MADRID
Actualizado:La llamada de un productor, Paco Ramos, a un guionista, Carlos Montero, para comentarle que Netflix buscaba una serie de adolescentes y que sí tenía alguna idea que venderles fue la chispa de la que nació Élite.
De aquella pregunta sin respuesta al principio, como cuenta Montero en una entrevista con varios medios en Madrid, surgió “la premisa bastante sencilla de que tres alumnos de clase baja iban a un instituto privado y que del choque ocurría un crimen”. De eso va, sobre el papel, Élite, que se estrena este viernes en medio de una expectación máxima y con todos los ingredientes necesarios para convertirse en un fenómeno de masas como otras producciones de Netflix hicieron antes. Aunque todo el equipo presente en la jornada de prensa (directores, creadores y actores) insiste a la hora de señalar que esta no es una serie más de adolescentes.
La premisa es sencilla, cierto, pero la realidad es que el guion va un poco más allá de lo que se plantea de inicio. Presenta una serie de instituto, sí, pero juega con los géneros yendo del thriller al drama y manteniendo un discurso bastante real de lo que supone ser joven hoy en día. Se habla su lenguaje para dirigirse a ellos, pero también para que los adultos sean capaces de entender qué supone tener 15 o 16 años ahora, en su mundo. Élite da lo que promete y más y no engaña a nadie. Esa es la idea que se exprime. Carlos Montero incide en ese “componente social y político bastante claro” que aporta la serie y su empeño por mantenerse “ligados a la realidad”.
Como creadores, tanto él como Dario Madrona, coinciden en señalar que su obsesión es siempre dar con el punto de vista adecuado, con “encontrar ese hecho diferencial que haga que aunque los caminos sean siempre transitados consigas encontrar esa cosa que te diferencia. Sobre la base del choque de clases creímos que podíamos vertebrar toda la trama y todos los personajes en torno a esto”.
Todo contado con una dinámica de thriller que reconoce que les costó pillar pero que ayuda a rebajar el tono dramático de las historias que se cruzan y a enganchar al espectador en ese juego de intentar averiguar quién es el asesino. La identidad de la víctima se desvela nada más acabar el primer episodio. “Porque así es un capítulo más potente y porque si no sabes quién es la víctima te obliga a que todos los flashforwards sean en plan alguien ha muerto en algún sitio y no puedes concretar nada”, explica Madrona, quien recuerda que hubo versiones del guion en las que no se conocía la identidad del fallecido/a hasta la mitad de la temporada.
La identidad del asesino/a fue un misterio también para los propios actores, a quienes se les escondió el nombre
Por el contrario, la del asesino o asesina se mantiene bien guardada hasta el último episodio. Un misterio que también lo fue para los propios actores, a quienes se les escondió el nombre para ayudarles a intentar comprender y trabajar en el sentido de cuáles podrían ser sus razones para matar. “Ramón, que es un picajoso, jugaba con nosotros como quería. Es un juego que por su parte ha estado muy acertado porque todos hemos barajado las posibilidades de por qué hemos podido matar a la persona que se mata”, reconoce Omar Ayuso (Omar) a toro pasado. Eso alimentó su trabajo para construir sus personajes, pero también las quinielas durante el rodaje, como bromea Álvaro Rico (Polo).
Personajes que rompen estereotipos
En una serie tan coral como esta, parece complicado no encontrarse con uno o varios personajes con los que resulte fácil empatizar por acercarse más a la experiencia vital de cada uno o por la simpatía que puedan despertar en el espectador. Además, como explica Miguel Bernardeau, Élite saca provecho de la estrategia de “darte unos arquetipos y luego romperlos”. Uno de sus creadores, Montero, cuenta durante la entrevista que la idea de partir de unos clichés preestablecidos era para facilitar que de “un vistazo puedas colocarlos a todos, porque son muchos personajes”. Sin embargo, luego cada uno se va saliendo de su marco y trazando su propio camino.
Eso hace que sean más reales por el simple hecho de que ninguno de ellos es bueno o malo, sino que atesoran una multitud de matices intermedios. Es más, un personaje que un capítulo despierta simpatías puede darle la vuelta a la tortilla del afecto al siguiente y viceversa. Algo que les ocurría incluso a los propios actores metidos en su papel, como reconocía Itzán Escamilla (Samuel).
