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MADRID.- La distancia de rescate es aquella en la que una madre puede reaccionar para mantener a su hijo a salvo. También es el nombre de la primera novela de la escritora argentina de cuentos Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978). Aunque el término es inventado, si tienes hijos no es difícil que te sientas identificado con su significado, como explica la actriz María Morales: “El nivel de miedo es proporcional al nivel de amor”. Ella lo sabe por partida doble, es madre en la realidad y también en la ficción, en La distancia, la adaptación escénica de la novela de Schweblin que se representa en el teatro Galileo hasta el 1 de abril.
La obra, adaptada y dirigida por el argentino Pablo Messiez, profundiza en la relación madre e hijo utilizando de telón de fondo una realidad que se nos presenta en primera instancia como ciencia ficción. “Una mujer va con su hija al campo. Acaba en un pueblo donde muchos habitantes tienen discapacidades o problemas de salud. Al poco, ella misma se intoxica, y su hija desaparece”, explica el director, sin tirar más del hilo argumental.
Aunque no es mucho lo que Messiez desvela vamos a profundizar con lo que nos ha dado. Depende de a quien le preguntes, la realidad que describe el director tiene una explicación u otra. Siguiendo la lógica del libro y de la adaptación escénica, el problema de las malformaciones y las enfermedades se encuentra en que “los pueblos están cerca de las plantaciones de soja y se ven afectados por el pesticida con el que se fumigan las hojas: el glifosato. Lo que sucede es que este pesticida tras fumigarse queda en el aire y en el agua. Al final el pueblo queda afectado por inhalar la sustancia”, y de ahí que vengan todos los males.
La otra versión es la de José Miguel Mulet, profesor de la Universidad Politécnica de Valencia e investigador del IBMCP (Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas) a quien PÚBLICO ha llamado para contrastar esta realidad. El científico no niega, a primera instancia, que el glifosato sea la causa, en situaciones muy puntuales, de enfermedades, pero cuando ocurre no es por la sustancia en sí, sino por las carentes medidas de seguridad de quien manipula el herbicida.
El glifosato, el pesticida de la soja
Argentina es uno de los principales exportadores de soja. El estado se queda con el 35% en impuestos por cada kilo. No hace falta resaltar la importancia que es este producto para su economía. El glifosato fue introducido en el país por la multinacional Monsanto, en respuesta a otros herbicidas que se usaban antes mucho más tóxicos para el ser humano. La empresa tuvo la patente hasta el año 2000. Desde entonces, cualquiera puede comprar el producto en una tienda especializada o incluso en un bazar chino.
Diversos grupos ecologistas hacen presión para eliminar el uso del glifosato. Su postura es que el herbicida tiene una relación directa con la aparición de enfermedades
Pese al dinero que supone para Argentina, diversos grupos ecologistas hacen presión para eliminar el uso del glifosato. Su postura es que el herbicida tiene una relación directa con la aparición de enfermedades. Según Mulet, esto no es cierto, ya que, en primer lugar no hay un estudio científico que abale esta teoría y por otra parte, las regiones rurales donde aparecen suelen carecer de infraestructuras básicas como sistema de alcantarillado u hospitales. Además, según el profesor, en muchas zonas el agua está contaminada con arsénico.
Si esto es cierto, ¿por qué el gobierno no hace nada? El científico opina que a este le conviene dejar que se siga pensando que las enfermedades las produce el glifosato para esconder la verdadera realidad de cómo se vive en los pueblos. Este hecho, continúa Mulet, sumado a una estructura gubernamental corrupta hace que se vean sometidos los argentinos al rocambolesco tira y afloja entre los que defienden que es este herbicida el causante y a los que les gustaría realizar un estudio serio de la situación.
Uno de los principales defensores de la teoría del herbicida es la plataforma Médicos de los Pueblos Fumigados, que, siempre siguiendo la versión del profesor Muler, elaboraron un estudio que relaciona las enfermedades con el glifosato. El estudio consistió en ir puerta a puerta a preguntar a los habitantes de la casa si padecían alguna enfermedad. La publicación de los resultados fue rechazada por las principales revistas de ciencia por falta de rigor. Finalmente fue publicada en la Universidad de la Plata, quien más tarde, influenciado por las críticas, se desvinculó del informe.
Durante la obra, y en la novela, no se menciona el nombre de Monsanto, y tampoco se menciona qué tipo de herbicida es el que se utiliza para contaminar a los habitantes del pueblo. No obstante, las múltiples alusiones al problema en Argentina hace que sea necesario ofrecer los dos puntos de vista. La función, en cualquier caso, no habla solo de este tema, como toda buena historia está llena de capas, y esta solo una de ellas. Para conocer el resto hay que ir al teatro.
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