WASHINGTON
Actualizado:El premio Nobel de Literatura de 2006, Orhan Pamuk (Estambul, 1952), ha presentado en Washington su última novela, Las noches de la peste, que saldrá publicada en español en noviembre. Es su undécima obra de ficción y llega en 2022, año en el que se cumple el 40º aniversario de la publicación de su primer libro. En ella, Pamuk regresa a la novela histórica y aborda el declive del imperio otomano. Está siendo investigado en Turquía tras ser acusado de que Las noches de la peste se mofa de Attaturk. "No creo que esta denuncia llegue a nada y espero que acabe perdida en la burocracia de Ankara", dice.
Su última novela está ambientada en una isla imaginaria, Minguer. La acción se inicia en abril de 1901. La isla pertenece al imperio turco y su población es mitad musulmana y mitad ortodoxos griegos. Entonces sucede una epidemia. Sin embargo, estaba escribiendo la novela cuando la pandemia de la covid se solapó con la epidemia de Minguer. ¿Alteró eso su manera de afrontar la novela?
Había estado pensando en escribir esta novela desde hace 14 años y finalmente empecé a escribirla hace cinco o seis. Para documentarme, leí mucho sobre otras epidemias escritas por otros novelistas, artículos de investigadores, libros de Historia. Me di cuenta de que una especie de patrón común a todas las epidemias es que, cuando ésta llega, la gente reclama al Gobierno que la detenga, y la mayoría de las veces los Gobiernos se vuelven autoritarios, parece que cada vez que hay una epidemia los abusos se vuelven casi inevitables. Con estas ideas empecé a escribir mi novela hace cinco o seis años, que era entonces una novela alegórica.
Cuando uno escribe, lo hace sobre la tradición que lo ha precedido. ¿Qué otras novelas sobre epidemias o islas han sido una referencia para usted al escribir 'Las noches de la peste'?
Pensé mucho en las mejores novelas escritas sobre este tema, como Diario del año de la peste, de Daniel Defoe; Los novios, de Alessandro Manzoni; y La peste, de Albert Camus. Las tres obras fueron escritas por autores que nunca experimentaron una epidemia, así que pensé que, bueno, yo iba a ser el cuarto, ¡pero no pudo ser!
Todas sus novelas suceden en Estambul o en espacios amplios. ¿Por qué decidió ambientar esta en una isla?
Pensaba que necesitaría aislamiento porque esa condición hace que la historia, que la acción, se vuelva más intensa en términos de drama, todo es más palpable, más visual en los lugares aislados.
Por otro lado, elegí crear una isla imaginaria por un motivo: en mi novela Nieve, una novela política, recibí muchas críticas en mi país, especialmente de las personas de la ciudad de Kars, del este de Turquía [cerca de la frontera con Armenia y Georgia]. La gente de esa ciudad se quejó: "¡Nuestra ciudad no es como aparece en el libro!". Así que no quise volver a eso y por eso inventé una isla otomana típica en el Mediterráneo. Pero estas preguntas me las hace todo el mundo, las he respondido muchas veces, pregúnteme otras cosas.
Una isla es un territorio muy literario y muy conectado con el mito también. ¿Le influyeron otras novelas ambientadas en islas como el Robinson de Defoe, Verne, alguna isla mítica o alguna isla importante en la tradición novelística turca?
Hay un vínculo romántico con las islas. En mi caso, para esta novela, tuve presente a islas como Creta y las pequeñas islas turcas del Mediterráneo, algunas de ellas a apenas una hora y media de Estambul. Sé cómo se siente al estar en una isla, sobre todo si es una isla pequeña.
Para mí, la experiencia de la isla no está tanto conectada al mito como al hecho de que, como habitante de una isla, uno no está conectado al continente, no pertenece a él, lo cual inmediatamente sugiere una identidad vinculada a la isla, y esta novela es, entre otras cosas, un libro sobre la identidad y sobre el nacionalismo.
Hablamos de islas e identidad en un contexto de globalización como el actual, donde somos más conscientes que nunca de la diversidad del mundo, pero al mismo tiempo surgen partidos o grupos que no hacen más que fomentar el rechazo o el miedo hacia el otro, hacia el extranjero, hacia el diferente. ¿Explora usted eso en la novela?
No estoy de acuerdo con esa visión, el rechazo hacia el otro se daba mucho más antes que ahora.
¿Es usted optimista al respecto?
No sé si soy optimista o pesimista, pero son los hechos; no estoy opinando, le estoy diciendo la verdad [ríe]. Ahora todo el mundo ve la televisión, está mucho más formado que antes, tenemos mucha información.
También hay mucha desinformación.
