MADRID
Actualizado:Ricardo Darín ha sido timador de poca monta, empresario, policía, sacerdote, tendero… y ahora es presidente de Argentina. Máxima figura pública del país en la nueva película de Santiago Mitre, La Cordillera, un thriller político que se desarrolla durante una cumbre de países latinoamericanos en Chile y desde el que el cineasta se cuela por algunas rendijas para espiar lo que nunca se ve ni se sabe de los políticos.
“La ciudadanía universal está al tanto de los escándalos políticos que se destapan, pero además hay una sospecha generalizada”, afirma el actor, que recibe el Premio Donostia en el 65 Festival de Cine de San Sebastián, donde se estrena esta película. Rodeado por un grupo de muy notables actores, como Alfredo Castro, Giménez Cacho, Dolores Fonzi, Paulina García o Christian Slater, Darín vuelve una vez más a convalidar su título de grande con este trabajo.
"Trato de no ponerme fanático"
La película de Mitre, un cineasta que se mueve como pez en el agua en los filmes políticos, da pie a un encuentro con el actor, rápido y brillante conversador, en el que las mentiras de los funcionarios públicos, sus escándalos y las sospechas de los ciudadanos adquieren protagonismo. Y ante la pregunta de si se siente más o menos desilusionado con la clase política, confiesa que trata “de no ponerme fanático con nada, porque te ciegas. Yo soy de los ingenuos que creemos que muchos funcionarios públicos se levantan cada día para trabajar, que están bregando por el bien común. No puedo creer que todos sean unos hijos de puta. Y me pasa igual con la policía. No me quiero entregar todavía a la cosa de que todos lo hacen mal. Cuando llegamos a eso, perdemos todos”.
En un brote de optimismo que solo unos minutos después le hace sonreír, Ricardo Darín subraya su confianza en el “mano a mano, en el contacto personal. Por ahí sí pueden cambiar las cosas”. Al fin y al cabo –todavía en la cresta de esa repentina euforia- “el 90% de la comunidad mundial es gente trabajadora que quiere ser feliz, pero hay un 10% de hijos de puta que nos están aplastando la cabeza”.
"Latinoamérica sobrevive"
Ese 90-10 varía un poco a lo largo de la conversación, en la que de la política casera pasamos a la internacional, concretamente a la latinoamericana. “Llevamos décadas hablando de fraternidad latinoamericana, forma parte de nuestra estupidez, porque esa fraternidad no existe aún, es muy difícil encontrar el punto de cocción para que eso funcione”.
“Latinoamérica es una región rica en muchos sentidos y si fueran todo los países un poco de la mano…” y tras una pequeña pausa, Darín sentencia: “Latinoamérica no solo existe, sobrevive a un avance cruel y sangriento que aún no ha permitido que cicatricen y se cierren las heridas. Cuando veo a los pueblos indígenas latinoamericanos, siento vergüenza de la civilización, la que clavó cruces en las montañas”.
"La verdad la tiene el pueblo"
“Esto se está convirtiendo en una charla política”, dice Darín, al que sin embargo no se le ve disgustado por el tono del encuentro. Y aprovechando ese clima afable, surge la pregunta que nadie quiere que le hagan estos días, sobre todo, después de la reacción contra artistas como Joan Manuel Serrat o Isabel Coixet, la del referéndum catalán.
“Estoy de acuerdo con un referéndum que sea legal y consensuado. Me gustaría que no dejaran de lado la opinión de la gente, que tuvieran la oportunidad de expresarse por el bien común. Un bien del que, por cierto, no se habla últimamente. No hay que olvidarse de escuchar a la gente. La verdad la tiene el pueblo”.
Ricardo Darín, de vuelta a La Cordillera y San Sebastián, reflexiona acerca de la presencia de las mujeres en la política mundial y en su reflejo en la película de Santiago Mitre. “Si las mujeres avanzan en las decisiones del mundo, el mundo irá por otro camino. Por lo pronto no estaríamos midiéndonos quién la tiene más larga. Hay un avance inevitable, reparador, pero hay que seguir intentando paliar la injusticia que se ha cometido con las mujeres históricamente”.
"Tenemos lo que nos merecemos"
Inevitablemente, la despedida es, además de, por supuesto, con felicitaciones por el flamante Premio Donosti, con unos gestos mutuos de ánimo para afrontar lo que nos deparen estos políticos con los que convivimos y en cuyas manos hemos puesto la confianza “que no tenemos”.
“Tenemos lo que nos merecemos, porque no saltamos antes, porque esperamos hasta que el agua ya nos llega a los tobillos. En términos generales, por lo menos somos artífices de lo que nos ocurre —asegura medio indignado y medio resignado Ricardo Darín—. Hay mecanismos por los que se logra que la gente no diga lo que piensa. Hemos perdido un poco la confianza en el poder individual”.
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