Público
Público

"No escribo para entretener a nadie, escribo para conmover"

El escritor Julio Llamazares vuelve a la novela con ‘Las lágrimas de San Lorenzo', una historia que reflexiona sobre la fugacidad del tiempo y el sentimiento de extranjería

El escritor Julio Llamazares en su casa de Madrid.- JAIRO VARGAS

J. LOSA

Las Perseidas, conocidas popularmente como "Las lágrimas de San Lorenzo", es una lluvia de estrellas que tiene lugar cada año en época de estío. El autor leonés Julio Llamazares (Vegamián, 1955) se sirve de este fenómeno para teñir de nostalgia un relato en el que un profesor de universidad regresa a la isla de Ibiza con su hijo y rememora sus años de infancia y juventud. Un libro escrito con la dedicación de un orfebre que profundiza en el paso del tiempo. "Los hombres somos estrellas fugaces en la inmensidad del tiempo", sintetiza Llamazares una historia que abraza con nostalgia los paraísos e infiernos perdidos.

La soledad y el paso del tiempo son las claves de esta novela y en cierta forma también de su literatura. ¿Por qué esta fijación?

Creo que son dos de las características que definen el destino de los hombres; la lucha contra el olvido y la lucha contra el paso del tiempo que, al fin y al cabo, es la esencia de la literatura: intentar parar el tiempo. Además, yo escribo para pensar, no para evadirme, por eso intento escribir sobre cosas que realmente me importan porque además dedico mucho tiempo a cada libro y uno puede dedicar dos días a cualquier cosa, pero dedicarle cuatro o cinco años de tu vida tiene que ser para algo que realmente te importe."Cuando escribes no vives y cuando vives no escribes"

¿No cree que en ocasiones tendemos a idealizar el pasado?

El hecho de que uno reflexione sobre el tiempo no quiere decir que añore el tiempo pasado. Yo no lo añoro en absoluto, simplemente que esa conciencia de que el tiempo ha ido pasando significa que me queda menos tiempo y eso me produce una cierta desazón, pero vamos, yo parto de la base de que cualquier tiempo pasado fue peor, digamos que en la novela hay nostalgia, no melancolía.

Hay mucha poesía en esta novela. Genera una atmósfera muy evocadora a lo largo de la narración.

Llamazares, durante la conversación en el salón de su casa.- JAIRO VARGAS

Llamazares, durante la conversación en el salón de su casa.- JAIRO VARGAS

Para mí es lo importante de un libro, sea del género que sea. Lo importante es la poesía, la poesía entendida no como género literario sino como ese misterio que hace que las palabras signifiquen más de lo que significan coloquialmente. El trabajo de un escritor, lo que distingue la literatura de la simple escritura es la existencia o no de ese misterio poético y eso se consigue a base de manipular las palabras, retorcerlas, cambiarlas de lugar, de buscar la música de las palabras que hace caer al lector en una especie de ensoñación envolvente que le transporta de la realidad en la que está.

Es algo poco habitual.

Lo que pasa es que como se publican millones de libros que no tienen nada que ver con la literatura sino con la simple escritura de entretenimiento o de evasión, cuando pones dos adjetivos que no son los previsibles detrás de dos sustantivos ya te llaman poeta. Seguramente es mi sino, mi estilo, cuando escribía poesía en mi prehistoria literaria me decían que hacía poesía narrativa y cuando empecé a escribir novela me decían que hacía novela poética. En realidad lo que se está diciendo con eso es que tengo un estilo poético entendido como tratamiento del lenguaje en orden a sacar su máxima capacidad de expresión."Para mí la literatura te tiene que desazonar y te tiene que descolocar"

Esa constante en el libro que es la finitud del viaje y el paso del tiempo deja cierta desazón una vez terminada la novela.

Yo es que no escribo para entretener a nadie, yo escribo para conmover, para emocionar, para mí la literatura tiene que ser como meter los dedos en un enchufe y que te produzca un calambrazo, que te haga reaccionar y pensar más de lo que pensarías de por sí. Cuando leo quiero que me hagan sentir más y pensar más o que me inviten a ello, pero no a que me cuenten una historia mejor o peor que me haga pasar el rato, que también puede ser el objetivo de un libro, pero no es el más importante para mí. Es por esto que me lleva tanto tiempo escribir, por eso trato de buscar la palabra precisa, la frase, la música precisa en las palabras para producir esa ensoñación y esa conmoción. Para mí la literatura te tiene que desazonar y te tiene que descolocar, me hace gracia cuando estoy en la librería de un aeropuerto o una estación y oigo a la gente decir: "Oye, recomiéndame una novela pero que no sea de pensar... Me parece lícito pero yo no escribo para eso, yo no escribo para entretener a nadie, en todo caso escribo para joder, en el sentido mejor de la palabra, para hacer a la gente pensar más de lo que piensa normalmente.

No es un autor especialmente prolífico. ¿Esto es porque descarta mucho, se reescribe a menudo?

Julio Llamazares.- JAIRO VARGAS

Soy lento, para mí el trabajo de escribir es como el de un orfebre, yo puedo escribir otra novela en un mes, pero no como yo quiero escribirla, al máximo de mis posibilidades y eso me lleva mucho tiempo. También me gusta vivir y cuando escribes no vives y cuando vives no escribes. Ese es un riesgo en el que se ven algunos escritores; llega un momento en que tienen dedicación exclusiva a la literatura y se les olvida vivir y al final su literatura empieza a morir poco a poco. Para mi nivel de exigencia personal no puedo escribir más deprisa, podría escribir más deprisa pero no quiero.

¿Cómo surge su vocación literaria?

Pues para mí es un misterio, la infancia la pasé en varios pueblos porque mi padre era maestro de escuela, pero fundamentalmente la mayor parte de mi niñez la pasé en un pueblo minero del norte de León donde no había casi libros y por supuesto ningún ambiente cultural. Era un mundo muy narrativo, muy de película del oeste y desde que tengo memoria de mí mismo me recuerdo escribiendo, es curioso, no sé por qué, yo creo que tiene que ver con eso que se llama la fantasía.

Nació en el pueblo de Vegamián, desaparecido bajo las aguas de un embalse. ¿Hasta qué punto este hecho ha influido en su literatura?

Está claro que de alguna forma me ha influido porque a todos nos influyen los acontecimientos realmente trascendentes de nuestra vida y trascendente es saber que no puedes volver a tu casa ni a tu pueblo porque está debajo del agua. Seguramente tiene algo que ver... Date cuenta que los escritores cobramos por lo que los demás pagan; los demás van al psiquiatra y pagan por contarle su vida, los escritores, en cambio, contamos nuestra vida y cobramos al psiquiatra que es el lector.

Quizá de ahí viene su obsesión por recuperar el tiempo perdido a través de su narrativa.

Más que un interés por recuperar el tiempo, lo que me hace querer escribir es mi obsesión ante el paso del tiempo, ante su fugacidad. Yo no quiero recuperar nada, simplemente cuando escribo —y sobre todo en esta novela donde el tema fundamental es el paso del tiempo— en lugar de cerrar los ojos ante algo que está ahí, lo que hago es lanzarme de cabeza a esa realidad que es la fugacidad de la vida.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?