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Días de borrasca, víspera de resplandores. Más o menos. Porque tras el colosal desbarajuste del jueves en el arranque de esta tercera edición del Mad Cool Festival, ya nada podía ir a peor. Literalmente no podía, ni debía. Hasta que el grupo Massive Attack decidió echarlo tod al gerete al suspender su actuación.
Los de Bristol mantuvieron al público esperando durante cerca de dos horas para finalmente no salir a escena. Según la organización, se trató de una decisión unilateral de la banda "achacando que el sonido del escenario donde en ese momento actuaba Franz Ferdinand molestaba para la realización de su show".
Y lo cierto es que la continuación del viernes ya de primeras pintaba más tranquila cuando los asistentes en coche conseguían aparcar sin tener que soportar el desesperante atascazo del día anterior. El acceso al recinto caminando resultó también tranquilo, como si no hubiera pasado nada.
Definitivamente parecía otro festival, incluso con las esperas para comprar bebida y comida reducidas considerablemente en su duración —donde el jueves era una hora el viernes eran quince minutos, al menos en determinados puntos—. Con la resaca del enfado generalizado de la jornada precedente, pareciera que los 80.000 asistentes hubieran pactado tácitamente proseguir con cierta resignación y centrarse en la música. Y a pesar de que el recinto terminaría saturándose al caer la noche, por la tarde se puede pasear, curiosear un poquito y tratar de descubrir algo. Cosas de cajón en cualquier festival pero que habían sido imposibles el jueves.
Los estadounidenses Real Estate son el primer nombre destacado del día y desgranan su indie rock bajo una considerable solanera en el descampado de Valdebebas —eso no cambia, sigue siendo lo que es—. Después At the Drive-In pusieron las pulsaciones a mil con su vocalista Cedric Bixler-Zavala saltando por el escenario y bailando con su habitual groove mientras se desgañita en temas como Arcarsenal o One Armed Scissor. Una poderosa ración de post-hardcore para sudar, expiar y redimir.
Los Snow Patrol de Gary Lightbody tomaron el escenario principal y aportaron su dosis de calma. Demasiada, quizás, pues sus himnos de pomposo pop rock resultaron ser un poquito fofos. Sonaron bien y el vocalista estuvo divertido cuando tuvo que afinar su guitarra ante el público admitiendo que eso era como una pesadilla. Pero también fueron planos, a pesar de que el público coreó sus principales éxitos: Run, Open Your Eyes, You're All I Have, Chasing Cars o Just Say Yes.
Turno después para Jack White, posiblemente el último gran héroe del rock, que repartió guitarrazos de vieja escuela a diestra y siniestra y repasó (con un sonido un tanto saturado) toda su discografía, tanto en solitario con temas como el reciente Connected by Love, como de sus White Stripes -Hotel Yorba o The Hardest Button to Button- o de también sus The Racounters -Steady as She Goes-. El colofón, por supuesto, Seven Nation Army de The White Stripes, uno de esos momentos en los que literalmente todo el festival se pone en pie a corear una canción que es más un fenómeno social por su presencia en tantos estadios deportivos de todo el mundo convertida en canto tribal. Ese 'lololo' es incuestionablemente generacional y va mucho más allá del propio Jack White.
La noche de Artic Monkeys
El grupo más esperado de la jornada era, en cualquier caso, Arctic Monkeys. Los británicos son la sensación actual del rock a pesar (o precisamente) por el giro estilístico dado en su sexto disco, Tranquility Base Hotel & Casino, en el que dejan atrás sus pegadizos estribillos y sus guitarrazos con su líder Alex Turner convertido en un crooner decadente de Las Vegas... o casi mejor Atlantic City. Con sus gafas de sol ahumadas, su cadena al cuello, su camisa un poco abierta con el cuello sobre la chaqueta. Un poco Elvis Presley, un poco Los Chichos, pero indudablemente carismático y magnético aunque empiece el recital sentado al piano para hacer Four Out of Five, tema estrella de su más reciente álbum.
