Roma (Italia)
Algo está cambiando si, en cuestión de pocas semanas, están cerrando importantes y conocidas librerías de la Ciudad Eterna. El problema, por un lado, es el encarecimiento de los alquileres comerciales; por el otro, las dificultades que interponen las Administraciones Públicas romanas e italianas para salvar o proteger a las pequeñas librerías. A eso hay que sumar que no todos tienen la costumbre de leer y/o comprar libros; por no hablar de la pereza que impulsan las compras digitales, impidiendo así que una persona cualquiera se convierta en un lector potencial, tocando libros.
Esta semana ha saltado la noticia en Italia de que la histórica cadena de librerías Feltrinelli cerrará dos de sus establecimientos en la capital italiana. Uno de ellos es la conocidísima Feltrinelli International, célebre lugar de encuentro para lectores extranjeros y alumnos de idiomas de la Ciudad Eterna. Durante décadas esta librería, colocada al lado de la Plaza de la República, ha sido el punto de referencia para una capital que no sólo acoge a religiosos de todo el mundo vinculados de alguna forma al Vaticano; sino también a funcionarios de organismos internacionales relacionados con las Naciones Unidas, como la FAO (Food and Agriculture Organization) o el PMA (Programa Mundial de Alimentos). "Para Roma se trata de una pérdida grave", escribió estos días La Repubblica en relación a la triste noticia cultural. La Feltrinelli International, quien haya vivido en Roma, sabe que siempre fue una auténtica institución. Y que, desde esta semana, ha pasado a la historia.
Al contrario de lo que se podría pensar, el origen de la decisión de la cadena de librerías milanesa no tiene que ver con el encarecimiento de los alquileres –hay que tener en cuenta que las dos librerías recién cerradas estaban en pleno centro de Roma–. Según apuntan algunos medios de comunicación italianos, la decisión de Feltrinelli se debe a la dificultad por los costes de gestión del conjunto de sus tiendas romanas, sobre todo después de que, en 2016, la cadena libreril adquiriera seis establecimientos de la competencia.
Entre la avenida Víctor Manuel y el río Tíber, hace unos días cerró la conocida Librería del Viajero, un auténtico mito editorial romano y transalpino ubicado, cómo no, en el número 165 de la Via del Pellegrino; cerca de la Plaza Campo De' Fiori y de la Plaza Navona. Allí se encontraba el gran templo dedicado al viaje, con miles de seguidores repartidos por todo el país. Aunque las esperanzas apuntaban a que el momento del cierre nunca tendría que llegar, finalmente los altos costes se han impuesto en contra de esta librería independiente fundada en 1991 en la capital transalpina. El alquiler era insostenible.
"Queridos viajeros, nunca hubiéramos querido dar esta noticia. Pero a partir de 2020 tendremos que dejar esta librería y no tenemos un plan B", se leyó en su cuenta de la red social Facebook hace unas semanas. En la misma plataforma, los responsables de la librería aprovecharon para desahogarse contra la administración de la capital transalpina: "Roma nunca se ha preocupado por proteger algunos pequeños comercios. ¿Por qué tendría que ocuparse de la enésima librería a punto de cerrar?".
La Librería del Viajero fue creada hace casi tres décadas y hace cinco años, tras la muerte del fundador, Luigi Politano y Eleonora Pellegrini retomaron la idea de hacer revivir la célebre librería, en la acera de enfrente y con muchos sacrificios. Antes de cerrar la librería, explicaron: "Decidimos de traer la sede de nuestra editorial de viajes porque era la única forma para salvar este sitio. Era una locura, pero creímos en ello y hemos hecho todo lo posible por nuestra parte".
La librería disfrutaba, gracias a la colaboración del propietario del inmueble, de una suerte de alquiler invariable, pero los costes eran, aun así, excesivos. Para los libreros hay un "problema cultural y político" que impide salvar este tipo de tiendas independientes, entendidas como un "bien preciado" para la ciudad de Roma: "Se necesitarían unos alquileres especiales y unos incentivos fiscales".
223 librerías cerradas en diez años
Por el momento, los 11.000 libros irán a un almacén y, durante un tiempo, los propietarios meditaron la idea de una librería itinerante. Desde que se conoció la previsión del cierre, miles de clientes se acercaron a la librería y manifestaron su descontento en las redes sociales. En las últimas semanas, así pues, el cierre de la Librería del Viajero se ha convertido en todo un símbolo en Italia, algo que se ha visto reflejado en los medios de comunicación del país.
El cierre de la librería antifascista La Pecora Elettrica –en italiano, "La Oveja Eléctrica"– hace dos meses, también fue muy sonado hace dos meses a nivel nacional, pero por razones muy distintas. Esto se debe a que tanto en abril como en noviembre de 2019 la librería independiente sufrió dos incendios provocados en el conflictivo barrio de Centocelle, en Roma. En este caso, su cierre no tiene los mismos motivos de la Feltrinelli International ni de la Librería del Viajero; pero en los últimos días los principales medios de comunicación italianos y romanos, haciendo balance, han hecho hincapié en que, por motivos económicos o por razones vinculadas al crimen organizado; el mundo libreril está en serias dificultades en la Ciudad Eterna.
Atendiendo a los datos oficiales publicados por Confcommercio, la patronal italiana para pymes y autónomos; en Roma han cerrado 223 librerías en la década entre 2007 y 2017. Una "hecatombe", tal como la ha definido esta semana el periódico italiano La Repubblica. La cabecera transalpina informa de que, en los últimos presupuestos, la Región Lazio, a la que pertenece la ciudad de Roma, dedicará 1 millón de euros en 2020 para las librerías independientes.
El cierre de una librería es triste para cualquiera. Para los que compran en ella, para los que entran sólo para ver, para la calle que los acoge, para los que están meditando un regalo con significado, para los que están pensando en un detalle formal, para los que simplemente se detienen en el escaparate, para los que no saben qué hacer pero quieren curiosear entre las estanterías, para los que leen siempre o para los que no leen nunca. El cierre de una librería es mucho más que un simple pasar página, un punto y aparte o cambiar de capítulo. Es un trozo de vida de una avenida, de una plaza o de una ciudad, que se marcha. Y que alguien, con suerte, dejará patente en otro libro, que a su vez vivirá en los escaparates de otra librería. Que tendrá que resistir por las calles de Roma.
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