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Magnetic Fields, dulce distorsión

Hoy se publica ‘Distortion’, el esperado regreso de la banda de Stephin Merritt, grupo clave del pop en los últimos 15 años.

JESÚS MIGUEL MARCOS

En 1999, a Stephin Merritt y sus Magnetic Fields se les ocurrió publicar un disco con 69 canciones, nada más y nada menos. Ese álbum, 69 Love Songs, redimensionó al grupo: vendieron cientos de miles
de copias, ficharon por el exquisito sello Nonesuch –casa de Caetano Veloso, David Byrne o Wilco– y, en definitiva, tomaron talla de clásico.

Un disco total, excepcional, insólito, muy difícil de igualar. “Tenía demasiadas ideas para 69 Love Songs y sabía que eso sería un problema para los siguientes discos”, responde Merritt un tanto apesadumbrado, “espero que la gente no se acuerde de él, ahora que han pasado casi 10 años”. Lo dice porque las 14 canciones de I (2004), un disco notable, supieron a poco tras un manjar elefantiásico como 69 Love Songs.

Distortion, que se publica hoy, presenta, al igual que sus predecesores, un concepto de unidad. Si en 69 Love Songs era el amor y en I que todas las canciones empezaban por esa letra, en este caso el concepto es la distorsión, un barniz ruidoso que recorre todo el disco, canción a canción. “Mi madre no puede escucharlo. Tan pronto como empieza quiere apagarlo”, sostieneel irónico Merritt.

Elogio del acople
Por si alguien lo está pensando, es verdad, los dos últimos conceptos están un tanto cogidos por los pelos. En el caso de Distortion, es un recurso formal. El fondo, las canciones –sus melodías, sus letras, incluso su instrumentación– mantienen invariable el patrón Magnetic Fields. Todo es igual –melodías dulzonas, letras ácidas e irónicas, producción lo-fi–, salvo que antes de empezar a grabar, a Stephin Merritt le dio por pisar unos cuantos pedales de distorsión e inundar el disco de acoples, delays y flangers.

Aunque ha trasladado su estudio a Los Ángeles –“con la esperanza de escribir 50 musicales para Hollywood”, dice–, las canciones de Distortion se escribieron en Nueva York. “Normalmente escribo en un bar gay, al final de la tarde, bebiendo brandy. Hay poca gente en el bar, la mayor parte jubilados. Están poniendo música disco bastante aburrida, no muy alta. Estoy sentado al lado de la ventana y veo el exterior. La canción está llegando y me siento melancólico”, dibuja Merritt con palabras.

Aparte de tomarle el pulso a temáticas conocidas en otros discos, como la belleza, el alcohol, el paso del tiempo o el matrimonio, en sus canciones sigue intacto el instinto teatral. Una curiosidad: una canción-diálogo titulada Xavier Says. “Para los americanos Xavier es un nombre muy exótico. Es el típico nombre que alguien elegiría para un personaje, porque empieza con una x, algo muy raro. La canción procede de una conversación que escuché en el bar gay, a una pareja que estaba sentada en la mesa de al lado”, confiesa.

El disco gana con sucesivas escuchas, necesarias para
percibir los matices de la escritura de Merritt: sentimental, ácida y muy poco histriónica. Para él, “la ironía es fundamental, significa que hay más de un significado en una misma expresión. Creo que si no hay ironía, no hay arte. O el
arte no tiene significado, o casi no lo tiene”.

MERRITT POLÍTICO | Una lengua viperina anda suelta


1
GUERRA
“En EEUU no vivimos tiempos difíciles. Sólo hacemos que los iraquís vivan tiempos difíciles”.

2
ECONOMÍA
“Nuestra economía está al borde del colapso, pero aparte de eso, somos muy felices”.

3
ELECCIONES
“Demócratas y republicanos son iguales. Da igual a quién votes, lo que sí es importante es que no elijamos a un presidente retrasado. Es fantástico que los retrasados puedan ser políticos, pero no presidentes”.

4
SOCIEDAD
“Nos controlamos unos a otros con armas, eso no ha cambiado”.


APOYO | Dos días para escribir una canción

Stephin Merritt participó el pasado mes de octubre en un curioso proyecto: ‘Project Song’. La iniciativa de la NPR (National Public Radio) consiste en invitar a un músico a escribir una canción y grabarla en tan solo dos días. El artista llega al estudio y se le muestran seis fotografías y seis palabras. Tiene que elegir una de cada y, a partir de ahí, ponerse a trabajar. Merritt eligió una fotografía de Phil Toledano en la que aparece un hombre con decenas de muñecos pegados al cuerpo. Como palabra eligió 1974. En dos días de trabajo, Merritt escribió ‘Man of the Million Faces’, una canción muy digna. Evidentemente, la canción habla del hombre de la foto (el hombre del millón de caras), que aparece cubierto por muchos rostros de muñeco. Para justificar el número 1974, Merritt explicó que es el número de las notas que componen el riff principal de la canción. Un interesantísimo resumen de todo el proceso se puede ver en la web de NPR (‘www.npr.org’). Todo un
documento.

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