'No usan el nombre real de Weinberg, le llaman Irving, ¡vaya gilipollez! Y en una escena lleva una chaqueta verde. ¡Me moriría antes de ponerme una chaqueta así!'. Son palabras de Melvin Weinberg (en The Telegraph) referidas a la nueva película de David O. Russell, La gran estafa americana, inspirada en su vida y en la conocida Operación Abscam, que él protagonizó. Estafador profesional, fue soplón y colaborador del FBI en uno de los casos más célebres de EEUU contra la corrupción política. Ahora es el hombre real detrás de la historia preferida por los miembros de la Academia de Hollywood para los Oscar, la triunfadora en la gala de los Globos de Oro.
Protagonizada por Christian Bale, la película cuenta, en pretendida clave de comedia, la historia de un caso de sobornos y corrupción, que terminó con la condena de siete políticos y cinco funcionarios del Gobierno. Los agentes del FBI John Good y Anthony Amoroso obligaron Weinberg a trabajar para ellos en esta operación encubierta. Crearon una empresa falsa, se inventaron un jeque árabe y apañaron encuentros con senadores y congresistas a los que ofrecían sobornos a cambio de favores políticos. Utilizaron a Angelo Errichetti, alcalde de Camden (Nueva Jersey), para atraer a los políticos a su trampa.
Weinberg, un 'rey de la estafa', según los propios federales que estuvieron cerca de él entonces, cobró por aquel servicio y ahora ha vuelto a cobrar por ello. La productora de la película, según ha contado el propio Weinberg, le ha pagado 250.000 dólares por trabajar como consultor para ellos. Por ese dinero, voló a Los Ángeles y estuvo tres días en un hotel, donde se encontró con Christian Bale y le dio algunas pistas para su personaje.
Aparte de su innegable habilidad para el timo, este tipo tenía otras características que interesaron primero al guionista Eric Singer y después a Russell. Peculiaridades que reconoce muchos años después John Good, el agente que dirigió la operación. 'No tardamos en convencernos de la capacidad de Mel. Su dedicación fue completa. Ni siquiera diría que era un informador; fue mucho más que un soplón que simplemente da información. Participaba en la operación encubierta. Era un estafador, pero tenía un buen corazón, y había algo de integridad en él y se comprometió con una operación legítima y fue capaz de conseguir algo estando del lado de la ley'.
La humanidad y supuesta moralidad del personaje quedan a salvo en manos de Christian Bale, quien junto a un fugaz pero turbador De Niro (en el papel de un peligroso jefe de la mafia) son lo más acertado de una película que se queda en relato banal cuando podría haber subido muy alto. La historia de Irving Rosenfeld, nombre que le dan al personaje, estaba destinada a ser una aventura de lealtades y traiciones, entre amigos, amantes, socios... y de denuncia de la corrupción política, pero termina convirtiéndose en una narración un tanto vacía. La interpretación de algunos actores, como la de Bradley Cooper (en el papel de agente del FBI), ayuda a ello y parece concebida para ridiculizar al personaje. Objetivo al que apunta también la obsesión por poner pelucones y peinados grotescos a unos actores, mientras a otros les quitan pelo para que luzcan medio calvos.
Así, entre la caricatura de unos y cierta comedia por la que pelean Christian Bale o Amy Adams se mueve esta película, que, a pesar de algunas críticas poco elogiosas recibidas ya, es la gran favorita para los Oscar. Algo tendrá que ver con la historia que cuenta y que ha tenido bastante eco entre los directores de cine y televisión, y otros artistas, a lo largo de los años. A principios de los ochenta, Louis Malle quiso llevarla a la gran pantalla -Moon over Miami-, con Dan Ackroyd y John Belushi, pero la muerte de éste acabó por hacer que abandonara el proyecto. Hay referencias a ella en la película Donnie Brasco, en el programa Saturday Nighy Live, en un episodio de la ultrafamosa serie Seinfeld, incluso en una tira cómica y en una canción de Prince (Annie Cristiana).
En 1979, los miembros de la Academia de Cine de Hollywood decidieron conceder el Oscar a la Mejor Película a Kramer contra Kramer. Inexplicable resolución cuando aquel año estaba entre las candidatas la monumental Apocalypse Now. Robert Benton le quitó, además, el premio a Coppola. No ha sido la única vez que la comunidad del cine de EEUU cometía un dislate semejante, aunque sí ha sido una de las más sonadas. Tres años antes la estatuilla al Mejor Director se la llevó John G. Avildsen, dejando boquiabiertos a quienes habían apostado por Bergman, Sidney Lumet o Alan J. Pakula. La nueva edición de los Oscar augura ya algo parecido, mucho menos explosivo, pero, para muchos, desatinado al fin y al cabo. Todas las quinielas apuntan como vencedora a La gran estafa americana, una película resultona, pero que promete y no cumple. Ganadora en los Globos de Oro y en los premios del Círculo de Críticos de Nueva York, hay algo que sí se puede decir de esta película: es una apuesta segura por el entretenimiento, eso sí, por uno más dulce que ácido y más simple que profundo.
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