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Public Enemy, ¡qué grandes, estos negros!

Junto al popular grupo de hip hop, los más destacados del primer día fueron Vampire Weekend y Portishead

ABEL GONZÁLEZ

Buena afluencia de público en el primer día. Más extranjeros que nunca y un rédito excelente de promesas cumplidas. Si el festival perfecto debería ofrecer en cada jornada algo bueno, algo curioso, algo gracioso y algo grande, el jueves se hizo casi la faena de dos días. Buenísimos
Vampire Weekend, curiosos Health, graciosos Boris y De La soul y grandes Public Enemy y Portishead.

Cada espectador recibía al entrar al recinto un tríptico con la parrilla de conciertos y un rotulador amarillo fosforito para diseñar su itinerario ideal. Había que decidirse por ir a ver a los japoneses posmetaleros Boris y dejar para el viernes a Portishead (los de Bristol repetían en el Auditorio el momento más esperado de esta edición) o enturbiar el espíritu, abandonarse ya mismo a la voz de Beth Gibbons y aparcar la letra pequeña.Entre una opción y la otra, cinco minutos andando.


En la primera jornada, las actuaciones más sobresalientes se cuajaron en los dos marcos más cercanos al mar. El escenario Rock de Lux, en el que, después de la chillona insipidez moderni de MGMT, se abrió un simposio de hip hop clásico memorable (un género que el festival había tocado poco) y el Vice, en un nuevo emplazamiento tan integrado al litoral, que parece un escenario flotante no apto para reumáticos.

Dinamita amiga
El mástil de algunos barcos está tan cerca del andamiaje que parece parte de la escenografía. Allí destacaron, pasadas las dos y media, los debutantes neoyorkinos Vampire Weekend. Después de su convincente actuación, aun más en boca de todos. ¡Créanseel hype!

La bomba era y fue Public Enemy. Y eso no entraba en todas las quinielas. Venían a ofrecer entero su mítico It takes a nation of millions to hold us back y canjearon por falta de tiempo el tramo final del álbum por el himno Fight the power. Este disco irrumpió hace 20 años como una interrupción pirata a todas las emisiones del mundo occidental. Un sabotaje al sistema del hombre blanco. Su mensaje era final, definitivo. Dicho como las cosas que no se van a decir dos veces.

Chuck D, Flavour Flav y compañía lo abordaron en el escenario con convencimiento rotundo. La edad dio igual. Claro que sus textos tenían una urgencia en 1988 que ahora ya no pueden retener. Pero aquello fue una celebración: un cumpleaños del hip hop según Public Enemy. Un formato que partiría por la mitad la historia de la música negra y que sigue vigente. Cultura moderna. Una señal de que están atentos a la actualidad fueron los 20 minutos largos dedubstep que los productores Bomb Squad pincharon en escena para introducirnos al instante más esperado de la noche: el zumbido de las sirenas que nos llevaron al ruido de Bring the noise.


A pleno rendimiento
“Es la vez que han estado más en forma”, dijo sorprendido un fan que les había visto tres veces en los últimos 20 años. ¿Cuántos grupos de hip hop actual suenan hoy tan poderosos? Harán falta un millón para superarles. Para De La Soul fue una suerte que Portishead (¡Chuck D. cantó en Machine Gun!) hicieran reset después del chaparrón. Si no, su simpática verborrea colorista hubiera palidecido demasiado. Y fue entrañable.


Un distintivo del Primavera Sound: quizás su amplitud de miras –se mide calculando la distancia entre las dos propuestas más alejadas estilísticamente del cartel– no sea estrictamente mayor que la de otros festivales. Al fin y al cabo, los hay que combinan a Neil Young y Shakira. Pero, mientras otros abren horquilla para ampliar target y captar a dos tipos de gente, el Primavera pretende satisfacer masivamente al mismo espectador con cada gesto. Y esto, claro, es agotador. ¡Mañana mucho más!

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