Arranca y Stan y Charlie son dos peleles meneados por las olas del destino. Viajan en barco desde Londres a Nueva York y buscan una oportunidad en la industria del cine. Justo en el cine, el verdugo de los cómicos del circo. Uno, la cara muy blanca y arrugada, otro, cara de payaso triste y los ojos de fuego. Uno, Stan Laurel, otro Charlie Chaplin. Llegan sin pasajes de regreso, hambrientos de público y aplausos. Pronto se cruzarán con Oliver Hardy, Philip Marlowe, John Wayne y hasta con Osvaldo Soriano, el autor de esta disparatada novela, Triste, solitario y final, que ahora recupera Seix Barral, junto con A sus plantas rendido un león.
Osvaldo Soriano fue uno de los mejores narradores argentinos de la segunda mitad del siglo XX, prácticamente desconocido en España. 'Un grande, como Arlt y como Cortázar, que fundó su propio lenguaje y su propio reino de imaginación', como se despidió por escrito en la muerte de Soriano, el periodista Tomás Eloy Martínez, aquel enero de 1997, en la necrológica que aparecía en el periódico Página/12.
'En el periodismo adquirió la destreza para escribir', dice Fogwill
De pequeño el 'gordo' Soriano se cayó en la marmita del mate de la risa y de mayor conquistó a millones de lectores. Y como suele ocurrir con los escritores populares, según creció su fama, disminuyó su prestigio entre los académicos. 'Se lo empieza a considerar un autor menor en los ochenta, porque no satisfizo a las élites culturales. Tenía a todos los lectores a su favor, y a la crítica en contra', recuerda su amigo, el escritor argentino Guillermo Saccomanno.
Lo acusaron de populista por haber conectado con el gran público gracias a sus personajes anónimos y arruinados, gracias al cóctel de cultura popular, al humor y la ironía que descubrió en 1972 con la lectura de El largo adiós, de Raymond Chandler. 'Fue él quien me abrió ese mundo. Ahí encontré la manera de contar ese material con que los abrumaba a ustedes en los bares', dejó por escrito Soriano. Precisamente, su paso por la prensa hizo de su estilo directo, y de su prosa llana y sencilla.
Shua: 'Devolvía el idioma de todos los días convertido en literatura'
'Creo que en el periodismo adquirió la destreza para escribir. Y su antena para detectar lo que, en la actualidad, pasa por ser la realidad y lío verdadero', dice de él Fogwill. El autor de 'Los pichiciegos' resume la importancia de Soriano no sólo en el plano literario: 'Creo que es representativo de un clima intelectual de época y, a la vez, de un plano de la literatura argentina que, por ser la más comercial, pasa desapercibida: son los casos de Jorge Asís, Silvina Bullrich y muchos más que en España ignoran'.
De hecho, muchos creen que la visión política de Soriano fue una de las más ricas y menos maniqueas. Para otros, como el escritor, traductor y editor argentino Damián Tabarowsky, Osvaldo Soriano sólo tiene un lugar: 'El mercado y ningún otro. Extremó ese lugar de escritor de izquierda en términos políticos, pero que lleva a cabo una literatura profundamente conservadora, moderada y cautelosa', sentencia con los motivos que criticaba Saccomanno.
La escritora de cuentos y novelas Ana María Shua no comparte esa visión crítica: 'Él nos devolvía el idioma de todos los días convertido en literatura, en una visión de la Argentina que era también visión del mundo, y de ahí su éxito internacional'. La autora bonaerense cree que el mundo de Soriano era 'disparatado, cruel y sin sentido', pero también 'tierno'.
Cuenta Shua que Soriano encaró los encuentros y desencuentros de la violencia peronista de los primeros años de los setenta 'como si fuera el guión de una de cowboys'. 'Ese tono no lo hizo más superficial, todo lo contrario', explica. Saccomanno destaca que se significó en la lucha antifascista para mostrar cómo las dos partes enfrentadas en el peronismo lograron desangrar al país. Hasta que dio por finalizada la sangría. 'Basta de muerte y empezó a cerrar la tumba', escribió en Triste, solitario y final, escribieron en su epitafio.
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