Una de las cosas bonitas de la profesión de músico es poder brindar momentos de felicidad a la vida del prójimo. Pat Metheny (Missouri, 1954) es culpable de haber llevado la miseria a la vida de centenares, miles e incluso millones de guitarristas, que se destrozan los dedos, incluso las meninges, intentando emular sus proezas. Con su facilidad para las melodías, su dominio de varios estilos y técnicas, así como su falta absoluta de complejos para convertir en arte solos que para otros serían meros ejercicios de mecánico, la extremada habilidad de este nativo del Missouri de 53 años ha amargado y sigue amargando la vida de cuantos intentan imitarle, la de sus familiares y amigos y, por supuesto, la de los que van a escucharle.
Su influencia en la música moderna es inconmensurable. Con un instrumentista como Pat Metheny, la figura del guitarrista de jazz –que había sido siempre un señor tranquilo y sereno, como Tal Farlow o Jim Hall, sentados en una silla desgranando sus solos– alcanzó dimensiones de estrella de rock o, por lo menos, de guitar hero heavy. Acaba de publicar nuevo disco, Day Trip. Hablando con él, resulta ser un caballero muy correcto, de inteligencia clara, que no consigue, sin embargo, explicarnos para qué sirve su virtuosismo.
¿Para qué sirve su virtuosismo?
Procuro no preocuparme y simplemente encontrar notas que sean buenas. Todo depende de la historia que quieras contar. Se trata de una cuestión de sonido: ¿Qué es lo que está pasando en el registro en el que estamos tocando? ¿Qué es lo que se intenta que pase y qué notas lo van a conseguir?
¿Cómo consigue expresarse a través de tantos estilos y técnicas diferentes?
Es un verdadero placer poder hacer tantas cosas diferentes. Pero la música para mí es una cosa unitaria. No puedo dividirla en etiquetas, estilos y categorías. No puedo tocar gamelanes orientales porque no sé nada de esa música, pero mientras sigo dentro de las músicas en las que me siento seguro, las músicas que he pasado años escuchando, siento que puedo aportar algo.
Parece que la gente se preocupa más del calibre de sus cuerdas y de la potencia de su amplificador que de usted mismo.
Soy una persona muy privada. Ni siquiera me gusta poner mi foto en la portada de los discos que publico. Ya sé que dentro de la cultura pop la vida privada de los artistas es muy importante, pero ni pertenezco ni quiero pertenecer a esa cultura pop. La música trata de ella misma, no de mí ni de mi vida personal. Yo estoy a servicio de la música, no se trata de quién soy yo, yo soy sólo el tipo que la ofrece y que ayuda a que exista.
¿No son importantes las biografías de los músicos, como Miles Davis, por ejemplo?
Los detalles de la vida personal del músico para mí son superficiales respecto al sonido que ese músico puede conseguir. Pero es muy difícil dibujar una línea que las separe, sobre todo cuando se trata de una forma de expresión abstracta como es la música, y particularmente la música improvisada… Es cierto, todo lo que pasa tiene un enorme impacto en la música, pero tampoco quiere decir: “Como me ha pasado esto, ahora voy a tocar un si bemol”.
Su música es cosmopolita y universal pero mantiene un cierto sabor de lo que llaman americana, ¿cómo lo consigue?
Me guste o no, eso va a estar siempre ahí. Crecí en el middle west, en una ciudad muy pequeña, y el sonido, la geografía y la tranquilidad de aquel lugar van a estar siempre dentro de mí. Los músicos que más me gustan
son los que reflejan honestamente lo que son y de dónde proceden.
¿Qué es lo que más valora en una composición musical?
Siempre he sido partidario de que la música y el feeling surjan naturalmente, lo potencio y lo valoro mucho, casi más que cualquier otra cosa. Pero dejé Missouri a los 17 años y, como había tenido tantísima tranquilidad, adopté la forma de vida más ruidosa y trepidante posible. Lo cual me ha costado 35 años de viajar para actuar 300 días al año, casi siempre a grandes ciudades. Así que, tal como el tiempo ha ido pasando, aquellas cosas simples y enraizadas han reaparecido y se han fundido con eso que podemos llamar mi cosmopolitismo urbano, lo cual me gusta mucho.
1. Fusion Pat
Su grupo, fundado en 1977, es prácticamente responsable de lo que llamamos fusión: gadgets de alta tecnología, virtuosos
de origen exótico, ritmos brasileños, mood music y melodías juguetonas.
2. Classic Pat
Discípulo aventajado de Wes Montgomery, en sus diferentes grabaciones a trío Pat deja ver lo mucho que le gusta el jazz clásico. Y no olvidemos que ha grabado un dúo con Jim Hall.
3. Free Form Pat
Pat tiene su propio disco free, ‘Zero tolerance for silence’, del año 1992; y ha grabado con Anthony Braxton, Derek Bailey, Ornette Coleman, etc.
4. Americana Pat
Es como más nos gusta, cuando le sale la vena midwestern y
se notan todos los ‘apple pies’ que le daba su abuelita, como
en ‘Beyond the Missouri Skies’, con Charlie Haden, o las dos canciones folk del ‘80/81’.
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