Sí y no. Mire, se dice eso mucho, que las diferencias son cada vez mayores, pero mire Europa, está ahora unida y no hay guerras entre europeos. Está ahora la guerra de Rusia, pero no es una guerra entre miembros de la Unión Europea, es una guerra entre bloques, no una guerra dentro de la UE. Lo mismo se puede decir de las guerras entre Estados Unidos y México.
Yo creo que cada vez hay menos guerras. Esa sensación es más de los periodistas y las noticias, que transmiten eso y exageran muchas cosas para que sean populares y tengan audiencia. Yo podría decir: sí, vivimos en un mundo horrible y las personas cada vez se conocen menos, pero no lo veo así.
Un eje fundamental de su literatura es el papel de Turquía en el eje Occidente-Oriente. ¿En qué situación se encuentra ahora su país en la guerra Rusia-Ucrania, donde tiene que medir mucho su relación con la UE y con Rusia, un país que es su enemigo histórico?
Turquía es un país miembro de la OTAN. Puede que Erdogan esté haciendo algún populismo anti-OTAN, pero Turquía ha estado en la guerra en Siria, respaldada por la OTAN. Así que, por un lado, Erdogan se acerca un poco a Putin, pero no demasiado, y junto a esto sigue las indicaciones de la OTAN y le pide armas y aviones a Estados Unidos. Ésa es la situación ahora mismo.
¿Está preocupado por esa situación de Turquía en medio de este conflicto?
No, los periodistas soléis preguntar esas cosas. No estoy preocupado, estoy contento, estoy en Washington en un acto de firma de libros.
Erdogan, en su fomento del nacionalismo turco, está promoviendo esa nostalgia del imperio otomano. Esa apelación romántica a un pasado imperial, poderoso, glorioso, no es exclusiva de Erdogan, está pasando en muchos países, como Rusia o en España. Su novela está ambientada precisamente en el imperio otomano. ¿Quiere abordar esta cuestión?
En Las noches de la peste escribo sobre el imperio otomano, pero lo hago sobre su declive, sobre su incapacidad de ser un imperio. El imperio consiguió victorias militares, así que en su historia hay momentos de gloria, pero también hay declive y el libro versa sobre ese declive.
Tres de sus novelas están ambientadas en el pasado, en un contexto histórico: la primera, 'Cevdet Bey e hijos', 'Me llamo Rojo 'y esta. ¿Qué le interesa de la Historia?
Varias razones. Una es que todos los novelistas que admiro han escrito novelas históricas: Balzac, Dickens, Tolstoi. El motivo es que queremos ver el pasado a través de los ojos del presente. Otra razón es que la novela histórica nos permite crear un personaje que se relacione o habite un mundo, un pasado de personajes reales.
En Guerra y paz, Pierre [Bezújov] es un personaje imaginario que quiere matar a Napoleón. Tolstoi leyó muchos libros sobre Napoleón para tratar de que todo fuera realista, pero Pierre es una invención suya. Todo eso es lo que me interesa de escribir novelas históricas, pero no he escrito muchas, un tercio de ellas más o menos.
Cuando empieza a escribir una novela, ¿tiene todo o la mayoría pensado, una pauta a seguir, o dispone de una idea general que explora a medida que escribe?
Todo es relativo. Si equiparamos una novela a un árbol y éste tiene 10.000 hojas, uno no puede imaginarlas todas, pero sí puede tener imaginación para haber pensado parte del tronco, algunas ramas y de las 10.000 hojas, puede que unas 500. A partir de ahí, uno salta y empieza a pintar, a escribir, y es entonces cuando van apareciendo más ramas y más hojas. Esto hace que cosas que ya has escrito haya que redefinirlas y hay que ir hacia atrás y adelante continuamente
Hay gente que piensa que un día te levantas y las 10.000 hojas de ese árbol están en tu imaginación y uno sólo tiene que empezar a escribir; no es así.
Orhan Pamuk: "Combinar a Tolstoi y Borges en Estambul: ese es el resumen de mi vida"
Dicho esto, comparado con otros escritores, según me cuentan otros escritores amigos o según he leído de las memorias de otros escritores, planeo las cosas un poco más, pero luego es un plan que es imposible seguir porque muchas cosas van apareciendo.
Desde el punto de vista técnico, ¿cuál ha sido la novela que más le ha costado escribir, la novela más compleja?
No creo que pueda decir ninguna. A todas les he dedicado mucho tiempo, unos cinco años. Es lo que me llevó escribir Me llamo Rojo, por ejemplo. En esta última he tardado cuatro y medio.
Mis novelas tienen un promedio de 500 páginas, esta última tiene más de 600 en la traducción al inglés [la traducción al español tendrá 736 páginas]. Mi media de escritura son unas 170 páginas al año en los últimos 45 años, ¡creo que es una buena estadística! [ríe]. Es como escribir media página al día. Aunque unos días escribo cuatro o cinco y otros días escribo eso y digo: "¡Ah, esto no es nada bueno! Y lo tiro todo".
