoxa como de hecho siempre ha sido, de manera intrínseca, conteniéndolo todo".
"A la izquierda le fascina porque, como todas las fiestas populares, tiene un componente de resistencia. Las imágenes están en la calle, estas mismas imágenes están todo el año en los templos y no tienen la misma afluencia", apunta Pascual.
"En las imágenes de cristo, en prácticamente todos los lugares de Andalucía esa imagen es un nazareno, Jesús con la cruz a cuestas sufriente y vivo. En casi ningún sitio la imagen central es un cristo muerto, ni crucificado: eso tiene que ver con la cultura andaluza, la personalización y la humanización de las relaciones sociales", aporta Moreno.
"Se entiende perfectamente que sea la pasión de Jesús la que mejor cala, porque se habla de un hombre bueno y justo al que aprisionan y condenan. Y hay una madre que no puede hacer nada frente al poder hipócrita. Las imágenes en Andalucía son Jesús de tal y la Virgen de tal. Tienen nombres y apellidos, son diferentes unas de otras, son imágenes humanizadas. El trato con las imágenes no es vertical, es horizontal, se le habla como se le habla con alguien de tu familia. Ves a la virgen como tu madre o como tu abuela, ese componente también está", asegura Pascual.
"Hay otra característica muy andaluza: es la presencia al mismo nivel de lo femenino con lo masculino. La imagen de la dolorosa no solo en las escenas que podía aparecer en los evangelios, que podía aparecer en un trono exclusivo sin relación con el otro paso de la cofradía. Esto es la matrifocalidad de la cultura andaluza, la figura central de la madre", analiza Moreno.
"Las imágenes tienen nombres y significados propios aunque representen el mismo concepto religioso. En realidad, cada una de ellas representan y simbolizan a cada uno de los nosotros colectivos que se identifican con ella. Por eso, incluso a veces se producen rivalidades, que son rivalidades simbólicas entre grupos o barrios dentro de la misma ciudad. Algunos tienen diminutivos o sobrenombres que hablan de esta familiaridad: el abuelo de Jáen, el Prendi de Jerez, la Chari, la Encarna, la Gitana, el Manuel…Etc. A ella se les habla, se les piropea, se les pasea", abunda Carrera.
"Hay una identificación –continúa la antropóloga– de la gente con esos seres que sufren, que han sido castigados, ajusticiados y condenados, que han perdido a un hijo, que han pasado fatigas. Todo ello, sí que produce una posible identificación, sobre todo en determinados grupos sociales, que desde luego no ocupan los espacios de poder. Por ello son dioses cercanos, humanos, pasan fatigas, te ayudan a superar los problemas y se les puedes hablar de tú a tú. La gente los considera parte de su familia".
"A la izquierda le fascina porque, como todas las fiestas populares, tiene un componente de resistencia".
"Todo eso –explica Carrera– tiene que ver con la religiosidad popular que es otra forma muy diferente a la religión, cristiana, dogmática o más ortodoxa y piadosa. Bueno, ya lo escribieron algunos periodistas como Cháves Nogales o como Núñez de Herrera. Núñez de Herrera decía que una cosa es el Génesis y que otra es la Semana Santa: algo mucho más serio. Decía que "más que la salida del mundo maduro de la entraña del caos, importa la salida de la Virgen de la Amargura por el estrecho marco de su iglesia". Esa es la parte estética, quizás y de emoción colectiva que tiene que ver con la religiosidad popular, muy lejana del dogma. De hecho, durante mucho tiempo, la Iglesia no ha aceptado las formas en las que se expresan estos cultos externos de la Semana Santa y ha tenido siempre una tendencia a controlarla y a meter en el redil a todas las hermandades".
"La iconografía religiosa ha dado lugar a que algunos lo vean como un hecho exclusivamente religioso; otros como fariseísmo religioso; y otros, como un medio de legitimación del poder eclesiástico. Todo ello es una reducción de significados que esconde un común de la semana santa: el intento de apropiación por una parte de la sociedad y la instrumentalización que de ella hacen desde algunos poderes: el político, el eclesiástico y el ecónomico para controlarla y obtener rentabilidad de ella", remacha Carrera.
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