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Actualizado:Saben aquel que diu...
Esto es una maestra en clase que está explicando la lección de Naturales:
-La hiena vive en África, come carroña y se aparea una vez al año.
En esto que llega Jaimita -la prima lista de Jaimito- y responde a la profesora:
-Señorita, si vive tan lejos, come mierda y folla una vez al año, ¿de qué se narices se ríe la hiena?
¿Por qué todos los ensayos sobre humor tiene que ser tan aburridos y deprimentes? Si al fin y al cabo, una persona que no sabe reírse de sí misma tiene todas las papeletas para caer en la depresión, las mismas que tiene una sociedad de caer en el totalitarismo si no es capaz de desarrollar el humor. Esta idea se incluye en el último libro de la escritora Isabel Franc. Lo ha llamado Las humoristas, así sin florituras. Ensayo poco serio sobre mujeres y humor, se completa el título en la portada. Franc se encarga de editar y recopilar seis textos y una conversación con creadoras de diversos ámbitos: poetas, dramaturgas, bertsolaris, payasas. La risa de las hienas, en honor al chiste que arranca estas líneas, era la opción b para titularlo.
Sensualidad, saber estar, cruzar las piernas: hacer reír no entra dentro de los cánones de la feminidad
"Las mujeres siempre hemos hecho humor", que quede claro, "siempre nos hemos reído de nosotras mismas y lo hemos hecho pese a los mecanismos represivos", lanza la editora. Reírse y hacer reír no entra dentro de los cánones de la feminidad porque el humor es abierto y todo lo que respecta al nosotras es cerrado: "Taparse la boca es un gesto femenino, el andar de las modelos con un pie delante del otro, cruzar las piernas... La risa es abierta, te abre hasta la mente". En contra de todo, ellas siguen poniendo el cuerpo en territorio copado por el ser humano neutral, que viene a ser el varón, y así se recoge en Las humoristas.
Virginia Imaz, una de las ensayistas, se define a sí misma como payasa profesional desde el año 88, "aunque suene tan terrible como lo de ser feminista", ironiza, y recuerda cuando, durante un curso de clown, exploró los referentes de la comicidad femenina, que van de la chacha a la puta. "En realidad, las humoristas de referencia son las que durante el franquismo salieron adelante". Como Mary Santpere o una ilustre sirvienta de la gran pantalla, Lina Morgan. "Trabajaron siempre a contracorriente", apuntala.
Ya pasó con la cocina: "En cuanto algo cobra importancia, se masculiniza"
Hay estudios que señalan que las mujeres se ríen más que los hombres pero necesitan algo más elaborado que una burla o un chiste fácil. ¿Existe, pues, un humor femenino? "Aquí entran las teorías queers que sostienen que el género es una construcción social", basada en la educación y en lo que te enseñan que debes o no debes hacer desde pequeña. "Al tener referentes distintos, hombres y mujeres no nos reímos de las mismas cosas", sigue Franc. Truco para ligar: ¿cómo se le saca una carcajada a una mujer? "¿A qué mujer? Depende de su clase social, de su ideología, de cómo vea la vida... Un chiste político igual no me hace la misma gracia a mí que a una concejala del PP", razona, porque "ser mujer no es una ideología en sí misma". En general, eso sí, reconoce que ellas buscan un humor más inteligente, más sutil y agudo, dice la escritora. Y transgresor. "Se nos ha reprimido el humor porque no es femenino, no es propio de la mujer educada porque no debe contar chistes". Para hacer coñas tienes que desobedecer y, por supuesto, superar el calladita estás más mona.
"En cuanto algo cobra importancia se masculiniza", recalca Franc. Y lo ilustra con un ejemplo claro: "La cocina siempre ha sido un espacio de mujeres hasta que se meten los hombres; ahí es cuando se vuelve importante. Los mejores chefs tanto españoles como de fuera son hombres, aunque en las casas sigan siendo mayoría las mujeres encargadas de hacer la cena.
El primer tartazo lo dio ella
La Chaplin femenina. La Cervantes o la nueva Shakespeare. Es muy común tener que usar el apellido de un hombre de éxito para explicar el trabajo de una mujer desconocida. Eso pasó con la actriz cómica de cine mudo Mabel Normand. "Es curioso que no se conozca a la gran maestra de Charles Chaplin", lamenta Franc. Ella fue la primera en tirarle una tarta a la cara a un hombre y crear, casi sin saberlo, uno de los gags más famosos y repetidos de la historia.
El receptor del tartazo fue Roscoe Arbuckle, conocido cómico de la época, colega de Chaplin, en una escena espontánea en la que Mabel, cuando vio que Arbuckle no era capaz de hacer ni pizca de gracia, le estampó una tarta de merengue rellena de crema de limón que alguien había traído para almorzar. Curiosamente, la historia suele atribuirle el descubrimiento a Marck Sennett, colega de profesión de Mabel, conocido como el rey de la comedia pero nunca -desde ahora mismo, si se quiere- rey del tartazo, porque el trono tiene nombre (y risa) de mujer.
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