Un inicio convincente, aunque el público no parece estar muy por esta nueva cara del grupo. Sabedores de ello, tiran a las primeras de cambio de viejos trallazos generacionales como Brianstorm, Don't Sit Down 'Cause I've Moved Your Chair, Crying Lightning, Teddy Picker, Knee Socks o 505. Esta mezcla de britpop acelerado y distorsionado y de stoner rock es la que les ha traído hasta aquí y es lo que la gente espera esta noche. Por eso las nuevas no son demasiadas, aunque One Point Perspective, Batphone, Tranquility Base Hotel & Casino y Star Treatment ganan consistencia en vivo. Pero tienen un punto de transición al estar colocadas entre otras más coreadas como Do Me a Favour o Cornerstone.
El concierto, retransmitido en directo por La 2 de TVE en una iniciativa ciertamente muy positiva —y que llevó al grupo a ser trending topic durante la noche, aunque mal escrito como Artic en lugar de Arctic— sube considerablemente el nivel con las guitarras pesadas de Why'd You Only Call Me When You're High? y Do I Wanna Know? Dos buenas preguntas para responder al clímax de una actuación de algo más de hora y media que constató el estatus de primerísima división de la banda inglesa, sonando duros y potentes y aún repartiendo más estribillos en From The Ritz to The Rubble, Pretty Visitors, Arabella y, sobre todo, el cierre festivo con I Bet You Look Good on the Dancefloor y R U Mine? La conclusión es que sus nuevas canciones seguro que ganan en un formato menos festivalero y que las antiguas siguen incendiando multitudes. Tener esas dos caras es jugar con cierta ventaja.
Franz Ferdinand vs. Massive Attack
Para estas horas, holgadamente pasada la medianoche, ya cuesta otra vez moverse entre escenarios y los móviles son herramientas bastante ineficaces para la comunicación. Moverse desde el escenario principal hasta el segundo es un gymkana consistente en sortear rostros en movimiento y cuerpos tirados en el suelo en la oscuridad -hay que tener valor para tumbarse sin más a descansar en medio de una multitud caminante, y no son pocos quienes lo hacen-. En el segundo escenario ya están Franz Ferdinand montando su habitual fiesta con Do You Want To, The Dark of the Matinée, Always Ascending, No You Girls, Walk Away... Y tan estupendamente la lían que el público decide literalmente asaltar la zona vip delante del escenario -motivo de conflicto constante entre los que quieren pasar con su entrada vip y los que quieren colarse con la entrada normal- y saltar la valla por diferentes puntos sin que la seguridad pueda hacer gran cosa.
Los de Alex Kapranos saben cómo animar cualquier lugar y, aunque en los últimos meses se han dejado ver muchísimo por escenarios españoles -tres veces en Madrid con esta en menos de un año-, la respuesta del público es entusiasta ante himnos como Lazy Boy, Jacqueline, Michael, Ulysses, Take me out o This fire. Una sucesión sin descanso que invita a la celebración sin importar las consecuencias y eso es justo lo que captan los asistentes.
No lo captan del mismo modo Massive Attack, que tenían que tocar a la misma hora en otro escenario... pero no. Los de Bristol mantuvieron al público esperando durante cerca de dos horas para finalmente no salir a escena. Según la organización, se trató de una decisión unilateral de la banda "achacando que el sonido del escenario donde en ese momento actuaba Franz Ferdinand molestaba para la realización de su show". "Hemos hecho todo lo posible para retrasar horarios a otras bandas y buscar una franja horaria donde Massive Attack estuviesen cómodos, pero la decisión unilateral de la banda ha sido cancelar su show. Desde Mad Cool pedimos disculpas a todos los asistentes por las molestias que esto haya podido causarles", termina el escueto comunicado del festival.
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