MADRID
Actualizado:Los obreros de La Ciotat, a unos kilómetros de Marsella, ocuparon ¡durante años! las instalaciones del astillero para impedir su cierre definitivo, aunque éste oficialmente se dictó en 1987-88. Sus nietos, habitantes ya de una ciudad reconvertida en centro turístico, dieron la espalda a esa herencia de profunda cultura obrera y así, su propia historia quedó mutilada. Más de 25 años después, el cineasta Laurent Cantet (La clase) rodó con los jóvenes de La Ciotat la película El taller de escritura, retrato excepcionalmente lúcido de esta generación y de las consecuencias de una vida sin futuro, sin oportunidades y abrumada por el aburrimiento.
Con chicas y chicos de la zona, y con la actriz Marina Foïs, la película cuenta con la participación de un grupo de jóvenes durante un verano en un taller de escritura que forma parte de un programa de integración social. Entre ellos se encuentra Antoine, que muestra constantemente su oposición y hace gala en sus ejercicios de una violencia alarmante. A través de él, el cineasta, que ha vuelto a trabajar el guion con su compañero Robin Campillo, revela los mecanismos de seducción que emplean hoy los extremismos con los jóvenes. En la entrevista, por cierto, el cineasta aprovechó para hacer un gesto muy gráfico con sus manos para decirnos ‘amablemente’ y con una gran sonrisa: “Ahí os enviamos a Manuel Valls, quedaos con él”.
Parece que una de sus preocupaciones es la relación de los jóvenes de hoy con la cultura obrera, ¿es así?
Cuando terminamos ‘Recursos humanos’, quería seguir indagando justamente en eso. En La Ciotat, Robin Campillo estaba haciendo un reportaje para televisión y ahí estaba aquel cierre de astilleros que fue traumático. Pero los jóvenes estaban muy alejados de lo que había ocurrido. Entonces pensé en una historia con la que pudiera incorporarlos al pasado, pero no encontré cómo dar forma a la película. Hace unos años, tras los atentados de París, me pareció interesantísimo saber más acerca de cómo los jóvenes vivían en un mundo tan extraño como el que se les había fabricado. Uno de los fenómenos que me asusta es el no tener en cuenta a los jóvenes que están sin trabajo, sin futuro y que se convierten en víctimas muy fáciles de los extremismos.
¿Los jóvenes franceses son más víctimas de unos extremismos que de otros?
No, lo son de los de derechas y del yihadismo. La película precisamente intenta mostrar los mecanismos de seducción que ejercen estos extremismos en ellos. El protagonista, Antoine, podría ser yihadista. Cuando tienes la sensación de que no pintas nada, de que no tienes una identidad propia, los extremismos son perfectos, encajan.
Pone el acento de forma especial en el aburrimiento, ¿cree que es tan peligroso como dice?
Sí, por eso, es exactamente lo que el personaje formula en el texto que lee al final. Lo que me interesa es que si encuentran palabras para expresar algo tan extremo, también les sirve de coraza. Cuando el personaje consigue hablar de su aburrimiento y pone palabras a la violencia interna que siente, consigue superarlo y puede enfrentarse a su vida. Cuando creas un espacio en el que puedes hablar, debatir y un adulto se molesta en escuchar y en vivir algo fuerte con los jóvenes, cuando se interactúa con ellos, entonces cabe la oportunidad de arreglar bastantes problemas. Los problemas que la sociedad actual debería tener en cuenta.
¿Cómo cree que los adultos tratan hoy a la generación de Milennials?
Les tratamos como idiotas porque no leen a Víctor Hugo ni a Cervantes, pero ellos tienen otras fuentes culturales. Es verdad que están muy alejadas de las mías, pero pase lo que pase habrá que tenerlas en cuenta. Si seguimos mirándoles con desprecio, no conviviremos nunca. Estoy convencido de que si dejáramos de tratar a los jóvenes como lo hacemos, las cosas irían mejor. Al final del rodaje uno de los chicos, casi llorando, me dio las gracias por ese verano: “Nunca había hablado tanto de esto en toda mi vida. Con los amigos, solo hablamos de gilipolleces”. Se fue con la sensación de que podía pensar en algo importante y podía pensar en lo que es y en lo que vale. En las tres semanas que ensayamos hubo oposiciones entre ellos y entre ellos y yo, y eso fue importante para ellos y para la película. Los debates, aunque sean desagradables, ayudan a sacar las cosas adelante.
