'Abran las puertas. Quítense sus uniformes. ¡Venid a saborear la libertad con nosotras!' Durante cuarenta segundos esto es lo que las componentes de Pussy Riot cantaron el 21 de febrero de 2012 en el altar de la Catedral de Cristo el Salvador en Moscú, una de las más importantes del país. Después las echaron del templo. La canción les valió un juicio grotesco, esperpéntico, del que salió una condena disparatada, con intención ejemplarizante. Nadia, Masha y Katia fueron condenadas a dos años de cárcel en una colonia penal. Quedaba claro. Rusia era el reino de Vladimir Putin. 'Muerte a los sexistas. Muerte a los conformistas. Muerte a los putinistas'. Ahora, Mike Lerner y Maxim Pozdorovkin cuentan, en Pussy Riot: una plegaria punk, la historia de los meses que pasaron desde la acción de las jóvenes hasta su liberación y la caricatura en que se ha convertido la justicia rusa, y descubren un importante movimiento de apoyo a estos grupos que no se conocía bien fuera del país.
'Nunca ha habido cultura punk en Rusia, por eso no las entienden', dice el padre de Nadezhda Tolokonnikova (Nadia), un hombre que recuerda la infancia feliz de su hija, criada con su abuela, una mujer de fuertes convicciones comunistas, y la posterior melancolía que se apoderó de la niña cuando él y su mujer se divorciaron. Es uno de los familiares que aportan a la película testimonios esenciales para conocer un poco más a estas jóvenes. En el caso, de Tolokonnikova, el filme muestra imágenes de otras acciones llevadas a cabo antes del nacimiento del colectivo feminista Pussy Riot, cuando ella participaba con un grupo de arte político.
'Besa a un policía' fue una de aquellas performances, en las que también participó Katia (Yekaterina Samutsévich), la mayor de las tres miembros de Pussy Riot detenidas. Desde pequeña, recuerda su familia, quería ser artista y leía compulsivamente publicaciones revolucionarias, a filósofos franceses de izquierda, pensadoras feministas...
Por último, la película desvela también los pasos que llevaron a María Aliójina (Masha) a un fuerte compromiso con la política. 'Injusticia era su palabra preferida', recuerda su madre, que dice que de adolescente le gustaban las Spice Girls y que sitúa la primera acción de su hija en el bosque de Utrizh, en una tala de árboles indiscriminada. 'Ahora sé que puso su alma en la política'.
Y fue ese compromiso político y social el que las llevó ante una justicia 'medieval'. Nadia, Masha y Katia vivieron un juicio de meses encerradas en una jaula. Los periodistas podían entrar y fotografiarlas, sus abogados hablaban con ellas a través de las rejas de ese recinto, y ellas leían sus alegatos desde detrás de los barrotes. 'Un sistema que juzga a tres mujeres que cantaron treinta segundos es un sistema que teme a la verdad', dijo una de ellas entonces, mientras fuera del edificio se manifestaban decenas de personas exigiendo su libertad.
En el extranjero se organizaban también actos de protesta, denunciando los métodos de Putin y apoyando a las Pussy Riot. Madonna cantaba Like a Virgin con verdugo, 'todos somos Pussy Riot' se leía en camisetas en manifestaciones en Europa y EEUU ... Pero estos no eran los únicos actos públicos. De hecho, la situación por la que han pasado las tres jóvenes se explica mucho mejor después de escuchar a algunos fieles de la iglesia ortodoxa rusa. 'En el siglo XVI las habrían quemado, pero los ortodoxos debemos ser indulgentes', dice un tipo ante la cámara. 'Siempre habrá brujas que no se arrepientan'.
'Pussy Riot: una plegaria punk cuenta también la historia de la catedral en donde se llevó a cabo la acción. Un edificio demolido en el año 31, que dejó paso a una piscina y que luego se reconstruyó tras la caída de la URSS. 'La Catedral de Cristo Salvador -explican en el filme- simboliza la unión entre la iglesia y el Estado, y eso no debería ser. Por otro lado, las mujeres deberían ocupar el altar. ¡Y estas chicas son feministas!'. 'Iglesia-Estado. Santa mierda'.
'Si hubiéramos cantado: ‘Virgen María no te hagas feminista' no estaríamos aquí', sentencia una Pussy Riot durante el juicio. Un proceso que arrancó el endeble disfraz de democracia con que Putin pretende revestir Rusia y que ha quedado absolutamente pulverizado ante los ojos del planeta entero por el coraje de tres mujeres. Tres jóvenes feministas. 'Unas chicas bromistas y graciosas, que no deseamos el mal a nadie'.
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