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Secretos de familia

La obra 'Agosto', dirigida por Gerardo Vera, reúne a las actrices Amparo Baró, Carmen Machi e Irene Escolar

PAULA CORROTO

Gerardo Vera puede decir con tranquilidad que ha cumplido el sueño de muchos directores: reunir sobre las tablas a dos actrices como Amparo Baró (Barcelona, 1937 ) y Carmen Machi (Madrid, 1963). Y si, además, el tercer vértice es Irene Escolar (Madrid, 1988), considerada una de las intérpretes con más futuro de su generación las críticas de su Oleanna fueron apabullantes, la fantasía alcanza el terreno del éxtasis. Este triángulo es lo que Vera ha conseguido con Agosto. Condado de Osage, la obra del dramaturgo norteamericano Tracy Letts que, en versión de Luis García Montero, estrenará bajo la producción del Centro Dramático Nacional el próximo 7 de diciembre en el teatro Valle-Inclán de Madrid. Tres generaciones de actrices (en la obra son abuela, madre e hija) que comparten cartel en el que está llamado a ser 'uno de los grandes acontecimientos teatrales del año'.

Dos motivos realzan la épica (y hasta el melodrama) de esta reunión: hacía 12 años que Baró no actuaba sobre el escenario y, además, fue una de las grandes compañeras de batalla de Irene Gutiérrez Caba, abuela de Irene Escolar. Por eso, cuando se señala esta conexión, la joven intérprete no duda en recordar a la actriz fallecida en 1995: 'Compartir escenario con Amparo es lo más cerca que voy a estar nunca de trabajar con mi abuela. Cuando la miro, la veo a ella', señala mirando de reojo al propio Vera, a quien conoce también casi desde que nació gracias a la amistad entre él y sus padres (es hija del productor José Luis Escolar). Tampoco se olvida Irene de su relación con Machi, a la que considera su 'referente como persona y como actriz'. 'Pero que los espectadores no olviden que Irene tiene 23 años y su personaje tiene 14. ¡Y realmente parece una niña! No sé cómo puede hacerlo. Yo no podría', contesta Machi, que ahora tiene en cartel el monólogo Juicio a una zorra en La Abadía.

Escolar es nieta de Irene Gutiérrez Caba, compañera de escenario durante años de Baró

Los halagos entre las tres demuestran por qué esta obra no habría podido hacerse sin sus presencias. Cuando Vera le ofreció el texto a Baró, ya le comentó que estaría Machi, con la que ya coincidió en la serie de televisión 7 vidas. 'Yo siempre he sido una actriz con muchísima suerte. He trabajado con los mejores directores, y aunque volver al teatro después de 12 años me llenaba de temor, también sabía que Gerardo dirige con mucha habilidad. Agosto es el último galardón que me ha regalado mi vida teatral', confiesa Baró, cuyo personaje es el de una madre y abuela autoritaria, que combate su rabia con su propio veneno.

Este texto supone el regreso a las tablas de la actriz de '7 vidas' después de 12 años

¿Pero qué es exactamente esta obra que desde que se estrenó en Broadway en 2007 no ha parado de cosechar éxitos? El texto bebe de las influencias del teatro norteamericano de Joseph O'Neill, Edward Albee y Tennesse Williams. Y tiene una pizquita de William Faulkner y Jim Thompson. En el epicentro: una familia en una casa de campo 'por la que se va colando el agua podrida hasta que llega al tercer piso y anega lo moral y ético dejando la soledad', apunta Vera. 'Es un teatro puro, que te engancha desde el principio al final, y que habla del momento en el que vivimos, de la problemática de la convivencia, la insatisfacción y la culpa, de la renuncia a la propia personalidad', añade García Montero.

La voz de las mujeres cobra a su vez un acento especial en esta función. Además de Baró, Machi y Escolar, el elenco está formado por Sonsoles Benedicto, Alicia Borrachero, Clara Sanchís y Marina Seresesky, a las que se añaden de forma más secundaria, Gabriel Garbisu, Antonio Gil, Markos Marín, Miguel Palenzuela, Chema Ruiz y Abel Vitón. 'En la obra se observa muy bien un cierto código de las mujeres. Parece que el autor esté hablando de su madre, su hermana... Bárbara (el personaje de Machi) es casi un reflejo de su madre (Baró), pero entre ellas se dan los choques que muestran que son dos generaciones diferentes. En realidad, todos los personajes son una banda de capullos, pero que están como un cencerro', apostilla Machi.

Este péndulo entre la lágrima y la carcajada es lo que permite al espectador continuar sobre la butaca. Porque en la obra hay risas, sí, pero como apunta Alicia Borrachero, 'también mucho dolor, mucho amor y mucha enfermedad del alma'. Al final, la sensación que tendrá el público es que el escenario está poblado de actores. 'Fue estrenada en una época de recortes en Broadway. Y el autor montó un texto, no con dos intérpretes, sino con 14. Y fue un éxito', sostiene el director. Una peineta del teatro público a los tiempos que corren.

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