Madrid
En Sudáfrica hay más adultos sin trabajo que trabajando. Desde 2007 todos sus territorios sufren cortes de luz intermitentes. Las empresas públicas clave en el desarrollo del país están al borde de la quiebra... El soplo de esperanza, libertad y progreso que se sintió con la presidencia de Nelson Mandela a finales del siglo pasado se esfumó definitivamente con los años de salvaje pillaje liderados por el hoy ex presidente Jacob Zuma.
"Han sido diez años de saqueo incesante. Se estima en cerca de un trillón de rands (100 billones de dólares) lo que le ha costado al país la debacle de la captura del Estado. Un país que tiene la mayor tasa de desempleo, la mayor tasa de personas viviendo en la pobreza. Un billón podría haber cambiado sus vidas". Son palabras de uno de los periodistas sudafricanos que investigaron la corrupción del gobierno en tiempos de Zuma y que finalmente le llevaron a la dimisión, aunque todavía hoy sin haber sido procesado. La película Cómo robar a un país, de Rehad Desai y Mark J. Kaplan, explica paso a paso cómo Zuma, la familia Gupta y unos cuantos individuos –políticos y empresarios– afines a ellos desvalijaron las arcas del Estado.
Manual del perfecto presidente bandido, la película es, además, un impecable alegato en defensa de la libertad de prensa, una reivindicación de la necesaria independencia de los medios de comunicación en cualquier estado democrático y una urgente llamada de atención. "El periodismo está pasando una mala racha en todas partes, pero en los últimos años hemos sentido toda su importancia. Nos hemos dado cuenta de la importancia de tener un periodismo de investigación concienzudo. Fue una de las pocas cosas que mantuvo la integridad de la democracia hasta que otras partes del Estado pudieron ser recuperadas", sentencia una de las periodistas que participan en esta película.
Los #Guptaleaks
El botín de Zuma, los Gupta y sus 'amigos' creció sin descanso hasta que en 2017 una persona contactó con el abogado de Derechos Humanos Brian Currie y le entregó un disco duro con información. Archivos de diferentes tipos y decenas de emails –"Al leer los emails sentía una especie de náusea que te sube por el esófago"–, los #GuptaLeaks, que dieron inicio a una investigación por parte de periodistas de varios medios y a posteriores informaciones, con resultado de protestas constantes en el país de los seguidores del presidente y de sus oponentes.
"Eran de interés público, el país tenía que saber esto", declaran los denunciantes con el rostro oculto en la película, donde la historia de este macro atraco comienza con la llegada de Zuma al poder y de la familia Gupta a Sudáfrica. Vendedores de zapatos que llevaban la mercancía en el maletero de los coches, esta familia fue enriqueciéndose poco a poco hasta que dio el gran salto, cuando comenzó a conseguir contratas estatales por la puerta trasera.
Corruptos en la sombra
Los Gupta colocaron a Duduzane Zuma, hijo del presidente, en sus negocios y le convirtieron en la pieza clave de todo el entramado. El gobernante, por su parte, nombró a socios y 'amigos' en los consejos de administración de las empresas estatales y, ya blindados, comenzó el gran saqueo de Sudáfrica. Jacob Zuma nombró y cesó a su conveniencia a unos cuantos ministros, entre ellos a la ministra de Fomento y a unos cuantos ministros de Finanzas; compró y creó medios de comunicación dirigidos por obedientes cumplidores de sus consignas, y humilló a los periodistas –especialmente a las mujeres– que participaron en la investigación contra él...
"Usted ha sacrificado todo aquello en lo que creíamos en el altar de la corrupción, la codicia y más codicia. Y, por último, señor presidente, si usted tuviera oídos para oír y ojos para ver, dimitiría", le dijo Barbara Hogan, la primera ministra despedida del gobierno. Por entonces ya había comenzado el asalto a las empresas nacionales, la eléctrica estatal Eskom, la ferroviaria pública Transnet, las minas de carbón... "Lo que no supimos ver es que algunos corruptos en la sombra estaban mirando las cifras y se frotaban las manos".
En un aparcamiento a escondidas
El paró se disparó, se gastaron millones en blanqueo de imagen, los mercados se derrumbaban en caída libre... mientras miles de ciudadanos sufrían por escaso abastecimiento de agua, saneamientos inadecuados, pobreza, una desigualdad brutal..."Cada semana tienes una noticia nueva de corrupción sobre la que escribir. Es frustrante y desmoralizador", señala otro de los periodistas, un oficio que reaccionó en defensa de la democracia y contra la corrupción.
Los periodistas sudafricanos intentaron con sus investigaciones derrocar al presidente, pero éste se había rodeado de un numeroso grupo que atosigaba a los reporteros en todos sus intentos. Se celebró una gran asamblea de prensa que boicotearon los leales a Zuma y que terminó con la intervención de la policía. Finalmente, un grupo de profesionales se reunió a escondidas en un aparcamiento de un centro comercial donde Brian Currie les entregó los 160.000 archivos que había recibido. Se acordó entonces sacar a los dos informantes del país y no publicar nada hasta que estuvieran a salvo.
Una comisión oficial de investigación, la Comisión Zondo, hizo públicos muchos de los escándalos de Zuma y los Gupta –"No había contrato que no estuviera manchado por la corrupción y el soborno"–, pero a pesar de todos los esfuerzos el ex presidente sigue sin ser procesado. Se logró su dimisión y la salida del país de la familia Gupta, además, por supuesto, de, desgraciadamente, confirmarse la teoría que la experta en políticas pública Janine R. Wedel desarrolla en su libro Shadow Elite: How the World's new Power Brokers Undermine Democracy, Government, and the Free Market. El saqueo de África es un tristemente magnífico ejemplo de cómo un grupo de élite vinculado con el poder se las apaña para borrar las fronteras entre el gobierno y las organizaciones privadas para lucrarse a manos llenas.
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