Un buen ejemplo de estos arquetipos que se rompen son Omar y Ander. “No somos la pareja gay, somos nuestros personajes con sus conflictos”, resume Aron Piper, que da vida al segundo, el hijo de la directora que acude a Las Encinas por ser hijo de quien es y que está harto de la presión de su padre para convertirse en un jugador de tenis profesional. En el caso de Omar, Ayuso explica que aunque “a primera vista puede parecer un estereotipo, creo que lo mejor de esta trama es por qué vende droga. Es decir, no vende porque quiera comprarse unas zapatillas o porque quiera tener más dinero para tomar copas los fines de semana. Vende droga porque quiere poder ser feliz sin hacer daño a los suyos”.
Otro de los arquetipos con el que se rompe que comentan tanto creadores como protagonistas es la inclusión de un personaje con VIH que se aleja de la imagen que suele darse de la enfermedad y sus portadores tanto en el cine como en la televisión. “Nos apetecía hablar del VIH desde otra perspectiva. Cuando es indetectable, para darle información a los jóvenes, que no la están teniendo”, aclara Montero. De ahí que sea Marina (María Pedraza) quien se contagia, una chica de 16 años, hija de familia de posibles y heterosexual.
El extenso abanico de temas y conflictos que se plantean
Para Miguel Bernardeau (Guzmán) el asesinato y la lucha de clases son “el hilo conductor” y después “hay un gran número de temas complementarios que la hacen más interesante, sobre todo temas que trascienden”. De esos que, según otro de los protagonistas de esta serie coral, Omar Ayuso, “los chavales demandan que se traten en las series y las películas”. Estos van desde el VIH al poliamor pasando por la religión, el choque de culturas, la homosexualidad, las drogas, la frustración, la presión social y parental, la violencia… Un catálogo inmenso que, según Jaime Llorente (Nano), le ha ayudado a entender a los jóvenes de hoy en día. “Salgo de esta serie entendiendo a mi hermano pequeño”, afirma el que fuera Denver en La casa de papel.
Élite se mete de lleno en una serie de conflictos complicados de trasladar a la pantalla y de tratar, pero que están presentes en el día a día de adolescentes y adultos. Según Bernardeau, es una posición interesante la que toma el equipo creativo porque retrata la realidad de los jóvenes sin “maquillarla”.
El choque de culturas lo escenifican, sobre todo, el personaje de Mina El Hammani y Danna Paola (Lu). La primera sabe muy bien por lo que atraviesa Nadia porque lo ha vivido en primera persona. “Mis padres son musulmanes y he vivido esos dos mundos”, recuerda al tiempo que reconoce que ha pasado por esa fase de convivir en casa con una religión y unas normas que no tienen nada que ver con lo que hay fuera y el hecho de “empezar a descubrir e indagar en esas cuestiones de vida que son necesarias sobre todo cuando tienes 16 años” y de las que tu familia quiere mantenerte alejada.
Al final, lo que demuestra Élite con este choque de clases y estilos de vida es, como señalan Ester Expósito (Clara) y Álvaro Rico (Polo), que da igual el dinero que tengas. Eso no te hará feliz. Además, los problemas a los que hacen frente sus personajes son, en su mayoría, inherentes a su edad y tienen que ver con conflictos con sus padres, amigos o internos y no con los ceros en su cuenta corriente.
Un cóctel de temas y problemáticas que se aborda desde la perspectiva de los adolescentes porque es al público al que se dirige esencialmente, aunque la parte del thriller puede ayudar a captar a un espectador más adulto. Son conflictos de chavales “dándoles importancia, no de manera superficial en plan somos adolescentes y me enamoro de este y le pongo los cuernos”, como reivindica Expósito. A lo que Miguel Herrán añade que se hace “sin exagerar” y “de una manera humana y real”. Realismo es, sin duda, uno de los términos más repetidos en todas las entrevistas, tanto por creadores y directores como por los actores.
Y sí, como puede intuirse por el tráiler, hay bastantes escenas de sexo. Casi todos los protagonistas aparecen en alguna. Ramón Salazar, uno de los directores, cuenta que preguntaron a Netflix por el tono a usar en estas secuencias y Dario Madrona aclara que “el sexo tenía que formar parte porque tanto en la vida de los adolescentes como de los adultos tiene un rol muy importante”.
Élite se estrena este viernes en Netflix. Como siempre, la temporada completa (ocho capítulos) estará disponible por la mañana en la plataforma. De momento no hay confirmada de manera oficial una segunda temporada.
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