MADRID
Al igual que ya lo hicieron previamente sus antepasadas, un grupo de mujeres camina con paso decidido por los áridos campos del corazón de Los Monegros, en Huesca, una comarca que ha estado siempre pendiente de la lluvia y de los nuevos sistemas de regadío. Es un terreno que conocen bien, pues sus mayores han vivido siempre de la agricultura y la ganadería sobre estos valles de montes negros.
El viento árido recorre sus rostros y acaricia sus facciones en comunión con el desértico paisaje que se asemeja al del planeta Marte. El lugar donde pisan ha sido domesticado a brazo arremangado y fue testigo de tiros cruzados por un bando y otro en la guerra civil.
Está a punto de caer el sol y el horizonte es rojizo. Las amapolas bordean las carreteras y se oye el murmullo del agua, cada vez más próxima. "Aquí es", exclama María Jesús Ferrer, la mujer de más edad, mientras señala orgullosa las arcadas. A sus 82 años, la naijina -gentilicio con el que se conoce a las mujeres de Lanaja- contiene el aire con un pequeño hilo de voz y sonríe al observar el canal que pasa por el municipio y que riega las tierras del Altoaragón. "Esto es el fruto de las mujeres que con su ejemplo hicieron historia", exclama. "Son nuestras mujeres", clama Ferrer con el puño en alto.
Detrás, Pilarín Abadias, Lourdes Callén y Pili Calvo caminan reprimiendo las ganas de llorar y asienten al unísono al escuchar a la anciana.
Consideran que acompañar a Púbico hasta esta zona y relatar para el diario la gesta de sus abuelas es la única manera para evitar que su acción caiga en el olvido. "Puede que solo así perdure este pasado en femenino tan poco conocido y reconocido", admiten resignadas. Su lema es Sin reblar, un grito de guerra aragonés que en español vendría a decir que no hay que rendirse y que hay que seguir hacia adelante frente a las adversidades.
Solo una niña se atreve a romper el solemne silencio que se ha generado en el ambiente. En su smartphone suena la cancioncilla Sin Pan, que interpretó el cantautor salmantino Francisco Curto en 1976 sobre las bravas mujeres de Lanaja. Hasta hace poco la canción solo se podía reproducir en cintas de casete, pero recientemente la han subido a Youtube para que se conserve en el tiempo y la muchacha la ha encontrado colgada allí.
"500 mujeres de Lanaja, Huesca, fueron a la capital llevando en brazos a sus criaturas en una marcha de 50 kilómetros para pedir pan al gobernador", recita el solista desde la plataforma de vídeos más famosa de Internet. "Los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres", completa el romance: "¡Sin pan, sin pan, sin pan y a trabajar!".
Mujeres de armas tomar
En el recuerdo de todas las personas mayores de Lanaja están los relatos de sus madres o abuelas, que les trasmitieron sus vivencias y que hasta ahora no han llevado al papel. No en vano, el suyo es un territorio construido y contado con sustantivo masculino, que ha olvidado que su presente está hecho a base de un pasado de nombres femeninos.
Hoy por hoy, solamente se conserva un documento escrito a puño y letra por estas mujeres. Es una carta enviada a un periódico provincial por una de las canalistas. El texto, plagado de faltas de ortografía, fue escrito por Nicasia Lorda y da fe del entusiasmo y pasión de aquellas mujeres por la defensa de sus intereses en una época en la que el machismo era predominante.
Fabiola Martínez, biznieta de la autora, conserva la misiva original y se la muestra con entusiasmo a las vecinas. Alza la voz como quien quiere revindicar algo y levantándola, hace lo propio con el artículo de su bisabuela que lleva sujeta con sus dos manos a modo de reliquia. "Esto que veis aquí plasmado en tinta es la consecuencia de la crisis en el campo que acentuó la pertinaz sequía y la subida de los precios de la época", les comunica. Bajo el título El canal en serio, Nicasia Lorda se despachaba a gusto criticando a los hombres que se oponían al proyecto de Riegos del Alto Aragón y les tildaba de "asquerosos", "cobardes" y "chismosos", muestra de la valentía que les empujaba a la hora de seguir adelante con sus pretensiones reivindicativas.