Este 2022 se cumplen 40 años de la publicación de su primera novela, 'Cevdet Bey e hijos', de 1982. En total, usted ha publicado once novelas de ficción. Desde el punto de vista técnico, ¿cree que está evolucionando desde esos inicios más innovadores o posmodernos a un escritor de tono más clásico?
En cuanto a la forma, al estilo, en mis primeras novelas era más radical en los elementos posmodernos, podríamos decir, y ahora mis novelas las veo más de tipo tolstoiano.
Dicho esto, trato de introducir esos elementos más innovadores de mis primeras novelas en estas obras más clásicas, así que una novela como Las noches de la peste tiene esa parte en la tradición de Tolstoi, esa cierta épica, la ambición de representar a una nación. En ese sentido, es tolstoiana, pero empleo muchos trucos narrativos que Tolstoi nunca usó, como saltos temporales o el uso de varios narradores.
Y en mi visión tolstoiana de la novela hay muchos elementos también de Calvino y de Borges. Toda mi vida he intentado combinar Tolstoi y Borges en Estambul, ese es el resumen de mi vida [ríe]. ¡Aunque Borges nunca llegó a disfrutar una novela, nunca entendió qué eran las novelas!
¿Hay algún autor o alguna novela que usted no apreciara de joven y que ahora sí lo valore, o viceversa?
Buena pregunta, déjeme pensar... Voy a responder esto: me gustaría que Dickens me gustara más. Cuando era joven, Dickens siempre me pareció muy melodramático. Eso ha hecho que más tarde no pueda disfrutarlo del todo. Siento mucho que sea así. Hay autores que no te gustan y no te importa que sea así, pero yo quiero que me guste Dickens, pero no lo consigo y es mi problema.
¿Usted cree? La literatura, la lectura, es como una relación entre dos personas. En este caso, el autor y el lector. A veces, cuando la cosa no funciona no hay que culpar a nadie, es simplemente falta de química.
No, no, Dickens tiene un talento enorme. Pero hablemos más de autores, me gusta hablar de escritores.
Lo mismo que le pasa a usted con Dickens a mí me sucede con Flaubert. Me gustan sus novelas, no es que no me gusten, tiene un estilo poderosísimo y me parece también un maestro en la construcción de los personajes, pero siempre hay varios momentos en la trama en que decae mucho.
A mí me encanta Flaubert, lo he leído mucho, he leído hasta sus cartas y me gustan mucho también. Pero creo que sé a lo que se refiere. Por ejemplo, la feria en Madame Bovary. Nabokov criticaba eso en Flaubert. También decía que Madame Bovary estaba traicionando a su marido con un amante y el marido no se daba cuenta. Nabokov decía: pero ¡cómo va a ser eso! [ríe]. Decía que no era realista.
¿Qué influencia tuvo sobre usted el novelista Oguz Atay?
Atay fue un escritor turco, he escrito mucho sobre él. Estudió ingeniería civil. Cuando yo quería ser escritor, su novela más famosa, que publicó cuando tenía treinta y tantos años, ganó un pequeño premio en Turquía, vendió unas 2.000 copias, pero en aquellos años se publican en Turquía unas 40 novelas al año. La leí y dije: "¡Guau!".
Atay había hecho una combinación de estilos, algunos capítulos estaban escritos bajo la influencia de Joyce, en otros se veía la influencia del Nabokov de Pálido fuego, era muy interesante y muy moderno.
Turquía en ese momento era, ideológicamente, una nación de izquierdas donde había una intelligentsia laica que estaba siempre reclamando la responsabilidad de los intelectuales y luego los condenaba.
Atay escribía sobre esto, escribía los intelectuales del modo en que Chéjov escribía sobre la gente normal. Me gustó mucho por eso. Él no le daba mucha responsabilidad a los intelectuales, los veía como seres humanos normales, personas que podían estar confundidas, y trataba de identificarse con esos intelectuales confusos o que no tenían éxito, como también tenía simpatías por los novelistas que no tenían éxito.
¿En qué país tiene más éxito?
Depende. Aparte de Turquía, yo diría que en Reino Unido es donde se venden más libros míos. En Estados Unidos también he vendido mucho. Mencionaría esos dos países. Alemania también, pero sobre todo mis últimas novelas.
¿Qué está leyendo usted ahora?
Estoy leyendo Nuestros antepasados, de Calvino, y hace unos días volví a leer Orlando, de Virginia Woolf, porque estoy dando ese libro en mis clases de literatura comparada de la Universidad de Columbia. Estoy leyendo también varios libros sobre la historia de los juegos de cartas porque estoy escribiendo un libro sobre gente que juega a las cartas. Pero no puedo decir que esté leyendo a ningún novelista nuevo.
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