Ai Weiwei (Pekin, 1957) es un artista sutil. Tan sutil que envuelve sus mensajes políticos y su narrativa contemporánea con la tradición y el arte más clásico de la antigua cultura china. La preciada porcelana de su país nunca había llegado a Europa en forma de cien millones de pipas de girasol hechas y pintadas una por una, con las técnicas artesanales que se han perpetuado durante siglos. A partir de hoy estas cien millones de piezas distintas e individuales forman la instalación escultórica Sunflower Seeds (Pepitas de girasol) en la sala de turbinas de la Tate Modern de Londres. Los visitantes están invitados a pisarlas, tocarlas, comprobar que son únicas y oír el tric-trac que producen al arrastrar los zapatos sobre los 1.000 metros cuadrados de 7 centímetros de alto del paisaje de porcelana.
La instalación sugieren la relación entre individuo y sociedad. La elección de pipas como medio de lenguaje artístico andaba en la mente de Weiwei desde hace años. Él las asocia a la pobreza y a la revolución cultural (1966-76) orquestada por Mao Zedong. 'La propaganda del partido pintaba a Mao como el sol y a las masas populares como girasoles mirando hacia él al mismo tiempo que los chinos eran pobres y sólo disponían de pipas de girasol en sus bolsillos para alimentarse o como símbolo del único tesoro que poseían', explica Ai Weiwei, cuya familia conoció la humillación del régimen cuando fue castigado su padre -un poeta crítico con el régimen- a limpiar los lavabos públicos siete días a la semana, doce meses al año.
El artista asocia las pepitas a la pobreza y a la revolución cultural de Mao
Entonces fue cuando Ai Weiwei se marchó, con una beca que consiguió su novia, a EEUU. Hace dos años le invitaron a crear una obra para la sala de turbinas. Las pepitas de porcelana germinaron en su imaginación y crecieron hasta los cien millones de unidades, producidas por miles de chinos en la ciudad de Jingdezhen, donde se fabricaba la porcelana de la época imperial. Nunca mejor dicho: un trabajo de chinos. 'Yo sólo he hecho tres o cuatro pepitas y me han salido mal; las personas que las han hecho son hábiles en la fabricación de porcelana, no entendían que fuesen para una exposición de arte', explica el artista, quien asegura que si alguna pieza se rompe, no pasa nada, y si alguien se lleva alguna pepita dentro del bolsillo, tampoco.
Ai Weiwei, que ahora vive y trabaja en China tras el exilio en EEUU, conoce bien el funcionamiento del régimen chino porque tiene censurado su blog. El artista (pintor, escultor, fotógrafo y escritor) participó en el diseño del estadio olímpico, en forma de nido, de Pekín pero se desvinculó de los Juegos y de las ceremonias al darse cuenta que 'eran únicamente propaganda política para el partido'. Ha utilizado antes la porcelana para hacer sandías y frutas, piezas de ropa, jarrones... productos de exportación masiva para llamar la atención al mundo del fenómeno Made in China.
Ayer el artista, voz crítica del régimen comunista, explicaba que 'el individualismo y la lucha por las libertades en China es imparable a pesar de que el Gobierno se resiste a las reformas; nadie sabe cómo, pero el cambio se producirá'. Preguntado por Público, el artista dijo que la concesión del premio Nobel al disidente Liu Xiaobo 'es un gesto que alentará a los ciudadanos. China como nación tiene que trabajar para ser un país democrático y formar una sociedad con más libertades'. Cree que 'el premio no tendrá ningún efecto inmediato en la vida cotidiana de los chinos, pero el cambio político es inevitable tras 20 años de desarrollo económico'.
En la Tate calculan que dos millones de visitantes pasarán hasta el 2 de mayo por la sala de turbinas. Tras la muestra, los cien millones de pepitas, que han pesado 150 toneladas en su viaje de Jingdezhen a Londres, iniciarán su vuelta a China. Weiwei no sabe todavía qué va a hacer con ellas.
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