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Un Sant Jordi doblemente festivo

Barcelona se echa a la calle para pasear, compartir y satisfacer las cuatro demandas básicas del 23 de abril: un libro, una rosa, una firma y una foto. El gremio de floristas prefiere el día laborable; las familias que superan la tentación de la playa, el festivo.

Las calles se llenan de miles de ciudadanos en busca de rosas y libros para regalar. EFE/Quique García

ROGER XURIACH 

BARCELONA.- Asegura el escritor catalán Màrius Serra que "el librero es tan importante para el lector como el maestro para el estudiante". Siguiendo con esta metáfora, la Diada de Sant Jordi se erige en la mayor y más anárquica marea de 'estudiantes', ávidos todos ellos de encontrar su propio género, su propio camino, su propio motivo para leer, creer y querer. Sin tutores. Hoy es el día del libro. Y el de la rosa. El de los dragones, los caballeros y las princesas. Una leyenda indemostrable que se escribe en las calles de toda Catalunya y especialmente en las de Barcelona; las señales más fiables para no perderse, seguir el rojo y la intuición.

El calendario ha querido que este 23 de abril cayera en sábado. Ya ocurrió en 2011. La festividad y el ambiente extremadamente caluroso y soleado hacían presagiar algo de absentismo. Pero no hay nada que una sobredosis de turistas no pueda curar. Los hay que ya planean su 'escapada' para hacerla coincidir con esta fecha. "Queríamos visitar la ciudad en primavera y sabemos que el día donde la ciudad luce más bonita es el 23 de abril", confiesa una pareja austriaca sentada cerca de la Sagrada Familia. Sin embargo, la mujer no tiene una rosa en la mano. "Se la compraré, se la compraré", advierte al vuelo el hombre.

Aunque no quisiera, acabará haciéndolo. Barcelona es hoy también la ciudad del amor. Suena cursi, pero más lo es San Valentín. No hay esquina sin su pequeña mesa con rosas. No hay cruce de calle sin un piropo o una amenaza, dependiendo del sexo. "Una mujer tan bonita no se merece una rosa, ¡se merece dos!", grita un florista ambulante a una pareja que efectivamente ya ha cumplido con el intercambio rosa-libro. Cualquier estrategia es buena para tratar de colocar las últimas flores… De rosas las hay para todos los gustos y para todos los bolsillos. Rosas de colores, de plástico, de madera y hasta comestibles. Las más baratas, a dos o tres euros; flores 'low cost' que suelen venderse en establecimientos sin licencia y que enervan al gremio de floristas.

Pero las floristerías tradicionales no solo acusan la competencia desleal, también se lamentan del calendario. "Nosotros hemos encargado la mitad del género que el año pasado", desgrana una dependienta de una floristería de L'Eixample. Esgrime dos motivos: "la gente aprovecha para pasar el fin de semana fuera de Barcelona. Y las empresas no necesitan encargar ramos o paquetes de rosas para sus empleados, clientes, etc…". En la histórica floristería Navarro, una de las más antiguas de la ciudad, confirman el diagnóstico: "Es cíclico. Si Sant Jordi cae en festivo, se venden menos rosas", explica una trabajadora. El año que viene, por cierto, Sant Jordi caerá en domingo.

Firma de libros

Sant Jordi hierve, sobre todo, en el centro de la ciudad. Los ejes Plaça Catalunya, Passeig de Gràcia y Rambla Catalunya son los escogidos por las grandes librerías y centros comerciales para que los escritores firmen sus obras y hasta ahí se desplazan miles de ciudadanos durante todo el día. Sin embargo, de las 860 licencias otorgadas por el Ayuntamiento de Barcelona para hacer stands, solo 200 son de librerías. ¿Y el resto? Entidades sociales, partidos políticos y hasta consulados, como el que hoy despertaba la atención en Rambla Catalunya con València, el de los Emiratos Árables, donde se ofrecía té rojo y una especie de bayas del mismo color. La globalización tiene estas cosas…

Y la tradición tiene otras. En la calle València con Passeig de Sant Joan, un francés de 42 años hojea unos libros con un niño de cuatro años en brazos. Va disfrazado de caballero de Sant Jordi, casco incluido. "Llevo dos años viviendo en Barcelona y me encanta esta festividad. El niño llevaba toda la semana esperando este día para disfrazarse. En la escuela no hablan de otra cosa", reconoce. "Para poderlo disfrutar en familia, prefiero que caiga en festivo".

