MADRID
En Mongolia, las mujeres de cierta edad que no se han casado reciben el apodo de 'dinosaurio'. La costumbre, muy poco sutil y bastante grosera, le ha valido, sin embargo, al cineasta chino Quan'an Wang para hacer una película sostenida sobre un feminismo esencial, primario. El huevo del dinosaurio (Öndög), estrenada en Berlín y Espiga de Oro en la Seminci, es un canto a la independencia de las mujeres, a la grandiosidad de la naturaleza y a la sabiduría ancestral, por encima de la moral humana.
Divertida, por momentos divertidísima, visualmente preciosa, inquietante y con un fondo de denuncia social, la película es intrépida, un atrevimiento de juego de géneros combinado con una rigurosa planificación estética que la convierten en una obra inclasificable y única protagonizada por una recia pastora mongola emancipada y libre.
La magnífica naturaleza
La noche oscura de la estepa mongola, iluminada por los faros de un coche, que permiten ver una manada de caballos salvajes, arranca esta historia. La luz advierte un cuerpo desnudo tirado en el suelo, el cadáver de una mujer asesinada. Y ahí, antes de que aparezcan físicamente sus personajes, el cineasta descubre un bellísimo horizonte, un telón para amaneceres y atardeceres formidables que marcan el paso del tiempo en la historia y que delatan la primera intención de Quan'an Wang, revelar la inmensa, magnífica naturaleza.
"Parece que los hombres estamos haciendo desde hace siglos un esfuerzo enorme por apartarnos de la naturaleza. Eso es un grave error. Cuanto más lejos estemos de ella, antes desapareceremos", dice el cineasta Quan'an Wang a este periódico en una breve entrevista realizada por correo.
El segundo propósito del director, dejar claro que las mujeres son poderosas, resueltas y que saben convivir con la naturaleza, aparece en la primera mañana. La policía, una pandilla muy cómica que trabaja sin apenas recursos, llega a la escena del crimen. Allí, en medio de la nada, dejan al agente más joven e inexperto, pero piden a la pastora del lugar que le proteja de los peligros de la zona. Ella, mejor que la policía, sabe ahuyentar a los lobos que se acercan al cuerpo, está acostumbrada a las heladas nocturnas y salva de morir congelado al chaval. Y mucho más…
La vida, la muerte y el amor
Dulamjav Enkhtaivan es la protagonista. Actriz no profesional, como el resto del reparto, ella es esa pastora de la estepa mongola. Vive con sus animales y pasea a lomos de un imponente camello peludo (bactriano), dispara mejor que nadie y se toma sus descansos para fumar de vez en cuando un pitillo. Con ella, el thriller con el que se inició la película se transforma. La noche que la pastora y el policía pasan juntos es el escenario de la sabiduría y, al mismo tiempo, de lo sencillo. En esas horas, en la estepa, el sexo no es un asunto complicado y los animales y los humanos se recuestan a ver pasar lentamente el tiempo hasta que la luz desplaza a la oscuridad y llega la hora de los hombres.
Y en el pueblo, ellos hablan de mujeres, de la mujer muerta por su novio, de los celos asesinos, de la belleza de la mujer becaria de la policía, del trabajo... mientras una doctora le sugiere a la pastora la píldora del día después, el mejor método y menos arriesgado de todos, y otra mujer pone orden en la sala de las autopsias.
Es la muerte y la vida reunidas en un escenario excepcional, la estepa mongola. "Lo que vi en Mongolia se extendió mucho más allá del alcance del lenguaje. Una vez en la sala de edición de Beijing, entendí que era una película sobre la vida, la muerte y el amor. Experimenté un sentido del tiempo mongol. Y la vida, la muerte y el amor no eran como los percibía antes".
El regreso de Quan'an Wang
El huevo del dinosaurio significa el regreso al cine del cineasta chino. Quan'an Wang, uno de los máximos representantes de la Sexta Generación del cine chino, ha reaparecido diez años después de estrenar Bai lu Yuan (White Dear Plain). Recuperado del hastío en el que le sumió aquel proyecto, censurado, obligado a eliminar buena parte de los contenidos de la película y superado por la avalancha de cine comercial en su país, finalmente se sacudió la desidia que le había invadido y halló un nuevo interés en el cine. Su regreso lo ha hecho, como antes en su celebrada La boda de Tuya (2006), desde Mongolia y con esta película fascinante.
"La población de Mongolia ha conservado un modo de vida nómada. Ellos nos serían de gran utilidad para ayudarnos a comprender el entorno en el que estamos. Al fin y al cabo, aunque cada vez seamos menos conscientes de ello, los hombres somos solo unos animales más en este planeta", afirma el director, quien vuelve una y otra vez a los dinosaurios y a los primeros fósiles de estos, que se encontraron en Mongolia.
"Los dinosaurios, durante millones de años, estaban en la cima de la cadena animal. Hoy somos nosotros los que estamos ahí. Así que, nosotros somos los dinosaurios y, como ellos, podríamos desaparecer en cualquier momento".
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