MADRID
“Si puedes reducir a Hitler a algo que provoca la risa, tú ganas”, dijo Mel Brooks, autor de la sátira sobre el nazismo Los productores. El neozelandés Taika Waititi, confeso fan de Brooks, casi lo consigue con su nueva película Jojo Rabbit, donde él mismo interpreta a un Hitler, amigo imaginario de un niño de diez años, un patán melindroso y necio.
Director, guionista, coproductor y actor, Waititi, que llegó del cine indie al de las multinacionales rodeado de un halo de cineasta libre, provocador y dotado de un humor inteligente y ácido, ha perdido en el camino la fama de brillante gamberro. Ahora ha hecho una adaptación al cine de la novela El cielo enjaulado, de Christine Leunens, con la que pretende advertir al mundo del peligro del odio y los fanatismos y, al mismo tiempo, que los espectadores se rían a carcajadas. El resultado es mucho más amable, infinitamente menos oscuro y, tristemente, menos gracioso de lo esperado.
"Descaradamente ofensivo"
Un niño que siente una devoción fanática por Hitler, al que ha convertido en su amigo imaginario, descubre que su madre oculta a una niña judía en el desván. Ambientada en la población ficticia de Falkenheim, la película va perdiendo fuelle a la misma velocidad con que arranca. El saludable humor que propone al comienzo, con Jojo Rabbit y su inseparable Hitler en el campamento nazi intentando pasar las pruebas para unirse al Hitlerjugend (juventudes hitlerianas), se apaga poco a poco hasta transformarse en un drama demasiado convencional.
Que decepcione o no a los seguidores del cineasta no significa nada para una pandilla de exaltados que ha convertido a Waititi en diana de sus ataques por ‘atreverse’ con Hitler. Una agresión que el cineasta ha sufrido en paralelo con el rapapolvos casi general de la crítica cinematográfica. “Parte del Reino Moonrise (de Wes Anderson), parte El niño con el pijama de rayas, y todo descaradamente ofensivo"”, ha escrito un crítico, mientras que el New Yorker ya ha calificado la película como “la comedia menos divertida del mundo”. Ni ofensiva ni la menos divertida, la comedia dramática de Waititi no deslumbra por su audacia ni por su riesgo, pero funciona.
"No es un buen momento para ser nazi"
Con Jojo Rabbit Taika Waititi ha ganado la posibilidad de llegar al público de todo el mundo, ganará también mucho más dinero, pero no ha alcanzado la victoria a la que se refería Brooks. Su película, que arranca con una versión de I Want to Hold your Hand, de los Beatles, mientras se suceden siniestros saludos de ¡Heil Hitler!, tiene, sin embargo, algunos estupendos hallazgos.
Los intérpretes, él incluido, son uno de ellos. El pequeño Roman Griffin Davis, el niño protagonista, es fantástico y hace una muy divertida pareja con ese Hitler demente y bobo. Scarlett Johansson, la madre sola que cría a ese niño en el horror del nazismo, otorga fuerza, dignidad y sentido a su personaje, mientras que Sam Rockwell, en el papel del nazi gay, el capitán Klenzendorf, se hace querer.
La joven Thomasin McKenzie, la niña judía que vive escondida en el desván, es todo menos una mujer llorona, es una víctima involuntaria que no se deja avasallar. Pero, sin duda, el gran descubrimiento de esta película es el pequeño Archie Yates, que interpreta a Yorki, el regordete amigo de Jojo. Es un personaje a la medida de una película inocente, que se mete a los adultos en el bolsillo y que demuestra gran sentido común en su universo de juegos infantiles. “Está claro que no es un buen momento para ser nazi”.
Un buen momento para esta historia
Y ahí aparece el otro magnífico hallazgo de la película, la reflexión que propone acerca de lo fácil que es propagar el fascismo y el odio. Toda la investigación que Taika Waititi hizo antes de la película sobre la forma en que los nazis captaron a miles de niños y los convirtieron en extremistas de sus filas y la manera en que aprovecharon la desesperación del pueblo tras la depresión para adoctrinarles consigue resultados.
“Lo que los nazis hicieron con los niños fue desastroso. Ellos querían tener un ejército de fanáticos que les ayudaran a conquistar el mundo. Por eso para mí no fue fácil interpretar el papel", dijo el pequeño actor protagonista en una entrevista a la BBC.
“Justo cuando se acercaba el inicio del rodaje, empezamos a ver que resurgía esta clase de pensamiento, y nos resultó más urgente contar la historia. Siento que estoy bien acompañado de comedias como El gran dictador donde hay burla, pero también una advertencia sobre la seriedad de la situación actual. También es un recordatorio de que Hitler ha sido muy reciente en la historia humana y que hemos de seguir hablando de ello porque la coyuntura que creó esa realidad no ha desaparecido”, ha escrito Waititi en las notas de producción de la película, donde sentencia: “Este me parece un momento adecuado para contar esta historia... porque en este caso no queremos llegar tarde, apremia contarlo ahora”.
Tal vez Taika Waititi ha pecado de osadía al mencionar a Chaplin en sus reflexiones y ponerse demasiado cerca de la monumental película El gran dictador. Pero, a pesar de no haber rematado Jojo Rabbit con el riesgo que se esperaba, hay que reconocerle que ha provocado casi la misma ira que el inmenso Lubitsch cuando estrenó Ser o no ser. “Una obra de mal gusto al encontrar divertido el bombardeo de Varsovia”, dijeron los críticos. Sin duda, hay una cosa en la que el neozelandés no se equivoca: “Siempre he pensado que la comedia es la mejor forma de incomodar al público”.
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