Por su parte, la abuela de Teresa Oto, María Vistué Torres, hizo gala de esa misma gallardía al enfrentarse cara a cara con el mismísimo gobernador mediante un gesto burlón que ruborizó al representante político. Según la nieta, este último tenía más que merecido ese momento tan bochornoso. "En vez de dar luz verde al canal de Monegros, el gobernador se mostró vacilante y la construcción se vio paralizada. Mi abuela, exasperada, se llevó las manos a las partes bajas y le indicó que a ese paso, las obras acabarían cuando tuviese lo de abajo seco", comenta entre risas Teresa Oto. A su carcajada se le unen las de las demás, porque "reír es sano y la vida hay que tomarla con humor de la misma forma en la que lo hacían las de antaño", dice una.
"Los mandatarios jugaron con sus esperanzas durante los quince años que duraron los trabajos del canal", añade Teresa Oto una vez cesan las bromas. "Mientras los hombres trabajaban duramente por una mísera peseta en una tierra agrietada por la sed y nuestros cultivos dependían de la clemencia del cielo, las que se tuvieron que movilizar fueron nuestras bisabuelas y abuelas", explica. Dejando a un lado los fogones que alimentaban a toda la familia y a los animales en las cuadras, se movilizaron junto a otras compañeras procedentes de varios de los tramos por donde debía pasar el canal. Las localidades próximas de Almudévar, Berbebal o Torralba de Aragón se quedaron sin sus mujeres. Era el 25 de febrero de 1915. El agua para ellas era un sueño todavía. Querían reivindicar lo mismo de forma conjunta: "Pan y trabajo". No todo estaba perdido.
Pan con sardinas
Tal y como se puede leer en los periódicos de la época, las mujeres emprendieron una marcha a pie hacía la capital oscense. Se dieron prisa aligerando el paso porque tenían una razón de peso: solicitar la conclusión de las obras de regadío pendientes para así terminar con el desempleo derivado de las mismas y dar una oportunidad a las gentes del medio rural.
Llegaron cuando cayó el día a Huesca; las hospedaron en posadas y una vez hubo amanecido, el gobernador civil pidió que las sacaran de la ciudad por "liantas". Las mujeres hacían demasiado ruido y había que hacerlas desaparecer. Pero era demasiado tarde. Las canalistas no querían dejar de hacerse notar e iban a realizar una gran manifestación.
"Intentaron comprarlas dándoles un poco de agua y una rebanada de pan con sardinas pero la voluntad de las najinas era mayor", revela Miguel Ángel Alcubierre, vecino de Lanaja. Las mujeres no se iban a rendir tan fácilmente. Resistieron a la intemperie a capa y a espada, contra viento y marea. Aguardaron durante horas a las puertas de la ciudad defendiendo su propuesta y la ilusión por el agua se hizo realidad. El canal acabaría construyéndose.
Antes, a instancias del gobernador, las quisieron humillar. "Si bien habían
ido a Huesca andando, las devolvieron esposadas como criminalidad y en
autobús", precisa Alcubierre.
Un monolito para recordarlas
En el mejor sitio de Lanaja, en su corazón, emergen altivas tres siluetas femeninas que encarnan a tres generaciones distintas. Llevan cubos que simbolizan la búsqueda del agua y la menor de entre los cuerpos etéreos, la niña, personifica el futuro que está por llegar. Anabel Oto, nieta de la canalista Basilisa Martín, deposita una rosa roja bajo sus pies. "Plasma el espíritu aguerrido de las canalistas y materializa el trabajo que hicieron para que lo entienda la gente el día de mañana", manifiesta emocionada.
Es una escultura de hierro que representar la heroicidad de este grupo de mujeres que se adelantó a su tiempo para luchar por sus derechos en un mundo de hombres.
La ha diseñado José Luis Condón y, de una forma u otra, ha colaborado todo el pueblo en su elaboración. "Queremos que los visitantes indaguen y se pregunten quienes eran estas nuestras mujeres", afirma el autor.
"Son las mujeres monegrinas, las mujeres rurales que cuentan una realidad que no hemos sabido valorar", comenta una mujer que no se quiere dar a identificar. "Las importantes fueron ellas. Nosotras somos porque primero fueron ellas", se justifica.
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