Desde luego, y como casi siempre, los escritores mediáticos suelen llevarse el gran interés de los paseantes. Mario Vaquerizo y Risto Mejide compartían esta mañana stand en una de las calles más concurridas y el tapón formado por las largas colas de gente que querían su firma ha sido terrible. Algo más arriba se arremolinaban algunos dirigentes políticos, convertidos en autores o protagonistas de un libro. Albert Rivera, líder de Ciudadanos, firmaba libros desde las 11 de la mañana en la parada de su partido. Y a escasos metros, el diputado por ERC Gabriel Rufián también se hacía fotos junto al autor de su biografía, el periodista Roger Maiol. Un poco más arriba, completando el tridente político-literario, el periodista Joan Serra firmaba su último libro, con la alcaldesa de Barcelona Ada Colau como protagonista. "El libro político engancha a cada vez más gente. Porque la política, que ha irrumpido con fuerza en el mundo de la televisión, también genera cada vez más interés", opina Serra.

Pilar Rahola, Almudena Grandes, Miguel Ángel Revilla, Pedro García Aguado o la periodista Empar Moliner también cambiaban de stand para satisfacer a todo el mundo

Ya en Plaça Catalunya, los autores de los libros hacen sus particulares rotaciones. A las 12 en punto, el cantautor Albert Pla se levanta de su silla y se lleva su libro 'España de mierda' a una conocida fábrica de cerveza de la ciudad. Ahí seguirá firmándolo, pero también tocará unas canciones. Pilar Rahola, Almudena Grandes, Miguel Ángel Revilla, Pedro García Aguado o la periodista Empar Moliner -esta vez no ha quemado ningún libro- también cambian de stand para satisfacer a todo el mundo; algo más dispersados están algunos de los chefs más conocidos de nuestro país, convertidos dentro de esta fiebre culinario-mediática en personajes de lo más solicitados. Ferran Adrià, Joan Roca, Pepe Rodríguez y hasta dos ganadores de Masterchef Junior se han dedicado a firmar libros durante toda la mañana.

Las familias buscan la foto, el recuerdo y, sobre todo, el regalo. Algunas improvisan, dejándose llevar calle arriba o abajo, en busca de la flor que más brilla o el libro que más luce. De ahí a sacar el monedero va un paso. Los Vila-Matas, Mendoza, Marsé o Zanón exprimen los bolígrafos antes de tomarse un descanso para comer y prepara las sesiones de tarde.

No solo de libros y rosas vive hoy Barcelona. La capital catalana despliega un amplio abanico de actividades culturales. Conciertos, talleres, lecturas colectivas y homenajes a los centenarios de Cervantes y Shakespeare… También las instituciones aportan su granito de arena. El Palau de la Generalitat o el Ayuntamiento de Barcelona, hoy dos islas flotantes en el mar de rosas que inunda la Plaça de Sant Jaume, abren sus puertas de forma gratuita a los visitantes.

Del mismo modo reciben a los turistas y vecinos de la ciudad espacios como el Hospital de Sant Pau, el Palau Güell o la Biblioteca de Catalunya. La Sagrada Familia se ahorra el detalle. "En su día ya hicimos la promoción de que los que se llamaran 'Jordi' entraran gratis. Pero aquello desbordó a todos", destaca un empleado de la basílica. Desde luego, a las puertas del monumento más emblemático de Barcelona, los turistas se agolpan como casi siempre.

La casa Batlló ha decorado toda su fachada con rosas con motivo de la Diada de Sant Jordi. EFE/Marta Pérez

La Casa Batlló, de Antoni Gaudí, en el cruce de Passeig de Gràcia con Aragó, también ha querido engalanarse para la ocasión, amaneciendo esta mañana con un vestido de más de 1.000 flores. Su fachada luce espectacular, mientras a pie de calle voluntarios venden rosas solidarias. La dificultad principal para comprarlas reside en el bosque de manos, cámaras y selfies que hay que sortear hasta llegar a su stand.

El tapón formado por el gentío ha obligado incluso a intervenir a la Guardia Urbana. La banda sonora de esta matinal de Sant Jordi, como siempre, la han puesto las bocinas de los automóviles. Por suerte los que van a pie es gente menos ansiosa. Ya se sabe: Sant Jordi es para pasear, compartir y disfrutar. Hoy en Barcelona, hasta los runners corrían con una rosa en la mano.

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