¿Es mucho peor el mundo de hoy para los jóvenes que el de hace 30 años?
En el fondo tengo la impresión de que todos nos enfrentamos a la misma cuestión, porque, al fin y al cabo, envejecer es encontrar formas de seguir adelante con lo que tienes. Pero sí, siento escrúpulo en dejar este mundo a mis hijos. Puede que no hayamos luchado bastante y hayamos dejado que ciertos males se instalasen, puede que no viéramos lo que venía.
Una herramienta de los extremistas con los jóvenes es Internet…
Internet es maravillosa, pero también es el lugar en el que se encuentran todas las propagandas. El presidente de EE.UU expresa su pensamiento en 144 caracteres. Lo importante sería que hubiese más complejidad en el discurso político, que es justo lo que no hacen los extremistas. Sería bueno que se hiciera algo pedagógico para que la gente aprendiera a pensar de nuevo, a crear argumentos.
¿Estos chicos podrían ser los alumnos de su película ‘La clase’ unos años después?
Creo que en los diez años que han pasado desde ‘La clase’ la sociedad ha cambiado muchísimo. El comunitarismo de la Unión Europea se ha impuesto más, sobre todo con los atentados. Los árabes fueron señalados, etiquetados como consecuencia del miedo, que se ha instalado en la sociedad. Los personajes de esta película podrían ser los alumnos de aquella clase que han crecido. Pero de todo esto, la transmisión es lo que más me interesa. Tengo las mismas ganas de combatir, de luchar, de tomarme muy en serio las preguntas de esos chicos.
¿Usted ha aprendido con ellos?
Sí. Comprobé una hipótesis que había esbozado escribiendo. Hicimos un trabajo de ida y vuelta entre ellos y yo. Les orientaba, pero lo que finalmente dicen en la película está mucho más afinado que lo que yo había escrito. Todo eso, claro, me alimenta.
¿El personaje de Olivia, la escritora, representa a los intelectuales y su vínculo con los jóvenes hoy?
Sí. Ella expresa la impotencia en que muchos intelectuales se encuentran, con esa sensación de que no contactas con los jóvenes. Después de los atentados hemos vivido un periodo de dudas sobre la cohesión de nuestros mundos. Todos sentimos esa sensación de impotencia. Olivia decide ir a por todas y eso también me ayuda a posicionarme ante esos jóvenes.
Cultura, debate, escritura, los chicos discuten sobre la libertad de expresión, lo que se puede y no puede escribir… En España la libertad de expresión está en grave peligro…
En España… no tengo ninguna simpatía por el nacionalismo, pero la reacción del gobierno de Mariano Rajoy es una tontería. En fin. En Francia también hay mucha menos libertad de expresión, pero he de decir que hay una responsabilidad individual de cada uno. ¡No se puede decir todo a todo el mundo! La comunicación global de Twitter me parece súper peligrosa. En Twitter se va directamente al grano, no hay complejidad, no la necesaria al menos para un pensamiento correcto. Personalmente no me importaría que se restringiera un poco. Hay tantas cosas inadmisibles que no me parece que sea por ahí por donde se puede medir la libertad de expresión.
En la película los chicos hacen algunos comentarios sexistas, ¿son muy machistas los jóvenes franceses?
No. Los jóvenes de hoy no son tan machistas. Sí, hacen chistes, pero el lugar que se deja a la mujer en el grupo es grande. Lo que hay es un fenómeno cultural, son jóvenes que han vivido en familias en las que la madre estaba en el hogar, que han vivido un regreso a la religión, donde se dejaba un espacio reducido a la mujer… Pero en la relación cotidiana entre ellos la cosa ha evolucionado muchísimo. Y a pesar de ello es verdad que sigue habiendo jóvenes violadas en las calles, que hay una violencia latente que no quiero borrar ni olvidar.
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